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ZINEMALDIA

Una ópera prima. Para empezar: «Abel»

Iratxe Fresneda | Profesora de Comunicación Audiovisual

El tiempo no corre, vuela. Ha sucedido en un abrir y cerrar de ojos, ya estamos de nuevo en Donostia, ya ha comenzado el Zinemaldia. Un Zinemaldia que arranca despacito, sin hacer demasiado ruido pero con el mismo empeño que siempre, a pesar de las dificultades que puedan surgir por el camino, a pesar de la lluvia que amenaza con aguar la fiesta. Precisamente por el camino parecía haberse perdido ayer Diego Luna, aunque ya se sabe que a veces lo de perderse es un decir. ¡Quién pudiera! Lo que se dice perdido no le he visto como realizador, es más, considero que su ópera prima «Abel» es más que correcta.

Siempre se habla de lo complicado que resulta dirigir el trabajo de los niños en una película, y en este caso, Diego Luna ha salido bien parado. El largometraje habla de la infancia perdida y de la ausencia de los padres en los hogares en el México de hoy, un tema que Luna parece conocer. El actor, que es hijo de un escenógrafo mexicano y de una diseñadora de vestuario, se quedó huérfano de madre siendo un bebé y su primera aparición en el cine fue en un cortometraje, siendo muy niño. Con tan sólo doce años, Luna actuaba en la telenovela «Mi abuelo y yo» (junto a su amigo Gael García Bernal, productor de la cinta junto a John Malkovich). Probablemente, esas experiencias personales le hayan llevado a contar una historia como ésta, tierna y dura al mismo tiempo, de esas que se parecen a la realidad hasta conmovernos. No está mal para empezar.

 
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