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Fermín Gongeta Sociólogo

Perdona que no te haya escrito antes

El autor se dirige a las personas «que nunca me habéis leído, que nunca leeréis lo que escribo, que jamás imaginaréis cuáles son mis sentimientos y razonamientos». Con diálogos imaginarios construidos con astucia radiografía la sociedad, los tiempos difíciles que está viviendo, «años de lentejas y patatas, pero con poco aceite» y su relación con la compra y lectura del periódico. Tras un repaso a los comportamientos de «vacancieros, jubilados y los que un día vinieron de fuera», concluye disculpándose de aquellos que no leen «porque no puedes pagarte este diario; porque no te llega para echarte un café para leerlo con tranquilidad».

Ya sé que es un atrevimiento, y de lo más idiota, dirigirme a ti. ¿Atrevimiento o insolencia? Poco importa. Mis palabras no van a servir para nada. Ya sé que , como tantas veces, están de más.

¿Peco esta vez de engreimiento? ¿O falto a la sencillez y modestia cada vez que escribo? Al tomar la pluma hoy, posiblemente esté siendo más sensato que nunca acordándome de ti. Porque en esta ocasión quiero dirigirme a ti, a todos aquellos que nunca me habéis leído, que nunca leeréis lo que escribo, que jamás imaginaréis cuáles son mis sentimientos y razonamientos.

A fin de cuentas, ¿qué sentido tiene ver reflejado mi pensamiento y mi firma en las páginas de un diario? ¿Se trata únicamente de mantener viva una ideología, la de quienes lo compran y leen? ¿Que ellos sepan que hay otras personas con quienes pueden compartir una forma de pensar y de actuar? O que la oposición no nos ignore. Que conozca de primera mano que hay otros, tal vez pocos, que nos oponemos frontalmente a sus formas de actuar, de hacer política decadente y egoísta; que nos enfrentamos a su desprecio hacia los valores más elementales de los hombres, de aquellos que pretendemos, a toda costa, ser ciudadanos más que súbditos y vasallos.

Tengo ante mis ojos el diario GARA. Es domingo 15 de agosto. En Donostia se reclamaron ayer los derechos de Euskal Herria. Julia Roberts recibirá el premio Donostia. Regina Maiztegi y Zugaitz Izagirre eran detenidos «para cumplir condena» -¿es verdad lo de la condena?-. El periodista Wilson Quintero reflexiona sobre la proyección que tienen los emigrantes. Un total de 56 páginas, más el semanal 7K.

Pero nada de eso vas a poder leer. Porque tú estás en el paro. Tu familia. Tu mujer, tus dos hijos y tú mismo, vivís de la pensión del paro. Y sabes que es algo que te entregan ya con fecha de caducidad. La pensión del paro, me refiero, no es para siempre, El paro se detiene no porque se encuentre trabajo, sino porque te eliminan lo que deben darte en lo que pomposamente llaman estado de bienestar, o de derecho.

Antes, al principio de quedarte sin trabajo, cuando te mandaron a la calle o cerraron la empresa, comprabas el «Diario Vasco» o «El Correo».

-Son los que más anuncios de trabajo traen -decías-. Todo el mundo lo sabe.

Luego, pronto, dejaste de comprarlo. Entrabas en el bar y allí, en la esquina del mostrador, tomabas un café y, de paso, aunque tuvieras que esperar hasta más de una hora para que dejaran el diario libre, mirabas los anuncios a ver si tenías suerte y encontrabas algo.

-Nada de nada. Nunca sale nada. No hay currelo.

Porque para el resto de las noticias, tú ya sabes que la prensa no está hecha para ti. ¿Para qué tanto papel, si lo más importante te lo dicen en la tele...? Y además de manera gratuita.

-El papel no sirve para nada, menos aún lo que me puedan decir. ¿Cincuenta y seis páginas dices que traía hoy GARA? ¡Cualquiera se pone a leer todo eso! ¡No hay quien lo haga!

Donostia ha entrado en fiestas. La semana que viene serán en Bilbo. La anterior han sido en Gasteiz. Y también en Baiona. Los sanfermines fueron ya hace un mes.

-En mi casa no estamos para fiestas. Ya sabes, como en los años del hambre. Lentejas y patatas, pero con poco aceite. Dicen que no es bueno para el colesterol -dices con amarga sonrisa.

Las calles están vacías. Hay mucha gente que está de vacaciones. Es el momento que aprovecha el Gobierno para tomar decisiones sin que podamos protestarlas.

Es un gasto, el de las vacaciones, que está perfectamente trajinado y organizado, para el personal. Los que siempre han ido de vacaciones, porque han podido y siguen pudiendo, son los que toman los miles de vuelos que salen a diario de todos los aeropuertos. Luego están los que son aún capaces de pedir créditos para, según ellos, poder relajarse del estrés del trabajo.

Por mi parte siempre he pensado que lo más estresante que hay en esta vida es no tener trabajo, ni forma y manera de que te ofrezcan uno. Es ser considerado como un inútil y una carga para el Estado. Estos grupos, los vacancieros, no compran GARA. Porque las vacaciones no son tiempo de lectura, y mucho menos de la que te hace pensar.

Otros, muchos aún en Euskal Herria, los que vinieron un día de fuera, los que «tienen pueblo», desaparecen también del mapa. En el pueblo se gasta menos de todo. Menos en ropa, menos en plancha y jabón. Las patatas y legumbres están a precios más asequibles al bolsillo. Y además se respira aire más puro que en la ciudad. A muchos de estos pueblos no llega ni la prensa, y de GARA, si llega uno, es que está encargado.

¡El mes de agosto es mes de vacaciones!

Luego, claro, está el grupo de jubilados. Los del Inserso. Son vacaciones baratas. Aunque sean más baratas en otras épocas del año. Quienes viajan con la Diputación, con Adineko, son jubilados de más postín y de más posibles. Todos ellos acostumbran a viajar muy lejos, y claro, allí no llega GARA.

Yo mantendría sin gran probabilidad de error que ninguno de estos grupos compra ni lee este diario para el que hoy escribo estas líneas.

-Los que estamos en paro, ni vamos de vacaciones ni compramos la prensa, ni la leemos. ¡Claro que nos interesan los derechos de Euskal Herria! Que nuestros hijos sean educados en euskera. Queremos vibrar con nuestros equipos de fútbol y ciclismo. Queremos que la riqueza sea mejor repartida. Que haya trabajo para todos. ¿No era esto lo que se pedía en la manifestación de ayer?  Desde Barakaldo donde vivo, no pude ir a Donostia. Como tampoco podrían hacerlo más de uno y dos de Errenteria o de Gasteiz o de Tutera. No leo la prensa. No puedo leer lo que tú escribes. No tengo dinero. Ni tiempo, ni ganas. Cuando tenía trabajo, en el tiempo del bocadillo leía el horóscopo. Hoy no hago ni eso.

A ti, que no lees porque no puedes pagarte este diario, porque no te llega para echarte un café para leerlo con tranquilidad. A ti, que estás en paro, te pido disculpas. Perdona que nunca te haya escrito. ¡Barkatu mesedez!

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