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Mertxe AIZPURUA Periodista

Un velcro para Goliath

 

Todavía es posible encontrar paralelismos con el mito de David y Goliath. El gigante, en este caso, es ese conjunto de tecnologías de la guerra que ha convertido al Ejército de EEUU en una especie de dios todopoderoso. Sin embargo, desde que invadió Irak y Afganistán, su sofisticado armamento ha resultado muy poco eficaz frente a la resistencia de esos desiertos habitados por insurgentes que calzan sandalias. La primera decepción llegó con sus aparatosos blindados humvees. Su protección, sumamente vulnerable a las armas iraquíes, tuvo que ser reforzada con planchas metálicas que los soldados recogían en los contenedores de basura, lo cual sobrecargaba los vehículos y ralentizaba grotescamente su marcha marcial. Tampoco se adaptaban al riesgo de las balas los chalecos del más grande de los ejércitos de la Tierra y los soldados tuvieron que hurgar en las chatarrerías de Bagdad para echarse al cuerpo placas que sirvieran como antibalas. También se supo que un batallón compró en el mercado negro viejos kalashnikov de la resistencia al ver que sus impecables M-16 se atascaban con el polvo. Ahora resulta que los cierres de velcro hacen ruidos indiscretos y, además, no se adhieren con arena. Y en Afganistán e Irak, además de enemigos, hay mucha arena. Sin bolsillos cerrados no hay dónde guardar las balas de recarga ni los visores nocturnos, así que el Ejército más avanzado del mundo debe solucionar esta nueva chapuza. Que una simple tira de velcro arruine la imagen de imbatibilidad del más poderoso es reconfortante. Demuesta que una guerra no se gana sin poner los pies en la arena. Y que el mito de David y Goliath perdura.

 

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