Benedicto XVI se convirtió ayer en el primer Papa que entra en el palacio londinense de Lamberth, la residencia de la cabeza visible de la Iglesia anglicana, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, para una «visita fraternal» que busca tender puentes con el fin de una reunificación, en un país donde los católicos son minoría.

Después, en otro acto sin precedentes para un Pontífice, acudir a la abadía de Westminster, el prestigioso templo anglicano londinense, donde los monarcas británicos son coronados.

En la capilla de Eduardo el Confesor, uno de los últimos reyes anglosajones y contados personajes santos venerado tanto por católicos como por anglicanos, Benedicto XVI rezó junto al arzobispo Williams por la «unidad de los cristianos».

Casi cinco siglos después del cisma de 1534, la Iglesia católica aspira a aliviar las tensiones con la Iglesia anglicana, agravadas recientemente por una disposición papal que ofrecía acoger en el seno del catolicismo a los anglicanos decepcionados con la evolución de su Iglesia, en concreto respecto a la ordenación de mujeres y homosexuales como obispos y a la bendición de los matrimonios homosexuales.

Ese ofrecimiento ha sido visto por la comunidad anglicana como una puñalada. El diario conservador «The Times» denunció ayer esa iniciativa de volver a desplegar «los tanques (católicos) sobre el césped» anglicano.

La ruptura de la Iglesia de Inglaterra respecto a Roma, que dio origen al anglicanismo en el siglo XVI, fue llevada a cabo por rey Enrique VIII -obsesionado con dar un heredero que asegurara el trono- ante la negativa del papa Clemente VII a anular su matrimonio con Catalina de Aragón para contraer nuevas nupcias con Ana Bolena.

Antes de su visita a la abadía, Benedicto XVI se dirigió a los diputados y lores en el palacio de Westminster, el Parlamento británico. Durante la mañana, participó en un encuentro con miles de jóvenes para celebrar la educación católica.

Varias decenas de manifestantes acudieron al evento, celebrado en la Universidad Santa María, de Twickenham, con pancartas en las que se podía leer «El Papa se equivoca. Ponte un preservativo» y otras en las que se denunciaba su actitud ante los casos de pederastia en el seno de su Iglesia.

Durante la visita papal han sido convocadas varias protestas por las posiciones «retrógradas» del Vaticano.