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Iñaki LEKUONA Periodista

Ríos de tinta

Ala hora en la que la rotativa de este periódico escupe papel, medio planeta sabrá si el pulpo tiene razón. En pleno siglo XXI, una era en la que la Humanidad ha logrado hacer acopio de un acerbo cultural e intelectual sin igual en toda su Historia, cómo es posible que medio planeta esté pendiente de un molusco cefalópodo, por mucho que haya fútbol de por medio. La noticia ahora está -revuélvete Pullitzer- en el fondo de un acuario, ante las cámaras de medio mundo, agazapada a la espera de aparecer bajo los focos cual estrella de cine, pensando, si pensara, vaya cuadrilla de percebes.

El fútbol, que era un deporte, es todo negocio de hienas. Y, o se es un avispado caradura como los responsables del acuario alemán, o se es un pájaro como los de la FIFA, que sólo ellos sabrán la millonada que se habrán embolsado durante este mes en el que manadas de ñus no le hemos quitado ojo al jabulani. Mientras, en Sudáfrica echan cuentas para comprobar si, en lugar de gallina de los huevos de oro, el Mundial les salió rana.

Mientras la rotativa de este periódico escupía papel esta mañana, miles de personas andaban haciendo el mono, agitando banderas, alentando un nacionalismo que no es malo, porque ni es catalán ni vasco, sino un nacionalismo sano, de unión, de comunión. Y las radios y las televisiones, como loros, repetirán la acción del gol, el minuto de oro, el instante de historia en el que la exaltación patria hizo derramar lágrimas de cocodrilo por el orgullo de sus colores.

El fútbol nos retrata como la fauna que somos y nos coloca ante el espejo de una sociedad decadente en la que un molusco puede conseguir que se escriban ríos de tinta.

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