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Fermín Congeta sociólogo

La izquierda abertzale, enemigo necesario

El autor analiza la necesidad de construir la figura del enemigo como vía para afirmar la propia identidad. Repasa el procedimiento que utiliza el Estado para hacer de la izquierda abertzale su enemigo y lo compara con enseñanzas clásicas del arte de la guerra. Advierte, también, sobre la analogía con métodos utilizados por los EEUU. Finalmente apuesta por la unión de fuerzas como «esperanza de un futuro sencillamente democrático».

Si un día desapareciera la izquierda abertzale, en cualquiera de sus variantes a lo largo de la historia, el Gobierno español se encontraría con un grave problema: se vería privado del enemigo. La izquierda abertzale es para el Estado español y el Gobierno socialista de la Comunidad Autónoma Vasca, o para la derecha en el caso de Nafarroa, un enemigo perfecto: sólido, constante y coherente. Y además de eso es un enemigo conocido y previsible. Coincide perfectamente con la definición que del verdadero enemigo hiciera el general prusiano Carl Von Clausewitz.

Poco importa que el robo público e institucional sea una práctica habitual dentro de los partidos políticos del Reino español. Lo mismo el que está en el poder, que el que antes lo practicó, igual que todo tipo de oposición. Todo poder tiene en su esencia una atracción fatal hacia el dinero. Tampoco importa que el Ministerio de Fomento haya repartido dinero por doquier para que los ayuntamientos e instituciones realicen obras con empresas previamente enriquecidas. Poco importa que el Reino esté al borde de la quiebra, los bancos en estrés y los banqueros súper enriquecidos. El caso Gürtel, puede ser una nadería, la diminuta punta del iceberg del derroche que se produce en el Estado.

Lo que inquieta de verdad a los gobernantes de turno, en todas las escalas, desde el Estado hasta los minúsculos municipios, son los contenedores que se queman en Euskal Herria, actos motivados por la ideología que sospechan sustenta ese fuego; y las constantes protestas callejeras que dicen alteran la paz pública. Porque para el Gobierno la paz es el silencio y la obediencia sumisa. En eso consiste según ellos la democracia y el derecho de ciudadanía.

El Gobierno del Reino tiene perfectamente definido el perfil de su enemigo, con el fin de justificar su propia inoperancia pública. Su arte de funcionamiento es el de defenderse según el siguiente procedimiento:

1. Identificar de manera permanente todo tipo de presumibles amenazas de la izquierda abertzale, lo mismo sean estas pasadas, presentes o futuribles. Con listas negras, previsiones imaginarias, o fantasmagorías imaginativas; trampas y mutaciones.

2. Deben por consiguiente justificar su sistema de defensa tanto por precaución, como por previsión o propia «certeza». Lo realizan con detenciones arbitrarias, torturas y condenas, incluso cuando éstas sean jurídicamente irracionales.

3. Además de justificar todo ello a través de discursos repetitivos, deben legitimar el empleo de esa fuerza indiscriminada contra todo tipo de manifestación abertzale, de patriotismo vasco

A este tipo de comportamiento político se le denomina militar-intelectual, complejo psicológico de agresividad paranoica del poder político supremo del Estado.

Las grandes potencias occidentales dedican sumas escandalosas de dinero y personal para investigar cómo mantener la paz interna. Porque conseguir la paz total, el silencio, la admiración, la obediencia ciega ciudadana, tiene un alto precio, que nos cobran previamente a través de los impuestos.

En este sentido, el Gobierno del Reino español tiene definido un «Plan nacional para la Alianza de Civilizaciones». Su presupuesto es secreto y está repartido entre unos 10 ministerios para mayor opacidad. Este plan nacional se establece en cuatro ámbitos: En primer lugar, favorecer el conocimiento mutuo y el aprecio de la diversidad. En segundo lugar, impulsar la promoción de valores cívicos y de cultura de paz. En tercer lugar, mejorar la integración y capacitación de los emigrantes con especial atención a la juventud. Y por último, la promoción y difusión de la Alianza de Civilizaciones.

Según su director internacional, Jorge Sanpaio, no hay alternativa frente al diálogo. Es la afirmación que entra en flagrante contradicción con el posicionamiento político de los actores del Estado español, del Reino, que son quienes lo financian.

Porque el lema fundamental de todos los investigadores por la paz en el interior de sus fronteras es: «lo importante no es el enemigo, sino mantenerle a raya». Enemigo hay que tenerlo, y es bueno que sea conocido. La gente se acostumbra a él y lo admite como tal, sin más preguntas ni explicaciones.

Así, en el Reino de España el liderazgo castellano es positivo y necesario, tanto para el centralismo como para los gobiernos de la periferia regionalista. ¿Qué harían los gobernantes en Euskadi, Galiza o Catalunya sin la presencia, el sostén o el padrinazgo español?

Desaparecido el enemigo actual según los cánones establecidos por el Gobierno, la acción del poder político se tendría que consagrar a un nuevo fetichismo político, a la creación de un nuevo enemigo. Algo nada sencillo.

Los estrategas del PSOE-PP, tanto a nivel de Estado como en Euskal Herria, no saben sino  repetir las tres declaraciones clásicas de los EEUU: La hipertrofia de la amenaza enemiga; la irracionalidad de las reivindicaciones del adversario; y su calificación como salvajada democrática y humana. Hoy, siglo XXI, y antes de las elecciones del 2012, copian textualmente los eslóganes de EEUU y Gran Bretaña añadiendo: el secreto del complot (células durmientes, contactos secretos); diabolización de los militantes abertzales; y su fanatismo.

Cuando las palabras pierden su significado, las personas pierden su libertad. Es la estrategia de «El fuerte frente al loco», que definiría François de Rose (París, 1993). Locos que forman parte de ese eje del mal que es preciso combatir sin tregua.

Esta militarización de la política frente a la izquierda abertzale está imbuida del pensamiento y acción de los EEUU, como proyección de su hegemonía mundial. Sin embargo, en el viejo imperio de la España donde no se ponía el sol, han nacido de nuevo sombras, manchas cancerígenas, que aunque superficiales, son capaces de aniquilar y destruir no solamente la unidad absoluta del Reino, sino sus características católico-militares más identitarias.

La acción de Gobierno se ha convertido en sumisión total al más fuerte, al más poderoso, al dinero, a la banca, al juego de una bolsa de valores convertida en ruleta rusa. El pensamiento político de las actuales pretendidas democracias occidentales se ha transformado en hemiplejia intelectual, parálisis cerebral.

Si el gobierno del Reino de España, así como los autónomos centralistas de Euskal Herria, hoy no tienen en cuenta el deseo y la firme voluntad de una parte de este pueblo; si no se doblegan, según lo expuesto por Jorge Sanpaio, si no se doblegan al diálogo, lo único que pueden obtener es que ese mismo y diminuto tumor, supuesta y posiblemente cancerígeno para la unidad del Reino, se acreciente exponencialmente.

Mientras, para nosotros, la unión de fuerzas dispersas, tanto políticas como sindicales y ciudadanas de Euskal Herria, constituye sin duda una esperanza de un futuro sencillamente democrático.

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