Presos políticos vascos
Jon Bilbao Moro, en casa tras cumplir la condena más larga
Jon Bilbao Moro abandonó alrededor de las 9.30 la prisión alicantina de Foncalent, en la que ha permanecido desde febrero de 2006 hasta cumplir la escalofriante cifra de 12.467 días prisionero de las autoridades españolas. Ayer a la noche fue recibido por los vecinos del barrio erandiotarra de Astrabudua y antes, a las puertas de la cárcel, por amigos y familiares. «La ampliación de la condena ha sido una medida represiva más», sentencia.
Agustín GOIKOETXEA | ERANDIO
Por añorado, Jon Bilbo Moro se enfrentó ayer a uno de esos días que no olvidará en el resto de su existencia: el de su puesta en libertad desde la cárcel alicantina de Foncalent, tras pasar casi 29 años en una decena de prisiones españolas, El vecino de Astrabudua ha estado más de la mitad de su vida sufriendo las duras condiciones de vida impuestas por los gobiernos españoles para tratar de quebrar a los miembros del Colectivo de Presos Políticos Vascos. Bilbao Moro traspasó los muros de la prisión y dejó atrás años de sufrimiento en la mañana de ayer, sin renunciar a sus principios.
A su salida le esperaba un grupo de once personas, entre familiares y allegados, que no perdieron la ocasión de abrazarse tras tan dura experiencia antes de emprender viaje de vuelta a Euskal Herria. A primera hora de la noche, tras un largo viaje, vecinos de Astrabudua le recibieron en Erandio, en un emotivo encuentro en el que los dicursos quedaron para días posteriores y los sentimientos estuvieron a flor de piel.
Bilbao Moro es uno de esos presos vascos que hace años que cumplieron su condena y que la ha visto prolongada por la estrategia de guerra diseñada por los diferentes ejecutivos españoles. A bordo de una furgoneta en la que retornaba a su Erandio natal, el ex preso recordaba a GARA en una breve conversación que la prolongación de la condena fue impuesta en primer lugar a tres presos políticos vascos, él uno de ellos, y luego llegaría la conocida como «doctri- na Parot», aplicada ya a decenas de represaliados. «La ampliación de la condena ha sido una medida represiva más», sentenciaba mientras, arropado por algunos de sus seres queridos, cubría los 850 kilómetros desde Foncalent hasta Euskal Herria.
Pese a la tranquilidad con que encaja esta cuestión, la medida supuso que el erandiotarra haya pasado ocho años más de condena de los que le correspon- dían por ley. Debió haber recobrado la libertad en 2002, en cumplimiento íntegro de la condena con la aplicación de la redención ordinaria. Los continuos llamamientos para que el Ejecutivo español cumpliese su propia ley no sirvieron de nada.
La sinceridad brota de los labios de Bilbao Moro, abrumado por los abrazos y el cariño recibido de sus familiares y amigos fuera de un frío locutorio carcelario, y lógicamente parco en palabras en una conversación teléfónica y en un momento tan especial. «Sales y es díficil expresarse», confiesa, antes de añadir en una entrevista entrecortada que, después de tan larga estancia en prisión y después de soportar regímenes de aislamiento tan duros, piensa que tardará en volver a situarse en la realidad cotidiana. «Lo veo todo muy grande, creo que trataré un tiempo para situarme en esta realidad que tanto he añorado», manifiesta a GARA.
De sus frases cortas se deduce que trata de hacerse a la nueva realidad que tiene frente a sí y al compromiso en el que le ha puesto un periodista a quien no esperaba y al que trata de atender con amabilidad. «Al salir y ver a los que me estaban esperando en la calle, he sentido una emoción indescriptible, que no soy capaz de expresar. Han pasado ya unas horas -en torno a siete- y sigo pensando en la escena que he vivido al abrazarme a quienes me estaban esperando en la calle».
Natural de Asua, fue detenido por la Guardia Civil en enero de 1982, y tras permanecer nueve días incomunicado y denunciar torturas, fue condenado a 30 años. Fue uno de los tres primeros presos políticos vascos que no recobraron su libertad al cumplir las tres cuartas partes de la condena emitida por la Audiencia Nacional española. El incumplimiento de la legislación y las consecuencias de la propia política de dispersión han movido en los últimos años a numerosos organismos sociales, políticos y sindicales a demandar la libertad de Jon Bilbao Moro, incluido el Consistorio de Erandio.
«Políticas de exterminio»
En un documento rubricado hace ya más de tres años, el Ayuntamiento, junto a otros agentes, manifestaba que «la situación de los presos y presas es un test de la salud democrática de un sistema político y de los valores de una sociedad, un termómetro que vale más que mil declaraciones. Y ese termómetro -resaltaban- hoy está bajo cero en los estados español y francés, puesto que se están aplicando políticas de exterminio».
En estos 28 años y 8 meses aproximadamente de condena, el ex preso erandiotarra ha estado recluido, por este orden, en las prisiones de Carabanchel, Puerto, Alcalá-Meco, Herrera de la Mancha, Sevilla, Pama de Mallorca, Jérez de la Frontera, Algeciras y Foncalent, permaneciendo únicamente 18 meses en la cárcel de Langraiz. Además, tal y como ha denunciado repetidamente el movimiento pro-amnistía y otros organismos, Bilbao Moro ha cumplido la mayo- ría de la condena en primer grado y en un módulo de aislamiento, «vulnerándole todo tipo de derechos».
Al ex preso le ha tocado vivir momentos duros en estos años, como la muerte hace ya más de dos años de su madre, de la que no pudo despedirse. En los numerosos actos que se han realizado para exigir su libertad, amtiguos compañeros de prisión han venido denunciando que incluso con la misma condena ellos estaban ya en la calle y Jon continuaba en prisión.
En cuanto al régimen carcelario, explica que «ha habido de todo», con etapas en las que el Gobierno español ha sido «más flexible» en la aplicación de sus leyes y otras en las que se ha ensañado. «29 años pesan. Cuando llegas a los 20 se te hace muy duro pero a partir de ahí, el castigo se acrecienta», señala, antes de confesar que en las últimas semanas ha vivido cierta incertidumbre sobre si finalmente le iban a poner en libertad. A pesar de ello, desde la sinceridad, asegura que no se ha preocupado más de la cuenta y que «he dormido mis seis horas diarias». A partir de la noche pasada, lo hará además en su casa.
Jon Bilbao Moro, con 28 años y más de 8 meses de prisión, se ha convertido en el ciudadano vasco de las últimas décadas que más tiempo ha permanecido en la cárcel antes de ser libre. Sigue en prisión Joxe Mari Sagardui, «Gatza», que cumplió 30 años preso en junio pasado.
días ha pasado en prisión Jon Bilbao Moro, desde que fuera detenido el 15 de enero de 1982 hasta ayer. Son exactamente 28 años completos y casi ocho meses (240 jornadas) más. En total, por tanto, 12.467 días de su vida.
Los presos políticos vascos Mikel Karrera y Joseba Fernández se encuentran en huelga de hambre, tal y como ayer se encargó de informar el movimiento pro amnistía, y se convierten en los últimos represaliados que optan por esta forma de lucha para denunciar las condiciones de vida que deben soportar. Entre sus reivindicaciones están que terminen los cacheos degradantes, que las visitas sean los fines de semana y más largas, así como que finalice la retención de libros y cartas por parte de los funcionarios. A.G.
La segunda jornada de la Bandera de La Concha fue un año más escenario de diferentes iniciativas en las que se reivindicó la amnistía de los presos políticos vascos. A pesar del despliegue preparado por el Departamento de Interior de Lakua, una kalejira festiva recorrió la Parte Vieja de Donostia exigiendo la repatriación de los represaliados en el marco del excelente ambiente que se respiraba en el centro histórico en la jornada arraunlari por antonomasia.
El importante despliegue de la Policía a las órdenes de Rodolfo Ares no impidió que cientos de ciudadanos reclamasen en las calles de la Parte Vieja la vuelta de los represaliados a su país y la amnistía. La movilización, que tuvo un marcado carácter festivo, sirvió para que las paredes se llenasen de las fotografías de decenas y decenas de presos y presas donostiarras.
Antes del comienzo de la movilización, el Boulevard y todas las calles aledañas estaban tomadas por una veintena de furgonetas de la Ertzaintza, en las que sus ocupantes mostraban material antidisturbios. Alrededor de las 13.30, varias dotaciones se aproximaron a las inmediaciones de la iglesia de San Vicente, sin que se produjeran mayores incidentes ni encontronazos con quienes se solidarizaban con los presos vascos.
Pero la kalejira y la colocación de fotos y pancartas en las calles no fue la única iniciativa al respecto, ya que desde buena parte de la bahía donostiarra era visible una gran pancarta, colgada del monte Urgull sobre el puerto, reivindicaba la vuelta de los presos políticos vascos a Euskal Herria. Además, como viene sucediendo desde hace décadas, desde distintas embarcaciones se mostraron pancartas y enseñas en las que se pedía también la amnistía y el final de la dispersión. A.G.