Karmele Jaio traduce al castellano algunos de sus relatos anteriores
O. LARRETXEA | DONOSTIA
La escritora gasteiztarra Karmele Jaio ha vuelto con «Heridas crónicas» (Ttarttalo, 2010), una recopilación de veintiún historias que la propia Jaio escribió anteriormente, pero en euskara, en dos trabajos anteriores: «Hamabost zauri» (2004) y «Zu bezain ahul» (2007). Dos de esos pasajes, por contra, no pertenecen a ninguna de las citadas publicaciones, sino a sendos textos escritos originalmente en castellano y que publicaron BBK y «El País».
Aunque aseguró que los relatos son los mismos, el hecho de tener que traducirlos ha implicado, necesariamente, realizar «pequeños matices» para que ambas versiones tuvieran el mismo tono. «Ha sido una traducción, aunque más bien diría que se trata de volver a escribir estas historias, porque lo que en un idioma funciona de una manera, en otra lengua no tiene el mismo efecto, y por lo tanto, es necesario cambiar ciertas cosas», explicó ayer la autora a este diario. «Además -prosiguió-, algunos de los relatos son de hace años, y claro, los he adaptado al estilo con el que escribo hoy en día, aunque no demasiado, porque al fin y al cabo, las historias siguen siendo las mismas».
A la hora de elegir los relatos, aclaró que lo hizo «sobre la marcha»: «Los más antiguos los veía muy lejanos, y no me reconocía en ellos: aquellos los descarté enseguida. Con otros me ha ocurrido, que al traducirlos, cambiaban mucho y no conseguía el tono que deseaba. Pero también ha sucedido todo lo contrario. Es decir, textos que en euskara no me convencían del todo, me han gustado mucho más una vez traducidos». Todo este proceso ha sido para Jaio «ponerse delante del espejo», ya que «se trata de ver cómo escribes, de analizar tus textos... Un ejercicio duro, pero necesario para el escritor, porque te sirve para ver lo que mientras escribes no ves».
En cuanto al título, la gasteiztarra hace referencia a «Hamabost zauri», para resaltar la idea de aquel trabajo, donde priman «las conversaciones, las ideas y las palabras que al cabo del día se nos pasan por la cabeza y no decimos. Todo eso se acumula dentro, y producen heridas. Esa es la idea central, y eso es lo que las veintiún historias tienen en común».
Para Jaio, resulta más significativo lo que los personajes no pronuncian, por eso en las historias se refleja ese mundo interior.