Zuriñe ETXEBERRIA

Estampas típicas de la Edad Media y «urbanitas» del siglo XXI han convivido durante todo este fin de semana en Gasteiz. El motivo no ha sido otro que el de la anual cita del mercado medieval, que durante tres días hace que muchos gasteiztarras retrocedan varios siglos en el tiempo.

A modo de ejemplo, miles de personas vivieron ayer de cerca un torneo medieval. Para adentrarse en el evento que se disputó en la plaza multiusos, los asistentes hicieron la pequeña aportación de un euro. Pequeña, pero importante si tenemos en cuenta que en la función del sábado 7.000 personas pagaron esa misma cantidad y que, otros años, la función se había podido disfrutar en la plaza de los Fueros de manera gratuita.

La implicación del público, conformado en su mayoría por familias con niños, fue excelente. Los protagonistas de la función dividieron el graderío en cinco colores: blanco, verde, rojo, morado y negro. Éstos fueron los colores que representaban a los caballeros, cuyas monturas también lucían bonitas fundas de la época.

Estos torneos eran las competiciones de caballería durante la Edad Media. Se regían por sus propias leyes y, por ejemplo, estaba prohibido herir de punta al contrario. Tampoco se permitía pelear fuera de filas o pelear varios participantes contra uno solo. El reglamento, además, impedía herir al caballo del rival y ordenaba descargar sólo los golpes al rostro y pecho del contrario.

En la representación de ayer, los caballeros se enfrentaron a distintas pruebas de habilidad. Entre éstas, la más vistosa fue la que consistía en acertar con una lanza de fuego en una diana; desde el caballo, claro está. En la segunda parte del torneo, los cinco caballeros tuvieron que demostrar su fuerza y valentía peleando con afiladas espadas. Los que vestían de blanco, verde, morado y negro fueron mordiendo el polvo. Para euforia del «graderío rojo», su representante logró hacerse con el preciado premio. El ganador del torneo recibió una brillante y larga espada.

Novena edición

El mercado medieval se ha convertido en una cita que pocos gasteiztarras olvidan cuando se acerca el final de setiembre. En esta novena edición, la ciudad ha vuelto a sus orígenes, cuando el casco antiguo era todo el recinto urbano de Gasteiz y más allá de sus murallas se extendían huertas, pastos y campos de cultivo.

Artesanos, titiriteros, acróbatas, músicos y cocineros inundaron las calles, adornadas con coloridos pendones y banderas. En total, fueron 200 los puestos repartidos entre cantones y calles. Pese a la lluvia y el fresco, el buen ambiente se dejó notar durante el fin se semana, y prueba de ello fueron las colas que se formaron sobre todo en los puestos de comida.

Como si nos encontráramos en pleno siglo XV, estos días ha sido habitual observar a niñas y niños disfrutando de un paseo en burro, entrenándose en el uso de las picas o demostrando su destreza en el lanzamiento de hachas. Y, en la plaza del Machete, los halcones han disfrutado sobrevolando el cielo acariciando con sus alas la torre de San Miguel.