Raimundo Fitero
Encierros sin
Han sido peores las retransmisiones en directo de los encierros de los Sanfermines que en otros años? Yo diría, sin mucho énfasis, que han sido más aburridas, y se debe entender que el material que proporciona la opinión subjetiva de mayor o menor interés es el propio desarrollo de los acontecimientos, es decir los seis morlacos y sus guardianes capados, las cuestas, curvas y rectas del recorrido y la actitud de los ocupantes de ese espacio urbano acotado y vallado. Si en ese espectáculo suceden cosas especiales, se divierte uno algo más, pero si son carreras más o menos limpias, sin apenas incidentes, la cuestión empieza a ser bastante más tediosa.
Pero la sensación de menor interés que uno ha sentido se debe a varios factores y deberíamos empezar por uno que afecta a la globalidad, es decir al programa en sí mismo, a los minutos destinados por la cadena estatal a narrarnos los minutos previos, el encierro, sus repeticiones y los minutos posteriores. Y se ha notado la falta de un entretenimiento añadido: la publicidad. Confieso que me desesperaba en años anteriores, esos cortes me provocaban despistes, pérdidas de atención, porque a esas horas, entre las necesidades fisiológicas irrenunciables y otras tareas perentorias, te podías perder alguna repetición. Y claro está, la publicidad de antes era abusiva, demasiados cortes y demasiado largos esos cortes. Pero es que ahora, sin esos espárragos y patxaranes, la cosa depende mucho de la continuidad de los locutores y ahí, con mis respetos, han fallado mucho, nos hemos acordado en cada momento del anterior narrador, Javier Solano, y su sustituto no ha dado la talla, ni sus compañeros, que intentaban darle algo más de enjundia, pero no tenían recursos.
Técnicamente no ha habido novedades reseñables, la narración audiovisual ha sido correcta, pero ha fallado eso tan intangible como es una buena locución. Obviamente, el silencio es fantástico, pero cuando se rompe, lo que se diga debe aportar luz, no ser obviedades, reiteraciones. Si tuvieran los locutores del plató y de calle una mayor implicación emocional y cultural con lo que realmente sucede nos hubiéramos ahorrado tantas vulgaridades y lugares comunes.