Al final de la sublevación franquista, en 1939, el gobierno fascista de Burgos fijaba la ración alimenticia de un hombre adulto: 400 g. de pan; 250 de patatas; 100 de legumbres secas; 50 de aceite; 10 de café; 30 de azúcar; 125 de carne; 25 de tocino; 75 de bacalao, y 200 de pescado fresco. A las mujeres adultas les corresponde el 80% de la ración de los hombres, seguramente que para cuidar su línea.

La Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados dio luz verde a un dictamen que quiere evitar como sea que la antigua Batasuna pueda concurrir a las próxima elecciones, ya sea como en listas de EA o bajo cualquier otra fórmula. (...)

Estos españoles, dice José, siguen igual que con Franco. Aquella dieta fue imposible de aplicar: no había pan, ni aceite ni legumbres, salvo en las casas de los franquistas. Ahora igual, quieren aplicar reglas democráticas pactadas entre ellos cuando no existe democracia. (...)

Es probable que pronto se saquen la foto de ETA y es más que probable que entonces, como ha pasado con Haití, se olviden de que existe un problema mayúsculo y empiecen a confundir los postulados nacionalistas o independentistas con los de ETA y se encaren con su verdadero enemigo, que ETA, a lo que parece, es sólo la excusa.