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AMBIENTE Casi todas las camisetas naranjas en Avoriaz, holandesas

Las etapas alpinas con menos ikurriñas en la ruta

El atractivo programa de Pirineos lleva a la afición vasca a centrarse en él

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Joseba ITURRIA

Entre las decenas de millares de aficionados que se acercaron al único final alpino de entidad se podían ver maillots y banderas de todos los países, pero para encontrar la primera ikurriña había que descender hasta la pancarta del último kilómetro, donde esperaban tres aficionados de Otxandio.

Izaskun, Lourdes y Josu se mostraban sorprendidos por la escasa presencia de vascos: «Hemos visto a una pareja un poco más arriba, pero en total habrá media docena. A nosotros nos gusta la montaña y hemos venido porque nos coge de camino de Suiza, donde vamos a pasar unos días. A la vuelta estamos mirando para ir a las etapas del Tourmalet».

Ha sido el atractivo de las jornadas pirenaicas más cercanas y el poco interés de las alpinas lo que ha motivado que los vascos esperen a la tercera semana. La marea -baja- naranja la constituían los holandeses que se acercaron a Morzine con la esperanza de disfrutar anoche del triunfo de su selección en el Mundial de fútbol.

Para encontrar unas camisetas naranjas de apoyo al Euskaltel había que bajar kilómetro y medio más abajo y ni siquiera eran vascos. «Somos de la zona de Montelimar. Nos compramos estas camisetas el año pasado en el Tourmalet porque los vascos son simpáticos, gentiles y les gusta mucho la fiesta, como a nosotros, que venimos a divertirnos y a tomar cervezas», explica Frédéric mientras bebe en una barra con su amigo Guillaume. Apenas conocen a Samuel y Txurruka entre los corredores de Euskaltel a los que quieren animar y sitúan su simpatía por el equipo naranja en la época de Iban Mayo, aunque le adjudican el triunfo del Tour en Tourmalet y no en Alpe d'Huez.

«Los vascos ponen el ambiente»

Dejan claro que son más aficionados a las fiestas que al ciclismo y así recuerdan las de Baiona y los gritos «Euskaltel, Euskaltel, oe oe, oe» que cantaban el año pasado «con los vascos, que son los que ponen el ambiente al Tour. Saben hacer la fiesta como nadie».

Para encontrar un maillot de Euskaltel hubo que esperar a que Iñigo González Ibarra, de Aranguren, acabara de subir el puerto a sus nueve años junto a su padre José Luis con una cadencia que ya les gustaría tener a muchos profesionales. Con cinco subió a Beret, con seis el Aubisque y el Aspin y con siete y ocho al Tourmalet. Con nueve ha subido Lamoura y Morzine -«sin parar», apunta Iñigo- y mañana atacará los 25 kilómetros de La Madelaine.

Su padre José Luis explica que corrió desde los diez años hasta juveniles, donde coincidió en diferentes equipos con futuros profesionales como Balboa, Portillo y Gastón, pero que se saturó y no quiere que su hijo compita desde tan joven. Desea que no cometa sus mismos errores y por eso sube con un plato más pequeño (24) que el piñón (26). Un desarrollo que mueve como un molinillo. Aun así, subieron a una media de 10 km. hora el puerto de Morzine y el padre tenía problemas para seguir al crío.

Y como todos, estaba sorprendido por el escaso número de ikurriñas: «En la subida de Lamoura ayer vimos una y hoy dos». Habrá que esperar en los Pirineos a la última semana.

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