CRíTICA cine
«La chica del tren»
Mikel INSAUSTI
El cine se suele marcar la obligación moral de mostrar lo que hay detrás de la noticia, lo que no sale a la superficie a través de los medios de comunicación y permanece oculto. Pero a veces, por mucho que se indague, no se encuentra nada en la vida de las personas implicadas en el suceso. Tengo la impresión de que André Téchiné ni siquiera se ha molestado en buscar algún indicio revelador en este caso ocurrido hace exactamente seis años, limitándose a expresar a su manera el vacío judicial que se produjo entonces. Lo que nos cuenta no persigue ningún tipo de aclaración; es más, resulta tan banal e insignificante que podría ocurrir completamente al margen de los hechos reseñados. En su momento se dijo que la chica que se inventó la agresión antisemita lo hizo para llamar la atención de su novio y de su madre, aunque, viendo la película, hasta tal teoría queda muy en el aire. Lo único comprobable es que una joven a la que le gusta patinar hace una falsa denuncia, sin preveer las consecuencias que su mentira puede llegar a acarrear.
Se ha dicho por activa y por pasiva que las falsas denuncias perjudican a la causa que es utilizada por el farsante de turno y a los colectivos que la defienden, sobre todo en relación con los malos tratos a las mujeres. En “La chica del tren”, es el antisemitismo el que sale a relucir, posiblemente porque la desorientada protagonista se identifica con el papel de víctima, a pesar de no ser judía. Se aprovecha de que su madre es amiga de un abogado judío que destaca en la denuncia pública de las agresiones a los suyos para generar confusión, para sentirse por unos instantes como uno más de ellos, atacados pero con dinero y una posición social influyente. A Téchiné tampoco le interesan las derivaciones políticas del asunto, tal vez porque esa sería la película que haría un cineasta preocupado por la realidad colectiva. El autor de “Los juncos salvajes” prefiere refugiarse en un vacuo intimismo en torno al extravío generacional, o algo así.
