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Dos hermanos daneses unidos por el drama de la miseria

«Submarino»

La imagen de una Dinamarca idílica y avanzada, se viene abajo con este sórdido y realista drama de Thomas Vinterberg, que muestra las fisuras en la sociedad del bienestar, donde la exclusión y la marginación asoman en los barrios periféricos de Copenhague. Fueron muchos los que la vieron como favorita para hacerse con el Oso de Oro en la última Berlinale.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Habrá a quien le sorprenda el título de «Submarino», más aún en una película danesa que no tiene absolutamente nada que ver con el cine bélico. Hace referencia a la práctica de tortura que se conoce con ese nombre, la cual consiste en sumergir la cabeza de la víctima maniatada en el agua, mientras el verdugo la sujeta fuertemente con el brazo hasta que se hacen visibles los primeros síntomas de asfixia.

En este caso, se podría utilizar perfectamente la extendida expresión «no levantar cabeza», porque los dos hermanos protagonistas de «Submarino» nunca consiguen salir de la miseria. Desde un punto de vista objetivo, no cabe sino hablar de exclusión social y de los condicionamientos de clase, habida cuenta de que ambos crecieron en un hogar miserable abonado a los traumas de infancia que marcan para toda la vida. No obstante, conviene poner el acento en que son daneses y dependientes de una educación calvinista. Lo que llamamos el destino en términos religiosos, es interpretado como la consecuencia del pecado original. Y la película incide bastante en que los protagonistas están pagando por algo que ocurrió en el pasado, por algo que heredaron de su madre alcohólica, y eso es lo que, tras muchos años alejados el uno del otro, volverá a unirles.

Cine no dogmático

El sexto largometraje de Thomas Vinterberg, fue muy bien recibido en la Berlinale por la crítica, siendo postulado como favorito para el Oso de Oro junto con «The Ghost Writer», de Roman Polanski. El entusiasmo es comprensible, dado que, desde que realizara «Celebración» hace doce años, el cineasta danés había perdido el rumbo. Ni en la etapa rodada en inglés, ni en su posterior regreso a Dinamarca con una comedia localista, pudo dar la verdadera medida de sus posibilidades. Por fin, «Submarino» parece devolverle a ese lugar de atención que logró alcanzar con el arranque del movimiento Dogma 95.

Hoy en día, Vinterberg reniega del Dogma, porque a la larga no se puede defender un movimiento que coarta la libertad creativa y la somete a una serie de restricciones. Se quiso creer que la dogmatización era una llave para hacer películas más auténticas, menos artificiosas. Sin embargo, el paso del tiempo ha demostrado que se puede profundizar en el drama nórdico sin necesidad de etiquetas o marcas, simplemente con que el cineasta sea fiel a sí mismo, y no a las convenciones establecidas por un colectivo.

La prueba es que en la Berlinale hubo una coincidencia general a la hora de considerar que «Submarino» es el drama más duro que ha hecho Vinterberg. Y lo es, gracias a que no pretende ninguna ruptura, sino que conecta con otras sensibilidades de autores como Ken Loach o los hermanos Dardenne, quienes también reflejan en sus películas la realidad impedida de los sectores más desfavorecidos de la población. «Submarino» no puede ser un drama más crudo y descarnado, carente por completo de sentimentalismos o de paternalismos.

Padre en solitario

De los dos hermanos de la novela de Jonas T. Bengtsson en que se basa la película, Vinterberg parece identificarse más con el pequeño. Escribió el guión adaptado en compañía de su colaborador Tobias Lidholm en un periodo especialmente crítico y delicado para él, cuando se enfrentaba a la separación de su mujer y a los miedos a no ser capaz de educar a su hijo en solitario. El menor, es un yonqui que tiene un hijo a su cargo y trafica don droga para poder mantenerlo. El verse desahuciado, no le impide intentar ocuparse del niño, al que desea librar de una infancia tan terrible como la suya.

Al mayor no le van mejor las cosas, habiendo pasado una larga estancia en la cárcel. Una vez fuera, se obsesiona con el culturismo, como si el machacarse en el gimnasio le liberara de tener que pensar en su desgraciada existencia. Cada vez que las penas del pasado vuelven a su cabeza, trata de ahogarlas en litros de alcohol, practicando el submarino con ellas.

«Submarino» tiene una estructura narrativa no lineal, que combina las acciones en paralelo de los dos hermanos con saltos en el tiempo, en forma de regresiones a la niñez. La cámara evita la dispersión ambiental para focalizar el drama humano, lo que potencia el trabajo interpretativo de Jacob Cedergren y Peter Plaugborg, que no pueden estar más sobrios y ajustados a los inmisericordes personajes. Solamente el final abierto a la esperanza deja un resquicio para tomar aire y seguir con vida, permitiendo así que el espectador no caiga en un pozo depresivo sin fondo. Con todo, no es fácil recuperarse de una sesión de cine tan dolorosa.

Estreno

Dirección: Thomas Vinterberg.

Guión: Tobias Lindholm y Thomas Vinterberg, sobre una novela de Jonas T. Bengtsson.

Producción: Morten Kaufmann.

Intérpretes: Jakob Cedergren, Peter Plaugborg, Patricia Schumann.

Fotografía: Charlote Bruus Christensen.

País: Dinamarca, 2010.

Duración: 105 minutos.

Vinterberg no está a la sombra de Lars Von Trier

Thomas Vinterberg, que en catorce años ha rodado sólo seis largometrajes, no posee una filmografía tan completa y digna de estudio como la de Lars Von Trier, pero es un autor dotado de personalidad propia dentro del movimiento innovador surgido en el cine danés de los 90. Debutó en el 96 con «The Biggest Heroes», aunque se le conoce a partir de «Celebración», con la que dos años después ganó el Premio Especial del Jurado en Cannes. Su éxito internacional le llevó a rodar en inglés sus dos siguientes largometrajes, con resultados más irregulares. En el drama futurista «It's All About Love», dirigió a Joaquín Phoenix, Claire Danes y Sean Penn. En el neowestern antiviolento «Querida Wendy», contó con Jamie Bell y Bill Pullman. Hace tres años, decidió volver a Dinamarca con la comedia «When a Man Comes Home», sobre el regreso a su pueblo natal de un famoso cantante de ópera. La película apenas ha conocido distribución fuera de su país, circunstancia que ha obligado a Vinterberg a retomar el cine austero y realista de su ópera prima, siguiendo de cerca a personajes marginales con un tratamiento de pronunciado dramatismo. M.I.

¿Qué ha sido del movimiento Dogma 95?

El movimiento Dogma 95 fue un espejismo, incluso no faltan quienes lo contemplan como una broma. Luego están los que dan crédito a cualquier iniciativa que vaya asociada a las vanguardias. Fue fundado por los cineastas daneses Lars Von Trier, Thomas Vinterberg, Kristin Levring y Soren Kragh-Jacobsen, a los que después se sumaron cineastas de otros países con sus películas dogmáticas. Toda realización que aspirara al certificado del movimiento era examinada por un jurado. Sin embargo, los propios promotores de la idea fueron los primeros en saltarse las reglas de lo que llamaban votos de castidad. «Celebración», la película inaugural de Thomas Vinterberg, ya se saltó la norma que olbigaba a rodar en 35 mm, permitiendo la utilización de la imagen digital, en clara contradicción con la negación del uso de artificios tecnológicos. Ahora, Vinterberg reconoce que el Dogma está muerto, y que dejó de ser algo alternativo desde el preciso instante en que empezó a ser una moda. No dice nada sobre la decadencia de su colega Von Trier. M.I.

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