CRíTICA cine
«Conocerás al hombre de tus sueños»
Koldo LANDALUZE
Después de aquel fugaz retorno a las calles de su añorada Manhattan que llevó por título “Si la cosa funciona”, Woody Allen regresó a las brumas de Londres para prolongar su autoexilio dubitativo con un proyecto que nos devuelve su visión más desencantada y mordaz de las relaciones afectivas.
En esta su anual visita a nuestra cartelera, el autor de “Match Point” apuesta por un estilo vitriólico y descarnado a la hora de perfilar una radiografía humana en la que prima la desorientación. Para tal fin, ha elegido las tribulaciones afectivas de un hombre que, en el otoño de su vida, decide rejuvenecer a golpe de Viagra, dar portazo a su matrimonio y embarcarse en una aventura sentimental condenada al fracaso más estrepitoso. A Anthony Hopkins le corresponde ejercer este rol al que Allen trata sin piedad; colocándolo en situaciones que bordean lo tragicómico y provocan la sonrisa cómplice del espectador en cada uno de los intentos que este personaje lleva a cabo para recuperar su juventud perdida. En el otro extremo de este cuadrilátero cotidiano, tropezamos con los anhelos de quien fuera su esposa (Gemma Jones), la cual buscará refugio en el whisky matutino y sus sesiones espiritistas. En mitad de esta catarsis familiar, deambulan los espectros de un escritor en crisis (Josh Brolin), que no dudará en apropiarse de la novela de un difunto para lograr el éxito que le ha sido negado, y su compañera (Naomi Watts), una galerista que padece el acoso constante de su despreciable superior.
A estas alturas de todo, es muy difícil topar con esa obra cumbre y definitiva de Allen. Ni siquiera él lo permite porque ello supondría que su frenético ritmo creativo decrecería –y ello sí supondría un lápsus en su propia terapia–. Por ello, el espectador debe conformarse con un encadenado de películas que, si bien logran en contadas ocasiones ese coqueteo con su innegable genialidad, muestran una irregularidad que lastran las grandes posibilidades que esbozan sus tramas. A pesar de esa inconstancia y esa sensación de prisa en el acabado de los argumentos y los personajes, meterse en una sala de cine para contemplar una película de Woody Allen sigue siendo una saludable excusa para perder hora y media de tiempo y vernos reflejados en una pantalla.