A punto de perdernos por las carreteras de Enkarterri, por fin llegamos a las campas de Santa Ana, en Sopuerta, paraje natural fabuloso de verdes prados donde, año tras año, con mucho mimo se desarrolla Mendebala, el festival folk de las músicas cantábricas proximo a cumplir su primera década.

Tras una jornada inaugural en la que actuaron Adarrots -últimos ganadores del concurso de maquetas del festival-, los gallegos de Luar Na Lubre y el gamberrismo de Bizardunak, desde Nafarroa; y que resultó plenamente satisfactoria, según nos relató Santi, miembro de la organización, la novena edición del Mendebala cerró el sábado con la actuación de cuatro grupos, en una fiesta que se prolongó hasta altas horas de la madrugada. A las 3.30, por ejemplo, aún seguían tocando Falanoncaduca y, visto la algarabía reinante en la campa, más que finalizar parecía que la noche no había hecho más que comenzar.

Hablamos del sector más juvenil de los espectadores al evento, aquel que relevó al ambiente familiar que hasta entonces campaba en Santa Ana para bailar y brincar con Falanoncaduca, banda reivindicativa y festiva astur con ritmos reggae y ska, al estilo Betagarri.

Ambiente familiar

Era esa la instantánea que dejamos atrás tras abandonar el recinto al que acudimos al anochecer para disfrutar, en un ambiente familiar, de Xabi Aburruzaga. Con poco público aún, y mientras los niños correteaban por la hierba y los asistentes al evento aprovechaban para dar un paseo por el interesante mercado de artesanía de al lado, el trikitilari de Portugalete presentó «Denboraren naufrago» (Elkar, 2009), trabajo que presentó para la Azoka de Durango y en el que muestra un esfuerzo compositivo digno de resaltar, aunque disponga después de poco espacio escénico en directo.

Al igual que el álbum en cuestión, su actuación fue un viaje sonoro a través de ritmos italianos, argentinos, irlandeses y, como no, de Euskal Herria, con un Aburruzaga comunicativo que presentaba brevemente, tanto en euskera como en castellano, temas como el dedicado a su abuelo. En conpacto sexteto, la música de Aburruzaga trasciende de los sonidos folk para, a veces, incluso acercarse a sonoridades más jazzísticas, destacando la labor del multi instrumentista José Urrejola.

Tras ellos, y con un público más numeroso, los hermanos Tejedor, provenientes de Asturias, presentaron «Música na maleta» en octeto, y destacaron con temas como la alegre «Anglirú», o «Muñeiro de Carcarosa». Con la gaita como protagonista y la cálida voz de Silvia Quesada hipnotizando la noche, la banda sonó impecable con el trabajo, en el sonido, de César Ibarretxe.

Sin duda Tejedor es una banda de altura, y así lo demostraron, sonando compactada y rica en matices.

Tras ellos, turno para Sokaide. Aunque los cambios de escenario se realizaron con celeridad, para cuando los de Amurrio se presentaron encima del tablado, el ambiente familiar dejaba paso a uno más juvenil, y la atención inicial dejó paso a una velada más festiva.

También en octeto, gracias a la inestimable colaboración de un invitado especial de lujo, un Ibon Koteron especialmente dinámico y activo, Sokaide cuida su puesta en escena con detalle, y además de colgar en el tendedero sábanas y calcetines, combina música con baile. Musicalmente, se basan en ritmos tradicionales a los que añaden un barniz pop.

Tras un set breve pero intenso dirigido por una comunicativa y dulce Naroa Gaintza, dieron paso a Falanoncaduca, que hasta entonces se habían dedicado a invitar a sidra a los espectadores.

A las 3.30 marchamos de Sopuerta, mientras la reivindicativa banda reggae ska pide más marcha.

Fantástico ambiente en el Mendebala, festival que, además de ofrecer un fin de semana de folk con músicas del cantábrico organiza, cada dos años, un concurso de maquetas -este año no tocaba-.

A destacar también, el nivel del mercado de artesanía, con tejidos bordados a mano, trabajos hechos en madera y joyas diversas. Y como curiosidad, un singular luthier que presentaba una cora preciosa.