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José María Pérez Bustero | Escritor

La tercera gran vía: Udalbiltza

En los últimos 60 años se han intensificado tres vías en la autoafirmación de Euskal Herria como conjunto nacional, que van completando un gran impacto en la idiosincrasia de los vascos. La vía cultural. La vía reivindicativa. La vía de estructuración interna. Para percibir exactamente la trascendencia de esa triple afirmación de la Euskal Herria global hay que diferenciarla de la afirmación de «lo vasco», tan en boga desde ciertos medios y partidos, como mixtura de hechos desconectados. Con ésta me refiero a la afición o promoción de sucesos o exotismos en cuanto valores atascados en sí mismos, coincidentes en la geografía vasca. En ese sentido, no hay ningún antivasco en el panorama político. A los alcaldes, junteros o consejeros de UPN o PSOE en Hegoalde o a los políticos de UMP y PS en Iparralde les pueden gustar los casticismos y anecdotario vascos como al que más, por muy apasionados que sean del nacionalismo español o francés. El telediario de Alberto Surio, por ejemplo, nos muestra una porción amplia de sucesos o historietas desperdigados que tienen lugar en zonas vascongadas, y hasta lo hace con afecto.

A un paso de estas adhesiones se encuentran los apegos zonales aislados. Entre ellos pueden citarse, como muestra, los alardes del alcalde de Bilbo con la nueva imagen de la villa, la querencia del alcalde donostiarra de hacer de Donostia una ciudad top-model, el propósito de enaltecer a Gasteiz como capital de Euskadi, o la voluntad de la alcaldesa de Iruñea de hacer una pulida ciudad de pijos.

En realidad, los propósitos o formulaciones centradas en una zona determinada, desconectándose o contrapuestas a las restantes, así como los conceptos, visualizaciones, memoria histórica o proyectos que no se integran en la realidad global vasca no son afirmaciones de Euskal Herria, sino que la difuminan o trocean.

Las vías de afirmación de Euskal Herria contemplan, por el contrario, una dinámica global y buscan su configuración como pueblo. La vía cultural, en concreto, con la génesis de estudios antropológicos e históricos y la recuperación progresiva del euskara, ha tenido cuatro efectos decisivos entre los vascos. Primero, la reinterpretación coherente de nuestro proceso y de nuestras características frente a la imagen burlona y hostil creada desde fuera; segundo, una autoestima colectiva y un renovado apego a nuestra realidad; tercero, la creciente conciencia de ser un pueblo diferente y no un fragmento de otros; y, por último, un enérgico sentido crítico frente a lo que nos coarta.

Como efecto de esa enorme renovación de conciencia se ha venido ampliando, sobre todo desde la época franquista, la vía reivindicativa contra los sistemas político-económicos imperantes. Las reivindicaciones han surgido en dos perspectivas. Por un parte, la exigencia de un reconocimiento como nación. Por otra, los requerimientos sectoriales que densificaban esa exigencia básica, reclamando la recuperación del euskara, la igualdad de roles para hombres y mujeres, la protección o recuperación del equilibrio ecológico, la gestión compartida por todos de la riqueza. Esa dinámica de autoafirmación y de rebeldía ha pasado a ser definitoria del Pueblo Vasco en los tiempos actuales.

En la experimentación de la vía cultural y reivindicativa se venía percibiendo, sin embargo, que era necesario dinamizar otra vía. La de estructuración interna del país, sin esperar al día de emancipación del sistema opresor. De otro modo, cabía temer que, llegados al momento de autodeterminación política, podríamos tener entre las manos un País Vasco sin una experiencia global de sí mismo, e incapaz de enhebrar decisiones conjuntas.

En la búsqueda de este nuevo camino, se fue gestando lo que sería más tarde Udalbiltza. No fue, por tanto, una decisión repentina, sino fruto de una larga experiencia de intentos, contactos y esfuerzos conjuntos en muchos campos. En dicha búsqueda se fue entendiendo asimismo que no bastaba operar desde la buena voluntad de personas individuales. Y teniendo en cuenta que la estructura municipal constituía un hecho de gran consistencia en Euskal Herria, se la tomó como punto de arranque.

Así es como el 18 de septiembre de de 1999 se puso en marcha, por parte de 1778 cargos electos, la Asamblea de Ayuntamientos y de Electos y Electas Municipales de Euskal Herria. Su propósito era dotarse de un marco común de encuentro, impulsar un proceso dinámico y democrático con la máxima participación ciudadana en ámbitos lingüísticos, culturales, deportivos, medioambientales, de ordenación territorial, desarrollo económico, bienestar social, y proyectar en el ámbito internacional la existencia de Euskal Herria.

Durante los siguientes tres años y siete meses, el recorrido demostró la dificultad de agilizar su funcionamiento dentro de las sensibilidades todavía vigentes pero, a pesar de ello, se llevó a cabo una intensa labor en los ámbitos previstos. Cabe destacar el proyecto «Zuberoa garatzen» ante la grave situación de dicho territorio, creando un Fondo Vasco de Cohesión para canalizar los proyectos de desarrollo empresarial; el compromiso para avanzar hacia una salida política y dialogada del conflicto vasco; la redacción de la propuesta a la sociedad vasca para su debate «Carta de Derechos de Euskal Herria»; la celebración de la Conferencia Internacional por los Derechos de los Pueblos; se impulsó el Foro de Debate Nacional...

Y, de pronto, el día 29 abril 2003, de madrugada, la Policía española procedió al registro y precinto de las sedes de Udalbiltza, y detención de ocho personas por su trabajo en campos relacionados con la institución. ¿Qué había sucedido? El sistema había captado que Udalbiltza desarrollaba una tarea tan transcendente que acabaría determinando una dinámica imparable para el Estado. Había que cortarla desde la judicatura para no retrasar la intervención en pasos legislativos, siempre complejos. Una vez confiscadas sus pertenencias y recursos, no había prisa. Se puso en marcha el proceso judicial por la vía penal (Sumario 6/03), y hoy, siete años más tarde, va a iniciarse el juicio oral contra 22 personas relacionadas con Udalbiltza para las que se piden entre 10 y 23 años de cárcel

Al margen de la escandalosa imputación de un posible delito de «integración en organización terrorista» y de «allegamiento de fondos a la organización terrorista ETA», sobre lo que no existe documento ni indicio alguno, el Estado se frota las manos por el parón conseguido, y hasta ventila la posibilidad de que los aparatos jurídicos del Estado cierren toda vía de conformación interna de Euskal Herria.

Con ello, las estructuras del Estado vuelven a proponer el vasquismo como única actitud legal. No hace falta ser antivasco sino que es legal aficionarse al monto de hechos que se citaban al principio, o sea, al anecdotario, tipismos, fotos de preciosos paisajes, promoción del trilingüismo y otros hechos o valores desperdigados por la geografía vasca. También se permiten y promueven los apegos zonales contrapuestos a otras comarcas o provincias, desde la competencia entre ciudades a las pelusas entre equipos de fútbol. Por el contrario, toda afirmación de una Euskal Herria global debe ser vestida de integración en banda terrorista, imputada, emparedada y diseminada.

En ese sentido, se hace imprescindible una gran reacción social. Hay que tener claro que todo lo que se lleve a cabo como apoyo a los imputados y como denuncia pública de la hipocresía e injusticia de dicho proceso judicial, supone un acto de defensa del Euskal Herria. Adhesiones formales, participación en concentraciones o manifestaciones, trabajo en comités de apoyo... son esfuerzos para poner de nuevo en marcha la vía de estructuración interna de nuestra tierra.

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