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Recorrido multisensorial por el festival del paisaje y de la cultura

El Valle de Tena vuelve a demostrar, un año más, que la buena música con un bonito paisaje suena mejor. Alrededor del embalse de Lanuza, los sonidos latinoamericanos protagonizan el cartel de un festival que va mucho más allá de los conciertos.

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Itziar AMESTOY

Aguardando entre las montañas del Pirineo oscense, hay un lugar en el que cada año oferta cultural y paisaje demuestran que pueden ir de la mano. Con las 19 ediciones en las que se ha celebrado, hablar del festival Pirineos Sur no es una novedad; pero cada día de cada edición sigue guardando una sorpresa para quien se anime a visitarlo. Hace mucho que superó el concepto de «serie de conciertos musicales» y hoy en día se puede hablar de un festival de las culturas abierto a los cinco sentidos. Las razones, una a una.

El entorno del festival es prácticamente inmejorable. Protegido por la peña Foratata, el primer escenario cuenta con la curiosa peculiaridad de que flota sobre el embalse Lanuza. Esta característica tiene dos ventajas claras. La primera, evidente y sobre todo visible, es el marco paisajístico que ofrece. Pero también tiene otra de carácter defensivo. Cual castillo medieval, de foso actúan los metros que separan al público del escenario. Así, si algún eufórico tiene tentaciones de subirse al escenario, primero una valla y luego un efectivo baño de agua harán que los ánimos flaqueen. Pero no es el público el único favorecido. Cambiando la perspectiva, los músicos -al menos los presentes el primer fin de semana-, resaltaban las vistas a la montaña con las que actuaban. Como detalle, aplaudían a quien se le había ocurrido poner el camerino justo detrás del escenario, es decir, en medio del embalse. Minutos antes de subirse sobre las tablas, por lo tanto, disfrutan de una apaciguadora calma. La vista, el primero de los cinco sentidos del festival, está más que satisfecha para unos y para otros.

No hay que olvidar, sin embargo, que el eje del festival son los conciertos que cada día traen música hasta el Valle de Tena, y lo seguirán haciendo hasta el próximo 25 de julio. Ritmos y sones latinoamericanos son los protagonistas de esta edición. Como conmemoración del Bicentenario de las Independencias, Pirineos Sur ha puesto sobre la mesa temas como la colonización y el proceso histórico posterior o el eurocentrismo en la mirada a América. Como consecuencia, esta edición muestra la «rica realidad musical de Latinoamérica, a la que nos unen cientos de lazos y de influencias mutuas en todos los aspectos, y entre ellos, en lo musical», según ilustra el director Luis Calvo. Después de las vueltas por el mundo que ha dado el festival tan sólo una edición anterior había sido monográfica de Latinoamérica, ocurrió en 2003 y se puede vivir ahora.

El primer fin de semana arrancó el jueves con el «didáctico» concierto de León Gieco que ofreció un interesante repaso a la situación de su país, Argentina. Como en años anteriores, la afluencia de público empezó siendo algo más floja por el mismo hecho de ser jueves. A medida que el fin de semana ha ido avanzando también ha ido subiendo el público, en un festival que, además de a los vecinos, suele convocar a gente algo más lejana. Así, Pirineos Sur está frecuentado por mucha gente de Euskal Herria, sobre todo de Gipuzkoa. Los catalanes se pondrían en segundo lugar, según el sondeo -no exhaustivo- que puede ofrecer pasear por las zonas del festival.

El viernes fueron los argentinos Estelares los encargados de abrir el día. Con un rock algo meloso, trajeron un estilo de música que parece estar funcionando en su país y con el que calentaron motores para el que fue el concierto de la noche. Después de ellos, subieron los de Molotov y demostraron que los éxitos que les hicieron conocidos más allá de México en 1997 siguen siendo efectivos para poner en pie al público. El sábado se preveía más potente; y así fue. Albert Pla subió acompañado por una gran banda -algo de lo que dejó constancia el impresionante y emocionante solo con el que deleitó Diego Cortés-. Aun así, fue el de Sabadell quien demostró que él es un show en sí mismo. Con míticos y nuevos temas exaltó, generó risas y, cómo no, bailes. Destacable fue la interpretación de la canción «La Colilla» con la que el auditorio natural de Lanuza vivió en directo la quema de todos los Estados Unidos de América. A su lado, el que se esperaba como plato fuerte de la noche, Fito Páez, quedó menos generoso. No se puede negar que el argentino reunió a sus fieles, pero su música no contagió al público más reticente. Todo esto se vivió en el primero de los escenarios; pero esta es una opinión que -aunque contrastada- no es más que eso, una opinión de entre las miles que pudiera haber. El tema sigue siendo disfrutar de nuevos y conocidos sonidos con el ambiente de Pirineos Sur. Con esto, el deleite del oído está asegurado.

Un rincón de Sallent

Siguiendo en la búsqueda de sentidos, el gusto y el olfato tienen un lugar propio: el mercado de los mundos en Sallent de Gallego. Está situado en un bonito pueblo, que ha sido edificado junto al río que le da nombre. En este lugar se concentra gran parte del ambiente de día del festival así como los conciertos que tienen lugar entre semana. En el mercado, puestos habituales donde se pueden encontrar todo tipo de objetos ambientan el lugar. Siguiendo el paseo llegan los puestos de comida. Este año se han amoldado a la temática general del festival y en ellos se pueden degustar alimentos de variados rincones del mundo. Por lo tanto un buen recorrido para que el olfato viaje alrededor del planeta y allá donde decida quedarse, acabar saciando el apetito. Los comercios de la zona saben que tienen que amoldarse a éste, uno de los eventos principales del turismo estival, por lo que algunos restaurantes colgaban un cartel anunciado su traslado al mercado. A otros les costaba más amoldarse y al tercer día ya se oía en un puesto de comida mexicana que al encargado se le estaba poniendo «cara de burrito».

Es en este mismo espacio, en un escenario de menores dimensiones que el anterior, donde se celebran los otros conciertos. A excepción de los llamados principales, los conciertos que durante jueves, viernes y sábados llaman a más público, el resto se pueden ver y oír en Sallent de Gallego. Este lugar ofrece un ambiente más íntimo, reservado a vecinos o a algunos afortunados que disfrutan de vacaciones. Aquí tienen lugar citas musicales que suelen dar la sorpresa, como se prevé que suceda esta noche con el actor, músico, comediante y compositor Adanowsky.

Asimismo, entorno al mercado se presentan las diferentes actividades paralelas. Este año muchas de ellas están vinculadas a la temática general. «No son actividades menores» remarcaban el director del festival el sábado para dejar claro que «existe un Pirineos Sur de día». Pasacalles, actividades infantiles, talleres o conciertos familiares son algunas de las propuestas. Por ejemplo, desde mañana se empezará a celebrar el taller de Cajón Flamenco -si alguien no tuviera uno hay un puesto en el mercado en el que se pueden conseguir-. Los amantes de la percusión tienen una cita, por lo tanto, con este taller que impartirá la Escuela de Flamenco Los Cabales.

Tocar y tocar

Una buena manera de saciar al tacto, podría ser la del cajón flamenco. Aun así, para el disfrute del tacto nadie duda de que una buena compañía ayuda. La organización del festival, evidentemente, no puede estar a todo -aunque su eficacia es incuestionable-. Como elemento favorecedor sin embargo tomemos la zona de acampada. Cada fin de semana, para acoger a los visitantes más lejanos, ofrecen una zona en la que se puede acampar de forma gratuita. A medio camino en la carretera que une Sallent de Gallego y Lanuza, una amplia campa espera a las tiendas. Otra de las posibilidades se forma en las puertas del festival, con la hilera de coches que flanquean la carretera. Una vez acabado el concierto, al menos durante el fin de semana, el ambiente sigue vivo en la carpa del auditorio natural de Lanuza y, posteriormente, los que aún tienen fuerzas protagonizan iniciativas espontáneas que buscan alargar la diversión. El único enemigo, en esto de saciar el tacto, puede ser el frío en el que se suele envolver el festival. Estar situado en los Pirineos, algún inconveniente tiene que tener. Aun así, el primer fin de semana ha respetado con unas temperaturas nocturnas más que aceptables. Al menos para gente cercana, ya que los miembros de Molotov y Estelares coincidían en resaltar el frío minuto antes de ir a actuar.

Una visita al Valle de Tena en julio sirve para vivir con los cinco sentidos bien abiertos. Pero no es que Pirineos Sur haya dado ya lo mejor que tiene. A la presente edición aún le quedan muchos, muchísimos, cartuchos que quemar. Además de artistas consagrados e incipientes de Latinoamérica hay más sorpresas. La noche del 17 de julio, por ejemplo, se presenta como una «sugestiva velada norteafricana» en la que se podrá ver por un lado al consagrado artista argelino Rachid Taha junto a una figura emergente llegada desde Marruecos, la cantante Oum; dos viejos conocidos del festival. Otra breve mirada al continente africano tendrá lugar como noche de clausura el día 24 en la que podrán escuchar los sonidos del Sahel, en recuerdo a Ali Fraka Touré. El extraordinario guitarrista maliense, que falleció hace cuatro años, fue un defensor de la teoría que sitúa el origen del blues a orilla del río Sahel, y no en las plantaciones de algodón de la cuenca del Missisipi. Su reivindicación la llevó a cabo en 30 años de carrera y ahora Pirineos Sur reúne a su discípulo más aventajado -su sobrino Afel Bocoum- y su compatriota Toumani Diabaté. La explicación del cartel se podría alagar hablando de Aterciopelados, Totó la Monposiona, Los de Abajo y la Mojarra Eléctrica, los protagonistas del siguiente fin de semana. Pero para una consulta extensa, bien sirve visitar la web del festival -www.pirineos-sur.es-. Aun y todo, está claro que todo lo que ofrece este certamen supera un cartel colgado en Internet y la única manera de verlo, oírlo, saborearlo, olerlo y tocarlo es, precisamente, viviéndolo.

Miradas cruzadas en el festival de las culturas

El proyecto “Miradas cruzadas” busca estimular el intercambio, el diálogo y el encuentro entre artistas de diferentes culturas para propiciar un conocimiento mutuo. Este año, el concepto se ha traducido en un intercambio de estancias entre los artistas Safaa Erruas, de Marruecos, y el zaragozano Miguel Mainar. Ahora, en el marco del festival, se puede observar una intervención conjunta, consecuencia del intercambio producido entre los artistas, en una instalación «cuya carga poética nos invita a una mirada callada». Esta muestra estará visible mientras dure el festival en la carpa de Exposiciones de Sallent de Gallego.I. A.

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