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Debate de política general en madrid

Zapatero no convence con el Estatut ni con sus planes anticrisis

El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, apeló a la urgencia del momento que atraviesa el Estado español para intentar justificar sus draconianas medidas contra la crisis. A falta de margen de maniobra alguna para presentar sus en su día sonados golpes de efecto, Zapatero se limitó a reiterar su propuesta de intentar rescatar lo poco que queda del maltrecho Estatut catalán tras su tamizado por el Tribunal Constitucional. Tanto su discurso épico como su apuesta táctica de renegociar aspectos invalidados del Estatut «ley por ley» cayeron en saco roto en un pleno sobre el Estado de la Nación en el que volvieron a pedir su cabeza.

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GARA | MADRID

El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, arrancó su primera intervención en el debate sobre el Estado de la Nación (española) con lo que más que un guiño a Catalunya es un intento de cierre de filas con el PSC tras la crisis provocada por el recorte del Estatut por el Tribunal Constitucional.

En su quinto debate desde su llegada a La Moncloa, en 2004, no hubo golpes de efecto (tipo cheque-bebé) ni apelaciones al «optimismo antropológico» del que siempre ha hecho gala el presidente español.

Y es que ni el triunfo español en el Mundial de Fútbol sirve -pese a la brunete mediática- para refutar la realidad de la crisis global, económica y de credibilidad, que asola no ya sólo al Gobierno sino al Estado español como estructura, tanto al interior como al exterior.

Momento «crucial»

El propio Zapatero utilizó los términos «trascendental« y «crucial» para calificar el momento que atraviesa el Estado español. «El momento es decisivo para engancharnos definitivamente al grupo de países al que siempre hemos querido pertenecer. Podemos negarnos a acometer esta modernización y correr el riesgo de languidecer, de quedarnos descolgados», dijo.

En esta línea se inscriben sus constantes apelaciones a las reformas (draconianas), económicas y laborales, que centraron el grueso de su intervención.

Pero que la crisis va más allá lo evidencia que fuera precisamente la situación generada en Catalunya la que centró el comienzo de su intervención. Zapatero mostró así su disposición a estudiar, con la Genera- litat, la posibilidad de recuperar «por el cauce constitucionalmente procedente» algunos aspectos del Estatut invalidados por el Tribunal Constitucional español.

No de fondo, sino de forma

El presidente español puso claros los límites al advertir de que «el Tribunal ha dictado su sentencia (...) La acato, la cumplo y la haré cumplir» y añadió que, en todo caso, el rescate se limitaría «a algunos de los aspectos que han sido declarados inconstitucionales no por razones de fondo, sino del tipo de norma». O sea, de forma.

La invitación formulada por un Zapatero que ni siquiera mencionó la histórica manifestación del pasado fin de semana en Barcelona, puede interpretarse como un intento de propiciar una pista de aterrizaje al PSC, entre la espada y la pared de su obediencia partidista y su profesión de fe -en algunos casos electoralista- catalanista.

El president, José Montilla, valoró la propuesta aunque apuntó que «no basta con unas frases o una intervención pública». No obstante, dejó la puerta abierta a una componenda: «Lo tendremos que ver en las próximas semanas y meses». Montilla será recibido por Zapatero la semana que viene en La Moncloa.

«Absoluta falta de crédito»

CiU criticó lo tardío de la propuesta y acusó a Zapatero de una «absoluta falta de crédito». Ya en la tribuna de oradores, Josep Antoni Duran i Lleida, secretario general del partido que pactó con Zapatero un cepillado del Estatut anterior al perpetrado por el Constitucional, aireó el fantasma del crecimiento del sentimiento independentista pero en clave de amenaza. «¡Qué poco deben querer a España, a la que dicen amar tanto, para servirla tan mal!», apostilló Duran en referencia tanto al PSOE como al PP. El portavoz de CiU reiteró el mensaje que lanzó durante la votación del recorte de los salarios a los funcionarios ERC al dar por «terminado» el ciclo de Zapatero.

ERC acusó al presidente español de intentar un nuevo «atajo, volver al autonomismo de los ochenta, de los noventa, y volver a la negociación ley por ley». Joan Ridao recordó que los catalanes «ya no están para atajos, sino por «ejercer democráticamente el derecho a decidir».

ICV acusó a Rodríguez Zapatero de no haber entendido el mensaje de la manifestación y le instó a cambiar todas las leyes, «e incluso la Constitución, que ha bajado tanto el techo que hace que muchos catalanes no puedan caminar de pie».

En las antípodas, el presidente del PP, Mariano Rajoy, acusó a Zapatero de haber ido «de engaño en engaño» con el Estatut hasta crear «una grave crisis institucional de consecuencias imprevisibles» y le exigió que «deje el asunto en paz (...) sin añadir más leña al fuego con nuevas promesas que sólo buscan la rentabilidad electoral». Todo ello en un discurso en el que pidió hasta en tres ocasiones elecciones anticipadas.

Presentó como «homenaje a las víctimas» el recorte de libertades

Durante su discurso, el presidente del Gobierno español presentó como «el mejor y más efectivo homenaje» a «las víctimas de la sinrazón terrorista» la «unidad democrática» demostrada en propuestas conjuntas en el Congreso como la que pretende recortar aún más las libertades en materia electoral, lo que José Luis Rodríguez Zapatero denomina «la reforma electoral que propone incrementar las capacidades de actuación contra quienes utilizan las instituciones democráticas para apoyar al terrorismo».

Zapatero entró en materia apuntando que «en este año, ETA ha seguido debilitándose gracias al esfuerzo y la eficacia de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, que han descabezado, una y otra vez, su organización y han evitado los atentados de quienes siguen sin tener otro lenguaje que el de la violencia. Después agradeció «el esfuerzo de todos quienes están implicados en la lucha antiterrorista», la «cooperación de Francia y Portugal y la unidad de todos los partidos en la defensa de nuestras libertades».

Recordó a los tres miembros de las FSE muertas en atentados de ETA desde el pasado debate y también tuvo en su memoria al gendarme fallecido en un enfrentamiento armado cerca de París. Además, calificó de positiva la unidad sobre la «ley integral de ayudas a las víctimas del terrorismo».

Sin embargo, el presidente del Gobierno español no abordó en su discurso ni los evidentes cambios que se están produciendo en el ámbito político vasco -y que incluso miembros de su partido reconocen- ni el llamamiento que desde Bruselas le hicieron varios premios Nóbel y otros expertos internacionales.

I.I.

Insistencia en retrasar la edad de jubilación, entre medidas de «contrarreforma» social

El presidente del Gobierno español insistió ayer en la intención de «elevar la edad legal de jubilación de forma progresiva, y en un periodo de 12 años, desde los 65 años de la actualidad hasta los 67», al tiempo que destacó la necesidad de introducir medidas que mejoren el aspecto contributivo del sistema, bien considerando un período de carencia más amplio para tener derecho a percibir una pensión, bien ampliando el período de cálculo de las cotizaciones efectuadas.

Esta medida se incluye entre un amplio capítulo de reformas -algunas iniciadas ya y otras por emprender- que prácticamente todos los grupos, desde la izquierda hasta el PP, consideraron que es una «contrarreforma» social o, al menos, una enmienda a la totalidad del programa electoral con el que el PSOE llegó al Gobierno.

En materia de pensiones, Zapatero presentó la idea de alargar edad y plazos como una necesidad para las próximas décadas y la ligó a una cuestión demográfica. Apuntó que «no es un problema de hoy», porque el sistema mantiene un superávit, ni una cuestión relacionada con la crisis, «pero -explicó- sí es un problema que debemos resolver hoy».

Mariano Rajoy, presidente del PP, adoptó en esta materia casi un discurso sindicalista, y acusó al presidente de ser «bravo y enérgico con los más débiles». para no tener que serlo con otros. Aseguró que se había «cargado el mejor pacto que teníamos», en referencia al llamado Pacto de Toledo sobre las pensiones.

BNG, IU y ERC también criticaron el carácter antisocial de las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno. Tampoco al PNV le gustaron.

Sin embargo, Zapatero quiso presentarlas como imprescindibles. Además, el presidente español acusó a Mariano Rajoy de haber sido «demagógico y falaz» en la cuestión de las pensiones, puesto que la congelación no afecta a las mínimas y además llega después de las subidas realizadas por el PSOE, mientras que el PP las dejó por el suelo.

Zapatero anunció que en los próximos presupuestos tendrá que pedir más «esfuerzos» a la ciudadanía y requirió unidad a los partido. Rajoy se negó a «remar conjuntamente» o a «arrimar el hombro», porque no se fía de él. Por eso pidió elecciones.

GARA

El PNV duda de la lealtad del presidente pero le tiende la mano

El portavoz del PNV, Josu Erkoreka, basó su discurso en el recelo que le produce el presidente del Gobierno español, que tanto en lo referente a la «España plural» como a la «España social» ha cambiado totalmente de discurso. Reconoció que la «geometría variable» e incluso la «geografía variable» le ha permitido aprobar leyes y mantenerse a flote, pero observó que este planteamiento empieza a flaquear. Erkoreka se mostró dolido porque a pesar de haberle permitido aprobar los presupuestos generales del Estado, luego les haya propinado «cachetes sonoros» como «la enmienda Florentino» y la reforma electoral para, «después de un año sin atentados, dar una vuelta de tuerca más a la Ley de Partidos». El portavoz jeltzale denunció, además, el incumplimiento de los acuerdos presupuestarios, y también que no haya habido transferencias. Pese a ello, siguió con la mano tendida para futuros acuerdos. Zapatero negó los incumplimientos, pero no asumió compromisos con el autogobierno. Agradeció al PNV sus apoyos y mostró su «oferta directa» para seguir alcanzando acuerdos en el futuro, incluso estables. Aunque eso «es cosa de dos». Erkoreka se mostró decepcionado, pero siguió con la mano tendida.

I.I.

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