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Cuando el txin-txin se impone al toc-toc

Arantxa MANTEROLA

Han tardado en reaccionar. Seguramente no se creían que esa «idea loca» de seleccionar los residuos y recogerlos a las puertas de los domicilios tuviese recorrido. Reflejándose en su propio espejo, no contaban con que la cordura prevaleciese sobre la comodidad. Ni imaginaban que miles de ciudadanos se pusiesen manos a la obra para ensayar -con éxito innegable- otro modo de gestión de los millones de toneladas de basura que con el modus vivendi actual generamos. Suponían que, «como siempre», la plebe «confiaría» en sus (?) representantes institucionales y delegaría el problema en quienes «entienden del tema».

Para su sorpresa, una avanzadilla de empecinados convenció a sus convecinos de que había que intentarlo por muchas razones, entre ellas, por la amenaza de una incineradora ante sus narices. Pero, también, por otro motivo de mucho peso: la responsabilidad hacia ellos mismos y hacia las generaciones futuras.

Calcularon mal y ahora, ante efecto de contagio sensato que se está dando en cada vez más pueblos guipuzcoanos, se llevan las manos a la cabeza. A esa cabeza que sí les ha servido para calcular muy bien los beneficios millonarios que junto a humos, gases, dioxinas y furanos producirá el botafumeiro de última generación.

Tienen prisa en «recuperar» lo que «democráticamente» -dicen- es suyo y, sin esperar a la nueva composición de los gobiernos locales -ya se verá si «tan democrática» como las actuales- han movido ficha para hacerse con las riendas de la Mancomunidad e imponer su proyecto. No vaya a ser que el toc-toc del puerta a puerta desposee algunos bolsillos del tan codiciado txin-txin.

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