El ataque a las fiestas es parte de una estrategia que debe ser contestada de modo sostenido
El ataque por parte de las autoridades municipales contra la participación popular en las fiestas de pueblos y ciudades se está convirtiendo en una constante. Se terminaban ayer unos sanfermines marcados por la denuncia de las peñas de Iruñea contra los ataques que han recibido por parte del Ayuntamiento gobernado por Yolanda Barcina. Y sin que se hubiese apagado el humo de las velas del «pobre de mí» sonaban cada vez con mayor intensidad las bravatas de otro primer edil, en este caso el alcalde de Bilbo, Iñaki Azkuna, que arremetía de nuevo contra las comparsas. Podría pensarse que estos ataques tienen que ver con el talante caciquil de esos dos personajes concretos. Pero haciendo un poco de memoria cabe concluir que se corresponde con una estrategia que lleva en marcha varios años en esas y en otras ciudades de Euskal Herria. Una estrategia sostenida que busca tomar el control de las fiestas y hacer de ellas un evento más de la agenda turística de cada lugar. Eso implica que la respuesta debe ser también sostenida, es decir, que debe ir más allá de los ataques concretos y buscar marcar una tendencia que imposibilite la aplicación de sus planes.