Usan la cabeza para embestir, no para pensar
El juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno decidió ayer prohibir la manifestación convocada para mañana por la plataforma Adierazi Euskal Herria!. Conociendo los antecedentes en coyunturas similares y la visceralidad sin reflexión constructiva por la que históricamente ha destacado la conducta española en tiempos de desafíos, esta decisión era esperada. El magistrado considera que la manifestación «apoya la estrategia de ETA y sigue sus directrices». Ayer mismo, el ministro de Justicia, Francisco Caamaño, anunciaba por enésima vez nuevas modificaciones legales «para que ETA no esté en las instituciones», mientras la consigna del «no moverse ni un milímetro» y «no cambiar ni una coma» amplificaba su retórica.
Parecen haber optado, a la vista de que la evolución de los acontecimientos les pinta mal y las cosas se ponen feas, por mucha retórica y el quieto parado. De hecho, acostumbrados como están al cuerpo a cuerpo, al estoque, a defender lo indefendible con razón y sin ella, no entienden, o no quieren entender, que con esa actitud alientan lo contrario, calientan la manifestación y animan, más si cabe, a que la gente acuda en masa. No aprenden, o no quieren aprender, que con esos argumentos políticamente tan débiles y una oferta tan primaria en este país ni proyectan fortaleza ni generan adhesión. Y si creen que mediante el gorilismo judicial y la provocación este país va a perder la guerra de nervios, se equivocan de plano. Aquí hay suficiente escarmiento y propio convencimiento para saber que, lógicamente, esa guerra la perderá quien pierda los nervios, y que esta vez sí, esta vez la oportunidad del cambio se hará irreversible.
Y la mejor prueba de ello es la rapidez y la seguridad con que los convocantes, en una foto para la esperanza y un ejercicio de responsabilidad colectiva remarcable, han vuelto a llamar a la gente para mañana. Porque por mucho que se empeñen, en este país hay suficiente músculo popular y serenidad intelectual para recorrer el camino hacia los mínimos democráticos y la libertad. Confiando en sus propias fuerzas, seguro en su propia decisión y protagonista de la acción.