Julen Arzuaga Giza eskubideen Behatokia
La configuración del enemigo
La aprobación, por parte de la Unión Europea, de la creación de un «instrumento de recogida de datos e información relativos a los procesos de radicalización en la Unión Europea» y la luz verde en el Congreso español a la modificación de la Ley Electoral para poner en marcha la «incompatibilidad sobrevenida» de los cargos electos son, según el autor, pasos en una misma dirección: primero, identificar con la máxima precisión al «enemigo» y, después, «dirigir adecuadamente las armas propias -cada vez de mayor calibre- y que el tiro no salga demasiado desviado».
Enemigo, proveniente del latín «inimicus», significa literalmente no-amigo. Jesucristo, que le dicen paradigma de misericordia, ya le debió de soltar la idea a Lucas, que lo recogió en la biografía de su jefe: «El que no está conmigo está contra mí». Con semejantes reminiscencias bíblicas, George W. Bush lo tenía en bandeja para popularizar el eslogan en su estrategia de terror contra el terror: con él o con los otros. Para echarse a temblar.
Desde entonces la propaganda del mundo unipolar y de encefalograma plano ha hecho ímprobos esfuerzos por asentar esta visión de las cosas, insistiendo en la bondad propia, mientras se apuntala la maldad intrínseca del otro: el enemigo de la democracia, el peligro para la libertad, el subversivo, el terrorista. Hay que definir, delimitar, configurar quien se tiene enfrente, para dirigir adecuadamente las armas propias -cada vez de mayor calibre- y que el tiro no salga demasiado desviado.
El Gobierno español tenía que aprovechar su Presidencia de la Unión Europea para dibujar con trazo grueso los contornos de su enemigo y así, hacer diana con más facilidad. El 26 de abril, el Consejo de la Unión Europea se reunió en Luxemburgo para debatir un único punto en el orden del día: «Radicalización en la Unón Europea». El conclave concluyó con la aprobación del documento 8570/10 para la puesta en marcha de un «instrumento estandarizado, multidimensional y semiestructurado de recogida de datos e información relativos a los procesos de radicalización en la Unión Europea».
Así, engrasan nuevas armas contra sospechosos de experimentar un proceso de «radicalización». Se justifica la vigilancia y recolección sistemática de datos personales con los que confeccionar un listado de quienes van consumiendo sus últimos instantes como ciudadanos para dirigirse con paso involuntario pero firme, a engrosar las filas de los «no-persona». No es mera retórica. El programa advierte que hay que evitar que «las personas se conviertan en terroristas». Y con semejante trasmutación, indefectiblemente dejan de ser humanos, se les desprovee de los derechos que como tales tenían atribuidos, para convertirse en una «cosa» con impulsos antisociales, extremistas, malvados.
El nuevo programa con membrete europeo forma parte de la estrategia de prevención del terrorismo por la cual se abordarán «factores y causas profundas que pueden conducir a la radicalización y el reclutamiento». El tracto es sencillo: el compromiso ideológico o político lleva a la radicalización, lo cual lleva evidentemente al ingreso en un grupo terrorista. Para evitarlo, toda reseña personal será bienvenida: desde «de compromiso ideológico o político» del no-ciudadano en cuestión, pasando por si su situación económica es de «deterioro, pérdida de una beca o de ayuda financiera», hasta sus antecedentes penales o conexiones con quienes puedan tenerlos.
Incluso animan a evaluar los «de la persona» que milite en grupos sospechosos. Para facilitar el trabajo, establecen un protocolo con preguntas tales como: «¿Ha hecho comentarios sobre asuntos, principalmente de naturaleza política, usando argumentos basados en mensajes radicales?» o del estilo de «¿ha hecho comentarios sobre su intención de tomar parte en un acto violento?». No comment.
La legislación española sobre tratamiento de datos personales impide que éste se extienda a los denominados datos «sensibles», es decir, los que tienen que ver con la ideología o la conciencia de la persona. Obstáculos de papel, fácilmente salvables para unos estados que tienen prisa por recoger e intercambiar masivamente información sobre sus ciudadanos más conscientes. Al festejo invitan también a la Europol, para que «aumente las capacidades colectivas de la Unión Europea añadiendo las informaciones relativas a los procesos de radicalización de dichos individuos, favoreciendo la posibilidad de generar listas de radicalizadores/reclutadores o transmisores del mensaje radical y la adopción de medidas concretas». Nuevos instrumentos contra nuevos enemigos.
¿Y aquí, cómo se trae este programa de despersonalización primero y hostilización después del ex ciudadano/ciudadana? No es novedad. Ya existen ficheros para el control ideológico, según se filtraba en prensa, con al menos 19.000 asientos. A los allí registrados se les arranca sus derechos políticos a participar en candidaturas electorales por estar «contaminados», «infiltrados», «parasitados», por constituir listas «negras». Todo tipo de datos íntimos y personales preñan los asientos de estos archivos ilegales. Esta bolsa de no-personas va muy en consonancia con la conocida estrategia de «deslegitimación del terrorismo». Dinámica a la que ahora se le suma la última decisión de la Comisión Constitucional del Congreso español de introducir la «incompatibilidad sobrevenida» de un cargo público tras un análisis de cómo piensa sobre determinados temas.
Los más (in)cautos hablan de posible inconstitucionalidad, sin reparar en la garganta profunda del Tribunal Constitucional. El sistema de inviolabilidad parlamentaria por las manifestaciones que realicen en el curso de su mandato, la autonomía del electo local y su derecho fundamental a la libertad de expresión... todo al carajo: o se retractan de sus pensamientos -por radicales-, o se les retiran sus derechos sine die. ¿Qué entiende la Unión Europea, Moratinos, Rubalcaba o Ares por radicalización? ¿Y Urkullu, adjudicando esa etiqueta hasta desgastarla? ¿No sustentan ellos radicalmente -y violentamente- un orden, cada vez más claramente insostenible?
George Orwell, el que hiciera un homenaje a Catalunya -gesto necesario hoy, ante la enésima agresión uniformadora- o instigara una revolución en la granja, se hizo famoso por expresar la dimensión que adquiriría el control social en un futuro cercano -tan cercano que ya nos encontramos en él-. Futuro distópico sometido a vigilancia perpetua, a libertad siempre condicional, dirigido por un Gran Hermano cada vez más fabuloso, centinela de personas cada vez más pequeñas. Así, se fueron apoderando de las cualidades humanas de quienes se aferraban a un pensamiento libre, al que tal vez acompañaban con acciones consecuentes con tal decisión. Primero reprimieron el hecho. Después, confrontaron la expresión. Por último, persiguieron la idea.
Para facilitar el camino, nos configuraron a todos como enemigos potenciales, añadiendo a más y más de nosotros y nosotras en cada nueva oleada. Después, cuando bajó de nuevo la marea, ya no quedaba nadie.