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«orion», una tomadura de pelo en clave heavy metal futurista

Ryan Adams y su lasciva creativa

Genio, loco, irónico, alcohólico, irrespetuoso con su propio legado, desordenado e incontrolado. Ryan Adams cabe dentro de todas esas definiciones. Hace dos meses publicó «Orion», una tomadura de pelo que él mismo calificó como su disco de heavy metal futurista. El Lp ha multiplicado por cuatro su valor en el mercado.

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Izkander FERNANDEZ | BILBO

Simplemente «Orion». Ryan Adams volvió hace un mes al mercado discográfico para colocar un mojón en su carrera creativa. El primer disco de ciencia ficción conceptual del compositor de Carolina del Norte (EEUU). Obviamente no era necesario que Adams se lanzase a afrontar tal aventura pero es indudable que un personaje enfrascado en el eterno debate entre genialidad y locura podía dar un paso en falso como este «Orion».

Los trece cortes que conforman la última aventura discográfica de Adams hasta la fecha fueron grabados en 2006 y han sido publicados recientemente despreciando el formato Cd. Una limitada tirada de vinilos con un single de regalo y un código para descargarse los temas vía internet conformaban el pack de lanzamiento. El precio inicial era de 25 dólares. «Orion» se agotó a los pocos días. Dos meses y medio después, el Lp se vende a 100 dólares y el single que se regalaba alcanza los 50.

Musicalmente «Orion» es un desaguisado totalmente falto de lógica. No pertenece a ese cúmulo de maravillas englobadas dentro del rock progresivo en el que brillaron King Crimson o Emerson, Lake & Palmer, entre otros. La marcianada de Adams es errática, distante, cargante y falta de lucidez. Tanto, que puede ser considerado uno de los peores lanzamientos discográficos de las últimas décadas, sino el peor.

Pero ocurre que Ryan Adams es un tipo peligroso, para lo bueno y para lo malo. «Orion» puede no ser más que una tomadura de pelo, pero también puede ser muchas otras cosas. Por ejemplo, puede ser una forma de medir el mercado, de publicitarse, de seguir en contacto con la escena, aunque el precio artístico a pagar sea excesivamente amplio.

No obstante, tras el patinazo, buscado o no por el propio Adams, la incontinencia creativa del compositor ha vuelto a ser noticia en las últimas semanas. Y es que según el Facebook del propio artista, tiene hasta cuatro discos listos para ser publicados en los próximos meses. Además, prestará sus servicios en el nuevo trabajo de Weezer, que se lanzará en setiembre bajo el título de «Heavy Mental».

Entre los supuestos cuatro nuevos proyectos que verán la luz en los próximos meses, destaca su nuevo lanzamiento junto a The Cardinals, la banda con la que comenzó a trabajar en 2005 con inmejorables resultados. El título comentado para esta nueva referencia es «III-IV».

Ryan Adams anuncia además un álbum como solista titulado «Blackhole» y dos proyectos más grabados en Los Ángeles y Nueva York.

«West Coast Sessions», facturado en Los Angeles, mantendrá una línea acústica y austera en la que Adams se ha encargado de la guitarra y el piano. «East Coast Sessions», registrado en Nueva York, es el contrapunto del primer proyecto, con una banda más desmelenada y metida de lleno en largos desarrollos instrumentales.

Habrá que esperar para ver los resultados, pero es sabido que la flexible capacidad creativa de Adams puede llegar a ser un arma de doble filo.

A finales de 2004 Bright Eyes, el niño mimado del folk por la prensa especializada de todo el planeta, anunció que durante 2005 publicaría dos discos de larga duración. «I'm Wide Awake, It's Morning» y «Digital Ash in a Digital Urn» vieron la luz el 25 de enero de 2005.

Ryan Adams se tomó el gesto de Conor Oberst, nombre real de Bright Eyes, como un desafío digno de pistoleros del lejano oeste. Así que el de Jacksonville dijo que si Oberst podía publicar dos discos, él publicaría tres a lo largo de 2005. Dicho y hecho. Coincidiendo con la llegada de la primavera, el verano y el otoño, Adams lanzó al mercado tres trabajos.

Pese al poso fanfarrón de las declaraciones de Adams, 2005 fue un año excelente para su carrera. Quizá no tanto en ventas ya que la situación de la industria por aquella época dejaba poco margen para las alegrías, pero sí en lo artístico. Y eso que de las tres referencias que vieron la luz ese año, una fue doble y otra rozó el estatus de doble.

«Cold Roses» fue el primero de los lanzamientos de Adams en 2005 y el primero junto a los Cardinals, donde Neal Casal figuraba como fiel escudero. Artísticamente Adams volvió a la cima a la que lo llevaron «Strangers Almanac», «Heartbreaker» o «Gold». Meses más tarde llegó «Jacksonville City Nights» para corroborar el espectacular estado de forma de Ryan Adams. Pero como todo buen sueño, aquella racha iba a tener un despertar agridulce. «29», el disco que ponía fin a la trilogía de Adams en 2005 carecía del brillo de «Cold Roses» o «Jacksonville City Nights». La producción era apagada y eso hacía que algunos temas se resintieran en exceso.

Adams daba la razón a sus detractores cuando éstos afirman que éste confunde capacidad con diarrea o posibilidades con lascivia. En definitiva, que si Adams se centrase y recortase el número de temas publicados, la calidad de sus discos sería todavía mayor y, quizá, algo para la historia.

Puede que este tramo final de 2010 o el inicial de 2011 sirva para que el genio maldito de Carolina del Norte de rienda suelta, otra vez, a su creatividad. A tenor de lo visto en «Orion», sólo cabe echarse las manos a la cabeza. Pero lo cierto es que con los Cardinals en el horizonte, el mejor Adams puede estar al caer.

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