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Cristina Maristany Escritora

El camino hacia la paz

No hay que dejarse llevar por la sinrazón de un Gobierno que niega la paz. Hay que proseguir por el único camino que existe para lograrla: aunar las fuerzas del conjunto de la ciudadanía vasca para que continúe avanzando por la vía democrática e imparable

Inmediatamente después del comunicado dado a conocer por la BBC del alto el fuego de ETA, la noticia había llegado a los medios de mundo entero. El canal británico explicó que la organización armada vasca ha confirmado un alto el fuego que va acompañado de unos mínimos necesarios para emprender el proceso democrático, y pide «voluntad» al Gobierno español. Todos los periódicos de todos los países abrían con la noticia.

Ante las negativas reacciones tras la declaración de ETA, he querido releer el comunicado y, la verdad, mi opinión difiere mucho de las publicadas en los «medios de comunicación». Habla de que ha transcurrido ya medio siglo desde el comienzo de ETA y que «Hemos superado, una tras otra, las medidas encaminadas a neutralizar la lucha de liberación... Agotado el marco autonómico, al Pueblo Vasco le ha llegado la hora de realizar el cambio político, el momento de construir para Euskal Herria el marco democrático siguiendo el deseo de la mayoría de la ciudadanía vasca». Así se lo han hecho saber a la comunidad internacional que sigue muy de cerca el tema y se ha implicado a fondo en la solución del problema político vasco, participando varios premios Nobel. «Resulta necesario fijar el proceso para dar la palabra al pueblo. Porque será cuando los derechos del Pueblo Vasco sean reconocidos y garantizados cuando se abra la puerta de la verdadera solución al conflicto».

El último alto el fuego de ETA, la tregua importantísima que fue negada y boicoteada, se produjo el 22 de marzo de 2006 y se dio por finalizada tras el triste atentado en la terminal de la T4 en Barajas en diciembre de 2006. Lo que no puede obviarse son los ocho largos meses transcurridos desde el inicio de la tregua en los que la actitud de ETA hablaba por sí sola: ni atentados, la inexistencia de kale borroka, etcétera. Y las declaraciones tan sólo hablaban de paz en el movimiento abertzale, en contraste con el modo de actuar del Gobierno español: detenciones masivas de los que habían iniciado el proceso de paz, ilegalizaciones, torturas, los presos que ya habían finalizado sus condenas regresaban a las cárceles por extrañas interpretaciones legales sacadas de la chistera del mago. Por supuesto, ningún acercamiento de presos, que incluso el Gobierno fascista de Aznar sí hizo, ningún signo alentador por pequeñito que fuera. Muy al principio de la tregua, el Gobierno estaba eufórico y las declaraciones de los partidos, excepto del PP, eran positivas, pero duró poco. Los ataques del Partido Popular eran feroces y repetitivos, y el Gobierno se acuclilló. Quien salió ganando imponiendo su tesis fue el PP, que de ninguna manera quería que, tras casi 50 años de historia de ETA, el Gobierno socialista lograra la paz. Y se salió con la suya.

Hace ya mucho tiempo que tanto monta, monta tanto, el PSOE y el PP funcionan como hermanos siameses en sus actuaciones en Euskal Herria. Además, tras el pucherazo, ya gobiernan juntos. Patxi López es el lehendakari más antidemocrático que ha existido nunca. Para conseguir llegar a ocupar ese puesto han tenido que fabricar la Ley de Partidos y enmudecer a miles y miles de personas de la izquierda abertzale o simpatizantes, y también encarcelar a todos los dirigentes que, no se olvide, llevan muchos años luchando por la paz.

Dice Antonio Alvarez-Solís en un artículo que define muy bien el comportamiento del Estado español que «España es un colosal fracaso intelectual», y algo importantísimo: «Porque no cabe engañarse: la cuestión real que preocupa angustiosamente a Madrid no son las acciones armadas en sí mismas, sino que de súbito quede despejado el camino para convocar a la ciudadanía vasca a la autodeterminación».

La interesante iniciativa Adierazi EH que se había presentado en enero ha puesto extremadamente nerviosos a los gobiernos central y al del pucherazo, y la inmensa manifestación convocada para el sábado 11 de septiembre les llevaba a la paranoia. El lema «Todos los derechos para todas las personas en Euskal Herria», como se ve, es terrorismo en estado puro. Tras la demencial prohibición, la segunda convocatoria con el lema «Libertad de expresión» también fue prohibida.

El dirigente del PP, Leopoldo Barreda, alarmado, advierte: «Eusko Alkartasuna está en un juego de amistad peligrosa porque Batasuna está en el monte». Batasuna no está en el monte, pero los que a las propuestas de paz y al cese de la violencia responden con la negación y el rechazo sí están desgraciadamente en un lugar: las cloacas.

La conclusión de tantas prohibiciones es que el movimiento Adierazi EH pasa a ser el movimiento por los derechos civiles en Euskal Herria. La segunda prohibición logró unir a todos los partidos vascos, menos al PSOE y al PP. Incluso el PNV lo entendió como una provocación.

PSOE, PP y otros, con sus negativas para ver la parte esperanzadora de la tregua de ETA, pienso que deberían avergonzarse no sólo de no contribuir al logro de la paz, sino de obstaculizarlo.

No hay que dejarse llevar por la sinrazón de un Gobierno que niega la paz. Hay que proseguir por el único camino que existe para lograrla: aunar las fuerzas del conjunto de la ciudadanía vasca para que continúe avanzando por la vía democrática e imparable. Será el propio Gobierno, que siendo controlado por diversos países que no salen de su asombro ante todo lo acaecido, quien acabe teniendo que explicar su chocante comportamiento, ya que si sigue así es posible llegar casi a la certeza de que España no es, precisamente, un país democrático.

El 27 de septiembre se cumplen 35 años de los últimos fusilados del franquismo: Juan Paredes Manot, Txiki, y Ángel Otaegi, de ETA, y José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, del FRAP. A todos ellos, a los familiares y a todos los presos que todavía permanecen encarcelados mi más emocionado recuerdo. Cuando llegue, al fin, la paz a Euskal Herria, nos preguntaremos por qué ha tardado tanto.

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