S i invertimos el principio «mira quién ríe para saber quien deberá llorar», habrá que repasar las páginas de la prensa española, españolista y de derechas para saber qué puede sentir la comunidad vasca abertzale y de izquierdas tras el acto del Euskalduna.

Ayer «El Correo Español» (más español que correo) editorializaba sobre el asunto y dejaba claro desde la primera línea que el asunto les duele más que un par de banderillas. Lean la reacción: «El acuerdo suscrito ayer entre la izquierda abertzale y Eusko Alkartasuna, en medio de un acto de recreación de las versiones más esencialistas del nacionalismo vasco, puede considerarse cualquier cosa menos un hito histórico para el devenir de Euskadi o de Euskal Herria». Como dice el dicho, «no era nada lo del ojo... y lo llevaba en la mano».

El editorialista, convencido de lo contrario a lo que acababa de escribir, tenía claro el objetivo de torpedear la iniciativa. Y para ello buscaba aliados coyunturales: «la significativa ausencia de menciones a los demás actores de la política vasca refleja, aparte de un ensimismamiento huidizo respecto a la pluralidad circundante y a la naturaleza democrática del orden constitucional, la clara intención de erigirse en alternativa al PNV en el seno del nacionalismo». O sea, llamamiento al orden a los sectores del PNV que pudieran tener tentaciones independentistas. ¡Es un cuco el tío!

Como las avestruces que prefieren no ver el peligro que acecha, el editorialista del nacionalismo español intransigente insiste en que lo firmado en el Euskalduna no es un proyecto de futuro, sino una especie de tabla de salvación para una EA minorizada y una izquierda abertzale fuera de la ley, por eso desfigura el objetivo e insiste: «el acuerdo suscrito persigue un objetivo inmediato más crucial para la organización ilegalizada que ayer fue representada por Rufi Etxeberria: eludir el unánime emplazamiento de las instituciones y de la sociedad para que de una vez rompa con ETA si no es capaz de arrastrarla hacia el abandono definitivo de las armas». El día que se caigan del guindo comprenderán -demasiado tarde, tal vez- que de lo que se trata es de dar voz e instrumentos a una mayoría abertzale. ¡Nos vamos!