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Jesús Valencia Internacionalista

Euskal Herria internacionalista

La corriente solidaria que atraviesa nuestro pueblo es caudalosa y seguirá fluyendo; Askapena es una de las referencias más brillantes del internacionalismo vasco. Los ahora detenidos regresarán y se reincorporarán a la construcción nacional de una Euskal Herria internacionalista

Al fin llegó. El ataque contra Askapena, tantas veces reclamado por la gusanera mediática española, sobrevino de madrugada. Una de esas madrugadas siniestras tan recomendadas por los manuales de tortura y tan frecuentes contra la Euskal Herria más abnegada. En esta ocasión han sido siete internacionalistas los capturados entre sombras dantescas, flashes mediáticos y burkas policiales

Dicen que los arrancados de sus domicilios eran terroristas que se dedicaban a promover apoyos a favor de la revolución mundial. En 1979 no existía Askapena y buena parte de los ahora detenidos eran muchachos. El Frente Sandinista de Nicaragua pidió que le apoyásemos y este pueblo se volcó en aquella revolución ilusionante. Cientos de vascas y vascos se alistaron en la reconstrucción nicaragüense. Y miles de manos generosas derrocharon esfuerzos intentando consolidar aquel sueño revolucionario. La solidaridad se había enraizado en nuestra tierra y crecía por los cuatro costados. Nicaragua resultaba parcela pequeña para la solidaria Euskal Herria. A nuestras puertas llamaron salvadoreños, guatemaltecos, palestinos, kurdos, mapuches... Y todos encontraron en nuestro pueblo cariño, respeto y ayuda desinteresada. «Gracias por vuestro apoyo a los pueblos indios», confesaba una indígena amázonica en 1989. Si la solidaridad es un crimen, encontraran criminales solidarios en cualquier vericueto de nuestra geografía.

Se dice de los apresados que buscaban puntos de confluencia con otros pueblos y que, en sus siniestros conciliábulos, se dedicaban a ensuciar el buen nombre del Reino de España. ¡Que barbaridad! El imperio español se deslegitima sólo y casi desde su cuna. No existían sediciosos internacionalistas en el siglo XVI y ya las Cortes navarras establecieron dolorosas afinidades con otros pueblos oprimidos. Les bastó conocer en carne propia cómo se las gastaba el imperio tanto en Cuzco como en Amaiur para llegar a la conclusión -hace cinco siglos- de que indígenas y navarros sufríamos parecidos ultrajes. Durante mis años como responsable de Internacionales de Askapena constaté muchas veces el desencanto que experimentaban las delegaciones extranjeras que nos visitaban. La dura realidad que contemplaban desmontaba la tramoya bien aireada de la «modélica democracia española». Otro gravísimo delito que se les imputa a los detenidos es el de promover adhesiones para con la causa vasca. Ridículo y falso. La solidaridad para con nuestro pueblo es viejísima y muy extendida. Quienes han encontrado acogida en nuestra casa sienten un comprensible deseo de apoyarnos en nuestro empeño por ser soberanos. Todavía no existía Askapena y ya oímos a los representantes salvadoreños: «estamos unidos a este pueblo». O a los indígenas ecuatorianos: «Tengan la plena certeza de que siempre podrán contar con nosotros».

Los siete detenidos conocían, hace ya mucho tiempo, que el Gobierno español ha convertido en delito el ejercicio de la solidaridad. Pese a ello, la siguieron practicando. La corriente solidaria que atraviesa nuestro pueblo es caudalosa y seguirá fluyendo; Askapena es una de las referencias más brillantes del internacionalismo vasco. Los ahora detenidos regresarán y se reincorporarán a la construcción nacional de una Euskal Herria internacionalista. Será realidad el deseo que Dulcie September, del Consejo Nacional Africano y asesinada una año más tarde, expresaba en Gernika en 1987: «Se vislumbra ya nuestra liberación».

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