La huelga ha sido una de esas circunstancias que convierten a la televisión en un instrumento más de la convocatoria, utilizada de manera obscena por ambas partes. Lo que ha sucedido de verdad no se corresponde en casi nada con lo que se nos ha mostrado por los servicios de intoxicación de las diferentes cadenas. Es más, dependiendo del horario, del editor, del equipo al frente de cada emisión se ha tenido una visión más o menos favorable a una de las dos consignas que concurrían con fuerza excluyente para lograr una opacidad que, una vez más, nos deja ante la incertidumbre y la constatación de la poca fiabilidad que tienen los noticiarios cuando estamos ante hechos de esta categoría.

No es cuestión de enjuiciar la propia convocatoria, lo que tiene de espectáculo que hoy se mantendrá viva solamente en los medios donde volverán a sacarse los cuchillos largos para cortar cualquier noción que quedase, si es que había, de una vida sindical efectiva, de defensa de los intereses de los trabajadores y todas esas cuestiones que formaban parte del ideario y que ahora son simples guías de intervención demagógica en algunos mítines. De alguna manera estamos ante la banalización del propio concepto de huelga general. Se convoca para salir en la tele y que todo siga igual. Nada va a cambiar y si cambia será a peor.

Es muy curioso el tratamiento que tienen los piquetes de información, la insistencia en mostrar los casos de agresividad, la tendenciosidad de las imágenes, la constante manipulación para demonizar este simulacro. Los que trabajaron y los que no, un ritual. En las cadenas se pasaron muchos programas enlatados, hubo muchas diferencias entre unas cadenas y otras, y ahí queda claro lo que es la precariedad contractual como pérdida de fuerza para cualquier reivindicación.

El que se empeñó en señalar que no hizo huelga fue el de siempre: está tan nervioso el ministro de la porra que tiene que salir todos los días en la tele a mostrar sus rasgos más represivos con detenciones al por mayor. Ha perdido la opacidad que le resguardaba, ahora se le entiende todo. Estas demostraciones de inseguridad son un claro síntoma. Vamos bien.