Oihana Llorente Periodista
Una ventana al exterior
Dos días. Ése es el periodo de tiempo que ha necesitado el ministro de Interior español para demostrar que no está en tregua y brindarnos una decena de arrestados. Aún sin sobreponernos de los últimos testimonios de tortura, y el mismo día en el que el Estado español resulta condenado por Estrasburgo, la sombra de la tortura sobrevuela de nuevo sobre sus mazmorras, en las que se encuentran incomunicados los ciudadanos detenidos.
Esta vez el odio ha sido encauzado hacia el internacionalismo, hacia la práctica solidaria entre los pueblos.
Cada verano, de la mano de Askapena, Euskal Herria manda decenas de palomas mensajeras hasta el último rincón del mundo para difundir, allá donde vayan, la realidad de este pequeño pueblo que no ve su reflejo en los mapas. La labor de las brigadas es bidireccional, y es que durante cuatro semanas los brigadistas absorben las experiencias propias de los países de destino colaborando codo con codo con los vecinos. Una experiencia con la que inundan después Euskal Herria, trasladándonos un soplo de esperanza al hacer ver que otro mundo es posible y que si otros lo han conseguido, nosotras y nosotros también lo conseguiremos algún día.
Askapena nos ha enseñado que el independentismo y el internacionalismo, lejos de ser posturas antagónicas, van de la mano en Euskal Herria, y que cuantos más frentes se abran en el mundo, la brecha contra el sistema injusto que nos amarra cada vez será mayor. Pero, por desgracia, Askapena también nos hace ver que la represión y la atrocidad parecen ser herramientas elementales de los estados invasores y que el sufrimiento siempre acompaña a los pueblos oprimidos.
Un sufrimiento que parece pesar cada vez más en Euskal Herria y que penetra hasta las entrañas, como alertaba Miren Legorburu, dirigente independentista y madre de una de las arrestadas. Pero un sufrimiento ante el que no podemos rendirnos y al que debemos hacer frente con coraje y dignidad, como el resto de pueblos del mundo.