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Mertxe AIZPURUA Periodista

Mil formas de contarlo

Los discursos de políticos en las entregas de premios siempre me han llamado la atención. Será porque es en lo único que pueden sorprender. Me gusta observar cómo se han reunido las palabras precisas para que, sin tener ni remota idea de qué es un neutrino, durante unas décimas de segundo me convenzan de que quien habla controla perfectamente la física de las partículas. Me maravillan esas palabras ensayadas que un día visten a un dirigente apasionado con la poesía, y otro dibujan a un economista de talla superior. Me fascinan los juegos de palabras, los vocablos brillantes y esas frases redondas que dan sentido a todo un discurso, aunque, buceando en ellas, resulten ser unas magníficas -magníficas de grandes, no de magnas- tonterías. El lehendakari López acaba de decir que «hay mil formas de ser vasco». Y me parece que se ha quedado corto. Si a lo que se refiere es al modo unipersonal de ser vasco, sólo en Argentina viven más de dos millones con apellido vasco; casi tantos como los que hay en las tres provincias que gobierna. Si la frase quiere indicar otra cosa, le sobran números. Hasta hace poco, con dos bastaba. Desde los oñacinos y ganboinos hasta los beaumonteses y agramonteses, Chillida y Oteiza podrían ser la representación gráfica de los dos modos de ser vasco: cómodo, adaptable y triunfador el uno; volcánico, crítico y molesto, el otro.

Me parece que la frase de Patxi López busca enmascarar en mil dos únicas maneras: la forma de ser vasco sin serlo y la de no ser vasco siéndolo. En realidad, las de López son las mil formas de intentar impedir la más genuina: ser vascos. Y punto.

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