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«¿Un festival de músicas experimentales en un entorno conservador?»

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Pablo CABEZA I

Once años lleva el colectivo Ertz trabajando denodadamente por la difusión de proyectos musico-visuales planteados al margen de lo estándar. Propuestas alternativas repletas de creación, riesgo y palpitaciones, además de trabajo, ilusión y una buena base de conocimiento.

Este año, Ertz focaliza sus propuestas en Bera, Donostia y Hazparne, y cuenta para las citas con artistas multidisciplinares como Plu de Mekanisms, Dave Philips, Francisco Meirino, Ultranoise, Sonic Weapons, Hotel Grômada y un ambicioso proyecto entre Alessandro Bosetti y  Maialen Lujanbio, además de cine, performances, conferencias, audiovisuales... ¿Qué proponen todos estos nombres? Pues música que no se programa habitualmente en las emisoras ni se encuentra en la televisión ni en las tiendas. Sonidos de riesgo, ambiciosos, donde todo se tergiversa, retuerce, aligera o se complica. Un culto a los sentidos complicado de representar en texto, y más sencillo de lo que parece recibido en directo. Sin prejuicios, Ertz ofrece inspiración y la experiencia de once años en el lado sombrío de la experimentación sonora.

¿Se medita la orientación musical de cada Ertz o viene dada por las circunstancias: accesibilidad de los músicos, presupuesto, actualidad...?

De todo un poco. Quiero decir que las posibilidades económicas obviamente condicionan la programación, así que, desde nuestra situación (que por otro lado también sentimos como privilegiada), intentamos arreglarnos con lo que tenemos a mano. En lo que se refiere a lo artístico, siempre hay una intención o algún concepto o varios sobre los que trabajamos y que determinan la orientación de cada edición. En muchos casos, se ofrece especial atención a las propuestas de una estética concreta, incluso un lugar de procedencia, como este año, en el que la presencia francesa es notable. De todas formas, no nos conformamos con decir que «este año es el dedicado a Francia». Nos parece que puede condicionar la recepción que los oyentes pueden tener de las propias propuestas. Al fin y al cabo, lo que realmente sobresale es una intención de ofrecer un cúmulo de escuchas, de experiencias, que nos hagan pensar sobre las formas en las que escuchamos, degustamos y entendemos las músicas que nos rodean, incluidos los sonidos.

La música cada día se vulgariza más, ¿todo aquello que requiera un esfuerzo cultural, como en el caso de ustedes, está, en consecuencia, cada día más arrinconado y  menos activo?


Esa es una afirmación que impone, pero entiendo tu preocupación. Nosotros creemos que el problema no está tanto en la música propia o en las propiedades estéticas de ésta, sino en  las circunstancias en las que se desarrolla. Un concierto de música clásica o de jazz, también requiere de un, como lo llamas tú, esfuerzo cultural pero, sin embargo, gozan de mayor popularidad y aceptación. Pero nunca nos preguntamos el por qué.  Nosotros creemos, y los hechos hablan por sí mismos, que los lugares y las situaciones en las que estas músicas son presentadas condicionan muchísimo la propia aceptación de éstas, y que una misma música puede recibir atenciones completamente diferentes dependiendo de dónde y cómo se presenta. En nuestro caso, intentamos no centrarnos demasiado en ese tema, no porque no nos interese, sino porque no nos ayuda en  mucho. Intentamos ser más creativos y, en vez de quedarnos  arrinconados, buscar nuevas fórmulas, nuevas situaciones que puedan ser adecuadas, interesantes o experimentales para escuchar las propuestas que traemos. Se trata de poner en práctica un ejercicio de reinvención constante en el que ni siquiera nosotros sabemos a ciencia cierta qué es lo que va a ocurrir. El hecho de que nosotros, como organizadores, también disfrutemos experimentando, es una razón muy importante, vital diría yo, para seguir trabajando. Si no, ¿qué sentido tendría organizar un festival de músicas experimentales en un entorno conservador?

¿Cómo se valora, en términos objetivos, un tipo de música donde el ruido, el ambiente, la atmósfera... pueden ser los determinantes?

Primero, a través de los sentidos. El oído es probablemente uno de los sentidos más instintivos (animales) que tenemos los seres humanos. El oído lo utilizamos como alerta y como método de localización, pero también es el sentido que nunca duerme. En este aspecto, la música nos ayuda a jugar con esas atenciones, a jugar con los  diferentes planos de la escucha, a practicar escuchas más amplías. El problema quizá lo encontramos en la utilización histórica que se ha hecho de la música, en cómo nos han enseñado a escucharla y, por tanto, en cómo prestamos atención a las diferentes características de ésta. En la mayoría de los casos, las músicas experimentales parten de un cuestionamiento de esa forma de entender la propia música, y trabajan sobre el sonido, indiferentemente de las clasificaciones entre ruido, ambiente, atmósfera, melodía o ritmo. Por tanto, las valoraciones de cada oyente se subjetivizan hasta tal punto en el que la experiencia vivida se puede volver más interesante que la propia música. Por decirlo de otro modo, la música, cuando intenta escapar de los convencialismos, se convierte en una especie de activador de la escucha.

¿Existe un estancamiento en este tipo de escena musical o continúa viva?

En lo que se refiere al contexto local, creo que la labor de pedagogía, difusión y creación realizada durante los últimos años por colectivos, festivales y otras plataformas, han dado unos frutos muy valiosos que se reflejan en una escena muy variada y activa que abarca desde Bilbo hasta Iparralde. Tras unos primeros años de excitación y novedad, se ha derivado a un proceso de maduración de todas las propuestas que podemos encontrar por aquí, y que ya está generando más de un proyecto de calado internacional. Lo  difícil en estos casos, es visibilizar estos proyectos y restarles el  aura de malditismo.
«Queremos potenciar el carácter experimentador»

¿Qué novedades aporta Ertz este año?

En cuanto a espacios, destacar que las obras realizadas en la casa de cultura de Bera van a ser un condicionante muy importante. La reconversión a auditorio, nos ha obligado a pensar en otras alternativas en vez de condenarnos a la unidireccionalidad del auditorio. Pero también este espacio, para nosotros de vital importancia, ha ganado en calidad acústica, lo cual siempre es buena noticia. Por otro lado, repetimos en un espacio en construcción como es el gaztetxe de Kaxerna, lo cual dota a las propuestas de una situación interesante. El centro de recursos medioambientales Kristina Enea de Donostia, es también un espacio hasta ahora no explorado. Finalmente, los eventos que se celebrarán en Iparralde también se desarrollarán en espacios desconocidos para nosotros. Eso, sin olvidar Arteleku, donde hemos programado una inusual actuación que combina danza, vídeo, música, cine y sombras. Además, hemos invitado a algunos artistas para que se instalen varios días antes en Bera y puedan trabajar in situ junto a otros artistas locales con el objetivo de desarrollar una propuesta única que posteriormente se presentará en el festival. Con esto, se pretende superar el formato clásico de festival y potenciar el carácter de experimentación. Las colaboraciones que realizarán Alessandro Bosetti y Maialen Lujanbio (que no se conocen entre ellos) o el proyecto Galego Notours, junto al mapa sonoro Soinumapa, y el grupo de trabajo Adibera (con Alex Mendizabal, Jakoba Errekondo, Juan Jose Aranguren, Asier Gogortza...), son ejemplo de ello. P. C.

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