Si la idea del Gobierno español y de los securócratas que guían su política en Euskal Herria es sostener un nivel de represión que nos retrotraiga a épocas pasadas y, de ese modo, generar la ilusión de que no estamos ante un nuevo escenario, su intento es baldío. Como mucho, lo único que pueden lograr es que algunos de los ciudadanos vascos a los que el «discurso antiterrorista» había nublado la capacidad crítica se den cuenta de las verdaderas causas del anterior escenario. De hecho, ese fenómeno está ya ocurriendo en los pueblos y barrios de Euskal Herria. Si en Madrid no se lo creen, que consulten con sus dos inteligencias, con la operativa desplegada en tierras vascas y con la humana que despierta al apoyar la cabeza en la almohada.

Sin dejarse abrumar por la velocidad que, sin duda como consecuencia de mucho trabajo silente realizado durante largo tiempo, han tomado los acontecimientos en el último mes, la sociedad vasca empieza a creer lo que una parte importante de su clase política le niega: que llega un nuevo tiempo ilusionante e interesante en el que su aportación será muy importante. Las operaciones policiales, las prohibiciones, los macrojuicios... sólo logran construir razones donde antes había excusas. Frente a la tozudez del Estado, la sociedad vasca mostrará su tenacidad con manifestaciones como la del sábado.