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Maite SOROA

La perplejidad de los conversos

L a tristeza que embarga a los conversos se fundamenta en su incapacidad de entender a quienes no abrazan la nueva fé. Y eso les lleva, además, a distorsionar la realidad hasta hacerla irreconocible a los ojos del resto del mundo.

Edurne Uriarte, que abrazó la rojigualda con arrobo ya de mayorcita, mostraba su perplejidad ayer en las páginas de «Abc» y sentenciaba que «hay que volver a preguntarse estos días por el catalán escondido. Y por el vasco escondido. Por esa mayoría social en Cataluña y en el País Vasco en todas y cada una de las encuestas realizadas desde el inicio de la Transición que se siente española además de catalana o vasca». Si en lugar de encuestas amañadas hicieran, de una santa vez, una pregunta a los pueblos vasco y catalán, Edurne y compañía se iban a caer de espaldas.

La cosa le parece grave a Uriarte porque, asegura, «apenas osan exhibir la bandera nacional cuando de una fiesta como la del fútbol se trata ni criticar la manifestación anticonstitucional e independentista del sábado en Barcelona. Son mayoría social, pero están callados y desaparecidos. Se quedaron en casa en el País Vasco mientras el resto de España celebraba el triunfo de la selección en la calle. Y en casa en Cataluña mientras los independentistas ocupaban las calles en Barcelona». Será, querida Edurne, que no hay tal mayoría social. Que las mayorías son otras.

Lo que falta, dice la columnista, es liderazgo en el españoleo. Y no se refiere sólo a los políticos sino a «los demás líderes, los líderes sociales, culturales, deportivos, económicos. Los jugadores catalanes y vascos de la selección, por ejemplo, que hubieran empuñado sin complejos la bandera nacional en las celebraciones, cosa que no pude ver en ninguna de las imágenes televisivas, como sí vi a Sergio Ramos con todas las banderas que era capaz de sostener alrededor de su cuerpo. No hay un Sergio Ramos en el País Vasco o en Cataluña, o un Rafa Nadal que llevaba la bandera nacional hasta en la frente y las mejillas. O artistas como Plácido Domingo. O intelectuales. O líderes sindicales o empresariales». Edurne no puede comprender que también aquí y en Catalunya hay líderes sociales, futolistas, artistas, intelectuales... pero prefieren la ikurriña y la senyera.

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