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Múltiples razones para ir a la manifestación del10 de julio en Barcelona

Se espera una manifestación multitudinaria el próximo sábado en Barcelona. La convocatoria «Somos una nación, nosotros decidimos» quiere mostrar el rechazo al recorte que el Tribunal Constitucional español ha perpetrado esta semana contra el Estatut. La duda está, para muchos, en la interpretación que se va a dar a la sentencia y a la manifestación, y en cómo ha quedado la legitimidad del llamado pacto constitucional de la transición.

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Laia ALTARRIBA i PIGUILLEM

Hay que ir a la manifestación del día 10?». La pregunta se la hacían esta semana en la redacción de una revista cultural catalana. Comprometidos con la lengua y la cultura, los periodistas que trabajan en ella también se consideran comprometidos con el país y se manifiestan abiertamente independentistas. Pero algunos albergaban dudas sobre si ir o no a la manifestación convocada para el próximo sábado, 10 de julio, en Barcelona para responder al recorte efectuado por el Tribunal Constitucional (TC) español sobre el Estatut d'Autonomia de Catalunya, refrendado en las urnas en junio de 2006. «Me cabrea que luego digan que nos hemos manifestado a favor del Estatut; yo voy a manifestarme por la independencia, ya estoy harto de estatutos», exclamaba uno de esos periodistas.

Al final van a ir todos. Lo saben. Pero les molesta ir a una manifestación donde también van a estar el president, José Montilla, o el líder de CiU, Artur Mas. Los organizadores de la manifestación han sabido encontrar un lema lo suficientemente ambiguo para que en él se sientan representadas sensibilidades muy distintas: «Som una nació, nosaltres decidim» («Somos una nación, nosotros decidimos»). Y a pesar de sentirse incómodos con ciertos compañeros de pancarta, a los periodistas de la revista cultural se les hace difícil no acudir a defender el derecho a decidir.

Aunque, finalmente, el lema no ha resultado lo suficiente ambiguo para todos, puesto que el president de la Generalitat parece que estará en la movilización, pero no portará la pancarta principal junto a los dirigentes de CiU, ERC e ICV. Todo indica que se situará en segunda línea aguantando una senyera (la bandera catalana), sin nada escrito en ella.

Lo explicaba Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural, la entidad que ha impulsado la manifestación, en declaraciones a una radio catalana, y salía al paso de la situación en que se ha encharcado Montilla al asegurar que no se trata de que rechace el lema unitario de la convocatoria, sino que «el president considera que no hay nada más fuerte que la senyera».

Puede que el president no calculara las consecuencias de su declaración institucional del lunes por la noche, al poco de conocerse la sentencia del Tribunal Constitucional. En esa declaración, Montilla realizó un discurso dual en el que lamentaba los recortes del TC, a la vez que afirmaba que «el PP no podrá esconder su fracaso político; no han podido liquidar el Estatut, a pesar de sus continuas agresiones y presiones sobre el Tribunal». Y además, no pudo evitar hacer un llamamiento a la movilización, consciente del enfado de buena parte de la población catalana ante la sentencia: «Responded masivamente a la propuesta de manifestación que fuerzas políticas y sociales han organizado para poder expresar cívica y democráticamente nuestra voluntad de autoafirmación y de autogobierno. Caminemos juntos, unidos, todos los que amamos este país y defendemos el autogobierno. Hagamos de la senyera nuestra pancarta unitaria. Y demostremos que somos una nación y que formamos un solo pueblo».

Con estas palabras el president Montilla trataba de marcar cómo tenía que ser la manifestación de respuesta a la sentencia. Pero en su propuesta puede que no tuviera lo suficientemente en cuenta que hace meses que Òmnium Cultural venía preparando esta movilización y trabajando con entidades de todo el país un lema unitario para el caso de que se produjera el esperado tijeretazo. Ni tampoco reparara en que son muchos los que consideran que son ya demasiadas las ocasiones en que le ha faltado firmeza a la hora de defender el autogobierno que ahora él mismo proclama.

Con 20.000 socios, Òmnium Cultural es una entidad referente del catalanismo desde hace décadas. Su referencialidad la denota el que pocas veces participa en manifestaciones, pero que cuando lo hace les da un carácter de unidad al que se suman tanto CiU como ERC e ICV. Y también el hecho que Montilla haya tenido que doblegarse a la convocatoria, lema incluido, del sábado.

Desde el vertiente independentista, el contenido de la convocatoria del sábado sabe a poco, pero pese a ello la CUP (Candidatura d'Unitat Popular) y el resto de organizaciones de la izquierda independentista van a acudir. Eso sí, han anunciado que irán con un lema propio: «Ningún Estatut nos hará libres. Independencia». Y muy posiblemente no participarán en la manifestación unitaria hasta el final sino que terminarán con un acto político propio.

¿Fin del autonomismo?

Articulistas, comentaristas y políticos del amplio mundo independentista catalán, han ido mucho más allá que el president a la hora de interpretar la sentencia, pues entienden que pone punto y final al autonomismo. «Apadrina un federalista», proponía irónicamente un activista de las redes sociales, un espacio por donde el independentismo es muy activo pues no encuentra las restricciones limitadoras que imponen los grande medios a la hora de difundir su discurso. La ironía del ciberactivista es una sensación compartida por muchos sectores: el largo proceso estatutario ha ido restando credibilidad a los discursos federalistas.

No debe sorprender, por ejemplo, que hace pocos días, entrevistada por el periódico digital «Vilaweb», quien fuera alcaldesa por el PSC de Sant Boi (en el cinturón metropolitano de Barcelona) entre 1997 a 2007, Montserrat Gibert Llopart, afirmara que no ve posible el federalismo: «Desde hace muy poco, este último año, estoy en una discusión interna conmigo misma porque veo que el federalismo no es posible, porque la otra parte con la que nos tenemos que federar no nos quiere».

Tampoco debe extrañar que «El Periódico», diario vinculado al PSC, se aventurara a encargar una encuesta sobre la independencia, a pesar que en sus informaciones muy a menudo califica las consultas independentistas como «secesionistas», con clara voluntad de desprestigio. En junio, posiblemente por no poder obviar un debate que crece en el seno de la sociedad catalana, este diario encargó, pues, que el barómetro político de verano que hace cada año incluyera preguntas sobre la independencia. El resultado: a pesar que dos tercios de los consultados consideraron que es inoportuno celebrar el referéndum, hasta un 48,1% de los encuestados votaría y sólo el 35,3% optaría por el «no».

El TC fija los límites

Esta semana ha sido muy intensa en declaraciones, contradeclaraciones y matices, como no podía ser de otra manera. Y para quien ha sido más complejo ha sido para el Govern catalán, puesto que los tres socios (PSC, ERC e ICV-EUiA) difieren tanto en la interpretación del recorte como en la respuesta que hay que dar.

Para el PSC, la situación es especialmente difícil de manejar, puesto que, desde Madrid, el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha asegurado que con la sentencia del TC se han fijado los límites del autogobierno de Catalunya, un techo que la mayoría de la población catalana considera muy limitado.

Lo que sí que no es previsible, a pesar del desacuerdo entre los partidos del Govern, es que haya un avance electoral, puesto que quedan muy pocos meses para las elecciones autonómicas de otoño. Es el convergente Artur Mas quien pidió el avance, pero sabiendo que no lo va a haber. De lo que sí que debe estar satisfecho Mas es de que haya quedado en el olvido que uno de los primeros recortes lo perpetró él junto con Alfonso Guerra cuando el Estatut llegó al Congreso español en enero de 2006. Así que saca pecho y se presenta como el mejor garante de la defensa de la soberanía catalana sin temor a que le recuerden demasiado aquél primer tijeretazo en el que colaboró.

Lo que sería muy extraño que sucediera los próximos meses sería una reedición de lo ocurrió en octubre de 1934, cuando la anulación, por inconstitucional, de la Ley de Contratos de Cultivo (Llei de Contractes de Conreu) fue respondida desde Catalunya con la proclamación del Estado catalán por parte del president de la Generalitat, Lluís Companys.

Manifestación histórica

Nadie duda de que la movilización del sábado va a ser una de las grandes. Todos los partidos políticos catalanes han anunciado que van a estar allí, a excepción del PP y de Ciudadanos. A pesar de las ganas de playa acumuladas después de meses con más frío y lluvia de las habituales, ya desde antes de las seis de la tarde (la hora de convocatoria) el paseo de Gràcia de Barcelona se va a empezar a llenar de senyeres, estelades azules (la bandera independentista) y estelades con la estrella roja (la bandera independentista y socialista). Y no sólo va a ir la población de la capital, se están preparando autocares para desplazarse a la manifestación desde todos los Països Catalans. Ya han anunciado desde el extremo sur del país, en Alacant, y también desde el norte, en Perpinyà.

Pero más allá de los cientos de miles de personas que acudan a la movilización del sábado, el debate está en el temor que esta semana expresaban los periodistas en la redacción de la revista cultural: la interpretación que se dará al clamor popular que llenará las calles de Barcelona. ¿Será una manifestación en defensa del Estatut? ¿Será una manifestación para reivindicar que hay que ir más allá? ¿Será una manifestación independentista?

La semana que comienza seguirá siendo movida en declaraciones y interpretaciones, para ir marcando cómo tiene que interpretarse una manifestación que se sabía que existiría, pero que no tenía fecha hasta el lunes pasado, cuando se anunció que se había perpetrado el recorte.

 

INTERPRETACIÓN

Más allá del número de participantes que acudan, el debate se centra en el temor a las interpretaciones que se den al clamor popular que llenará las calles de Barcelona.

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