CRíTICA cine
«Mi segunda vez»
Mikel INSAUSTI
La comedia de Hollywood se encuentra bajo mínimos y si subsiste comercialmente es por fomentar el conformismo entre el público. Art Garfunkel aparece en “Mi segunda vez” en el papel de padre del joven protagonista, con el consiguiente guiño al clásico de Mike Nichols “El graduado”. Los más de cuarenta años que han transcurrido entre una y otra película permiten observar los cambios habidos en la sociedad norteamericana, que se ha vuelto mucho más conservadora y puritana. En teoría el hecho de que exista una mayor diferencia de edad entre Catherine Zeta-Jones y Justin Bartha que la que había entre Anne Bancroft y Dustin Hoffman podría pasar por un avance, pero ahora esa relación entre una mujer madura y un universitario es presentada con una serie de justificaciones que antes no existieron. El primer beso entre la nueva pareja no llega hasta pasada la hora de película, porque todo ese tiempo se emplea para preparar dentro de la máxima corrección el escenario que haga propicio e inocente el enamoramiento entre la madre de familia y el canguro de sus hijos.
Ella intenta superar el engaño de su marido, que le fue infiel durante la fiesta de cumpleaños de uno de sus hijos en común. Queda bien demostrado que su “ex” nunca la quiso, ni tampoco a los pequeños. Él, a pesar de su juventud, fue utilizado por una francesa que quería casarse solamente para obtener el permiso de residencia, con el consiguiente descorazonamiento. Pero, al trabajar como canguro, el chico evidencia un mayor cariño hacia los niños y su madre que el propio padre biológico, con lo que acabará por reemplazarle de forma puramente romántica y desinteresada. Hasta las amigas de la protagonista consideran que hace bien en vengarse de su “ex” con otro más joven, sin comprender que no se trata de eso, sino de un verdadero romance. Para que esta comedia rosa no resulte del todo ñoña se introducen los consabidos elementos escatológicos de moda, que, habiendo críos de por medio, son del tipo “caca-culo-pedo-pis”.