«Albergué la idea de poder dedicarme a esto; hay quien quiere ser astronauta»
MITXI Y ANERO
Guitarra y voz de Cordura
Pablo CABEZA
En 1994 unos colegas coienzan a quedar en Trapagaran, Bizkaia, para tocar versiones de Nirvana. Todo va con calma, aprendiendo. Cuatro años más tarde, pasan a ensayar a un local de Portugalete, momento en el que entra el vocalista Anero. Medio año más tarde debuta, 237 y, en 2000, nace Cordura. Prácticamente sin cambios, salvo el paso de quinteto a cuarteto, Cordura son Anero (voz), Mitxi (guitarra), Beko (bajo) y Josu (batería), aunque en estos momentos les ayuda Unai (Eten, EP's, Le Noise...) porque Josu lleva un año y medio lesionado. «Tenemos la enorme suerte de llevar muchos años con la misma formación, lo que te da un nivel de amistad y sinceridad que muchos otros grupos no logran ni se plantean. Es básico que exista una complicidad entre los miembros de la banda para poder decirse las cosas a la cara y que esto funcione», sentencia Anero.
«El incendio más largo del mundo» regresa, en cierta medida, al inicio de Cordura, pero con el poso de los años. Suena más rock y las melodías están mejor imbricadas, tanto melódicamente como en el plano instrumental. El trabajo es eficiente, en especial por el notable esfuerzo guitarrero, las composiciones, los textos, el trabajo vocal y los pequeños detalles, como el puntual uso de sintetizadores. No hay mucho espacio popular para lo que propone Cordura, pero la historia de nuestra escena cuenta con ellos.
¿Qué ambiente les influyó en el inicio?
Mitxi: Supongo que yo quería hacer heavy metal y Beko algo mas nirvanero al estilo de los Red Hot Chili Peppers, así que el grunge nos unió, porque era lo suficientemente heavy para mí y totalmente alejado del estilo para él. Cuando entró Anero a la voz, nuestras pretensiones de emular a Alice in Chains se fueron por el retrete, y ahí entramos en el periodo oscuro del grupo 237. El resto de la banda te dirá que no estaba tan mal, pero hazme caso, era horrible. No llegaba ni a la categoría de un metal malo.
¿Y después?
M.: Hubo que romper con aquello porque no nos gustaba ni a nosotros mismos. Y Cordura comenzamos buscando, en cierto modo huyendo, y experimentando. Son los primeros años del auge de las descargas por internet. En ese momento, descubro muchísimos grupos nuevos y viejos, mucho material que me influencia de golpe. Intercambiamos mucha música entre nosotros, algunos quieren hacer algo más melódico, otros mas duro y áspero. Encontramos un punto medio de melodía, arreglos y fuerza. Por eso empezamos haciendo post hardcore o emocore, no por haberlo mamado desde siempre, sino casi por casualidad.
¿Han cambiado mucho las cosas, las pretensiones?
M.: Claro, por supuesto. Quizá muy al principio albergué la idea de poder dedicarme a esto, hay quien quiere ser astronauta, y yo quería ser como Iron Maiden o Metallica y tocar en estadios. Según empezó 237, arrastré la idea de que me ilusionaría gustar a alguien que no nos conociera, gustar de verdad, ya sabes. Y otra pretensión era tener un material del que no me avergonzara que, tocara con quien tocara, estaríamos a la altura. Vale, no técnicamente, pero sí compositivamente. Ésa ha sido una de las fuerzas motrices de estos años: crear algo de lo que estemos orgullosos. Algo que realmente merezca la pena y no que te cuelguen el sanbenito de `no está mal para ser del barrio'. Y luego, poder gustar a alguien sin renunciar un milímetro a hacer las cosas a tu modo.
¿Qué fue del emocore? Esto ahora es más sencillo y rockero.
M.: Pues que seguimos experimentando y probando para, al final, acabar incluyendo influencias más antiguas. Volviendo a pensar en Zeppelin a la hora de hacer un arpegio o, de modo inconsciente, tener a The Who o Kyuss de referencia a la hora de hacer una canción. Y, como ha sucedido de modo gradual, el resultado es más personal: no ha habido una intención de volver a un sonido más rockero, más grunge, llámalo como quieras. Ha sido retomar material que seguimos escuchando y ser consecuentes. Sin olvidar también a bandas como Fugazi, pero sabiendo que no puedes parecerte a ellas, ni falta que hace, y que cada uno encuentre su propio camino
Anero: siempre hemos tenido el corazón rockero, pero ahora hemos aprendido a mostrarlo sin complejos.
Muchas preguntas en los textos dentro de un mundo difícil.
A.: Las letras son una parte importantísima de las canciones, pueden hundir a un tema cojonudo o aupar a uno mediocre. Siempre les doy mil y una vueltas, revisando que no repita palabras o rimas. Luego se las voy presentando al resto, y me hacen pequeñas sugerencias. En general, creo que tienen un nivel bastante alto, sobre todo si escuchas lo que hay alrededor. Estoy muy orgulloso de ellas y cada vez que leo por ahí o alguien me habla de ellas con especial cariño o complicidad, te juro que hacen que todo el esfuerzo invertido merezca la pena con creces.
M.: No se intenta hacer una melodía reconocible o pegadiza de un modo consciente: salen así, y Anero tiene mucho talento con las melodías. La mayor parte de las veces, cuando compongo una canción, pienso en una melodía `por si acaso', que me guardo por si no se le ocurre nada, pero siempre viene con una mucho mejor que la mía.
Es un grave momento para todos los sellos, sea Warner, el suyo, Fragment, o los que sacaron la versión del disco en vinilo. ¿Se ha roto el concepto solidario, de tribu...? ¿Ya no hay amigos, ya no hay gente para ciertas apuestas...?
A.: Apenas se venden cedés, la venta ha caído en picado. Ahora sólo se mueve una minoría de vinilos y descargas. Que alguien tenga tu cedé original se está convirtiendo en una anécdota. Yo mismo he bajado el pistón de compras, intento hacerme con reediciones o, simplemente, con lo que más me interesa.
«Una pretensión era tener un material del que no me avergonzara, que tocara con quien tocara, estaríamos a la altura. Vale, no técnicamente, pero sí en composición»