El huevo de la serpiente
Iñaki LAZKANO
Kazetaria eta Gizarte eta Komunikazio Zientzien irakaslea
En la entrada del bloque 4 del campo de concentración de Auschwitz I hay una frase escrita en polaco e inglés que siempre olvidamos, pese a que nos recuerda que quien olvida su historia está condenado a repetirla. La ignorancia, sin embargo, es aún más grave que el olvido. De hecho, uno de cada veinte alumnos de primaria británicos cree que Adolf Hitler fue un entrenador de fútbol alemán. Tras la última película de Tarantino, es muy posible que la mayoría piense que Hitler murió en un cine parisino ametrallado por los «malditos bastardos» de Brad Pitt.
La relación entre cine y memoria histórica resulta, cuanto menos, compleja. Las películas que reivindican la memoria histórica suelen ser refugio de mediocres apologetas del sistema que pretenden adoctrinar tanto a las viejas como a las nuevas generaciones. Marco Bellocchio es una honrosa excepción. En «Buenos días, noche» (2003) -filme que narra el secuestro de Aldo Moro-, ofrece una interesante reflexión histórica y moral sobre un suceso que convulsionó a la sociedad italiana. No se limita a la condena de los hechos, sino que muestra las contradicciones internas de las Brigadas Rojas, la deriva de la izquierda italiana y la responsabilidad del Gobierno y el Vaticano en el fatal desenlace.
Hoy llega a nuestros cines «Vincere» (2009), su nueva película. Bellocchio cuenta en ella la historia de amor de Mussolini con Ida Dalser. Un trágico amor de juventud. Pero, en realidad, se trata de una escalofriante anatomía del fascismo. El autor, recientemente, mostraba su preocupación por la acogida que había tenido la película en Italia. No se refería al éxito crítico ni al comercial, sino al escaso eco político de su interesante propuesta. «Vincere» no ha suscitado ni debates ni confrontaciones acerca de la historia italiana. Sólo silencio. Nada más.
El realizador italiano se preguntaba si ese silencio podría significar que el fascismo fuese ya una cuestión superada. Su sorpresa, empero, no disipaba su reticencia. El auge de la extrema derecha en Europa demuestra que la semilla del fascismo puede germinar en otros campos. Se adapta a la legalidad democrática y reniega de su pasado oscuro. La ignorancia y el olvido son sus perfectos aliados. Sin memoria histórica ni una educación pertinente, anestesiados en el silencio, corremos el riesgo de repetir nuestros antiguos errores. Pero, esta vez, no sólo vencerán. También convencerán.