Txus Najera Colectivo Malatextos
La realidad supera a la aflicción
Da pena ver en qué pretenden convertir, a veces con mucho éxito, a los parias, pues a la explotación laboral se le ha sumado la mediática
Seguro que ya están preparando la película, taquillera y rentable, por descontado, dado que el marketing, la economía y la política se llevan bien y, últimamente, requetebién.
Treinta y tres mineros permanecen con vida tras ser sepultados, hace semanas ya, en la chilena mina de San José, en Copiapó. Hasta ahora la siniestralidad minera, en cualquier latitud del planeta había sido objeto de denuncia y suscitaba el apoyo y solidaridad para con los afectados. Hoy esto ya no sucede. Los mineros y su tragedia, en lugar de víctimas, son protagonistas de la telerrealidad, ocupando muchos minutos en los informativos, sin atisbo de un dolor sincero por parte de la audiencia. Pero por más que nos muestran imágenes, por más que nos «informan», nada sabemos de sus derechos laborales, de las medidas de seguridad existentes (o ausentes) en la mina, ni de los accidentes previos, que los ha habido recientemente, uno de ellos mortal. Tampoco parece que nadie demande esta información, ya que lo importante parece ser la atractiva trama peliculera que ha surgido. Tenemos todos los elementos: de banda sonora, el himno nacional de Chile; los buenos, el Gobierno y sus equipos de rescate; los secundarios, los mineros; los extras, sus compañeros y familias; el final, previsiblemente feliz, es decir acrítico, y todos sobreviven, dando lugar a emotivas y televisivas escenas de abrazos y llantos.
Da pena ver en qué pretenden convertir, a veces con mucho éxito, a los parias, pues a la explotación laboral se le ha sumado la mediática. Como resultado, una alienación superlativa. Para combatir estas maniobras es bueno tener memoria, y podríamos recordar cómo en 1907, en tierras chilenas, Iquique, sucedió la matanza de un millar de obreros del salitre que luchaban por sus derechos laborales ante la prepotencia y crueldad de Gobierno y empresarios. Fueron masacrados, pero nadie les pudo robar la dignidad de sentirse explotados y protestar por ello. Hoy, en su país, de la injusticia han hecho una virtud y la gestión del rescate cierra la boca de la denuncia y presenta como salvadores a quienes no hacen si no precarizar y manipular.
Hoy, en todo el mundo, se da el mismo escenario que en la mina de Chile. Millones de personas afrontan una situación desesperada de salud, hambre, guerra o pobreza. El tiempo juega en su contra. Se conocen, de sobra, las causas. Se podría actuar tomando medidas acordes. Todos somos testigos, tal vez cómplices y lo vemos en el telediario, pero ¿alguien va a hacer algo?
El 29 de septiembre se ha convocado una Huelga General para todo el Estado español, pantomima de quienes amarillean, apuesta fuerte y comprometida de quienes pelean. Podemos asistir al espectáculo de ver cómo se nos van sustrayendo derechos día tras día o podemos intervenir con los medios, formas y discursos que cada cual considere. La dignidad, esa que sobraba en Iquique, al igual que la libertad o la solidaridad las quieren convertir en meros condimentos de un guión televisivo, pero también podemos ejercerlas y truncar así su macabro «Fin» para imponer nuestro esperanzador «continuará...».