Se están acelerando los procesos de tal manera que ya se nota la dependencia de algunas formaciones políticas a la situación que intuyen se está agotando. Uno se puede hacer dependiente de los besos de alguien, de los pellizcos de las monjas, de los ladridos de un perro o de los miedos que se alimentan con los fantasmas propios y ajenos. Cada vez que se abre una ventana que deje ver la luz, que regenere algo el aire viciado, aparecen prestos los que se muestran intransigentes, totalitarios, amordazados por su propia cabezonería. Pongamos todos los sentidos a funcionar para ir asumiendo nuestro papel de contemporáneos de un movimiento que nos debe llevar a una libertad en donde nadie tenga dependencia de nadie, ni de nada, y que cada cual se sienta responsable de todos sus actos u omisiones. Y el futuro se decidirá entre todos.

En La 2 vimos un reportaje sobre los alimentos transgénicos que nos provocó inquietud. Un agricultor aseguraba que en la cosecha anterior de maíz perdió cerca del cuarenta por ciento porque era semilla orgánica, pero que este año iba a plantar transgénica porque le garantizaba casi un cien por cien. ¿Qué hacemos ante este argumento tan rotundo, economicista? Resulta que el Estado español es el único de toda Europa en donde hay plantaciones transgénicas masivas. El único. ¿Por qué? ¿Existe alguna regulación, aunque sea autonómica, para contrarrestar esta falta de responsabilidad de las autoridades agrarias y sanitarias?

Las voces a favor y en contra que aparecieron en el reportaje no eran de la misma garantía. En unos casos se abrazaba el fatalismo más mecanicista, en otros se advertía de la falta de experimentación. O sea, unos se quedan tan panchos y si estas semillas de marca están provocando males en los seres humanos, pues mala suerte, mientras que otros solicitan, por lo menos, un estudio de laboratorio y una moratoria para investigar sobre los posibles problemas que puedan causar a corto, medio y largo plazo, porque parece ser que estas semillas son muy agresivas y se expanden sin probabilidad de controlarlas. Unos son dependientes económicos y otros dependientes ideológicos.