Fracasa el golpe de estado en Ecuador
Se mantiene el estado de excepción mientras la calma regresa al país
Las Fuerzas Armadas de Ecuador, que participaron en el rescate del presidente, Rafael Correa, detenido por la fuerza por policías sublevados, serán las encargadas de garantizar la seguridad en el país, donde el estado de excepción se mantendrá hasta el lunes. Quinientos militares protegen el Palacio presidencial de Carondelet, mientras ayer la calma iba sustituyendo a la grave tensión vivida horas antes.
GARA | QUITO
El estado de excepción se mantendrá en Ecuador hasta el próximo lunes por decreto del Gobierno después del intento de golpe de Estado que un grupo de policías, apoyados por unos pocos soldados de la Fuerza Aérea, encabezaron el jueves contra el presidente, Rafael Correa, secuestrado durante diez horas en el Hospital Policial de Quito. La actuación de las Fuerzas Armadas y del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía, que mantuvieron un tiroteo de más de una hora con francotiradores que participaban en el cerco al presidente concluyó con el rescate del mandatario y el país fue recobrando la calma poco a poco.
Al menos cinco personas murieron, entre ellas dos policías, y otras 193 resultaron heridas el jueves. En las inmediaciones del Hospital Policial, durante los enfrentamientos entre tropas leales y sublevados y en la represión contra los seguidores de Correa fallecieron el agente de elite Froilán Jiménez, leal al presidente, y el estudiante universitario Juan Pablo Bolaños.
La seguridad interna y externa del territorio nacional está ahora en manos de las Fuerzas Armadas, medio millar de cuyos miembros permanecen custodiando el Palacio presidencial de Carondelet y la Plaza Grande para impedir el paso de civiles.
El almirante Jorge Gross indicó ayer que las Fuerzas Armada iban tomando paulatinamente el control del país, principalmente en Quito y Guayaquil, y restableciendo la seguridad, con el objetivo de «entregar otra vez el mando político» a Correa.
La modificación de la Ley de Servicio Público, que contempla la supresión de algunas bonificaciones y condecoraciones a los policías, fue el presunto detonante de situación vivida el jueves a raíz de la sublevación de parte de la Policía.
Tras ser liberado, Correa insistió en responsabilizar al entorno del ex presidente Lucio Gutiérrez de instigar a soldados y policías a rebelarse desinformándolos respecto al supuesto recorte en sus beneficios económicos. El ex abogado de Gutiérrez, Pablo Guerrero, fue quien lideró al grupo de personas que irrumpió en las instalaciones de TV Ecuador.
«Ejemplo de conspiración»
«No se trató de una legítima reclamación salarial, sino de un claro ejemplo de conspiración», señaló en una rueda de prensa en la que compareció luciendo la banda presidencial. «Los ambiciosos de siempre, los irresponsables de siempre han hecho quedar mal al país a nivel internacional», presentándolo como una «república de opereta donde se secuestra al presidente».
Sostuvo que lo que pasó fue «un intento de golpe de Estado (...) que les falló a los conspiradores» y agregó que se trató de «varias acciones coordinadas que querían crear el caos con el pretexto de que se habían quitado beneficios económicos a la Policía Nacional y a los militares, lo cual es falso». Como muestra del plan conspirativo recordó que se procedió al cierre del aeropuerto de Quito y a la toma de antenas de los medios de comunicación que administra el Estado, así como a la irrupción en TV Ecuador.
Correa indicó que «el intento de conspiración ha fracasado, pero dejará cicatrices que tomarán mucho tiempo para sanar».
El presidente de Ecuador subrayó que depurará la Policía y que los funcionarios implicados en el alzamiento serán sancionados. «No habrá perdón ni olvido, que a nivel social es lo más parecido a la impunidad», aseguró.
Afirmó que el Gobierno no dará «un paso atrás» en su intención de «cambiar la patria» y añadió que si ello implica perder la vida se declaró «presto» a ello.
Correa reiteró que jamás claudicó durante su secuestro en el Hospital Policial, de hecho se negó a negociar cualquier cosa con los sublevados bajo presión -«o salgo como presidente de una nación digna o salgo como cadáver», les dijo-, y señaló que tras el intento de golpe de Estado el Gobierno ha salido «más fortalecido y más unido que nunca».
Insistió en que lo ocurrido fue «una sublevación muy grave de la policía nacional, pero no por una reivindicación salarial». Dijo que por la mañana había intentado explicar a los policías que se les elevó los sueldos «como nunca antes», pero que le respondieron que eso lo hizo Gutiérrez, «sabiendo bien entonces quiénes estaban en esa conspiración». Dijo haber sentido «una puñalada en la espalda» al ver la situación en el cuartel policial porque ningún Gobierno ha atendido tanto a la Policía como el suyo.
«Corrupto y prepotente»
Desde Brasilia, Lucio Gutiérrez, que había pedido la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones anticipadas, negó cualquier relación con lo sucedido y dijo que «el único responsable del caos que tenemos actualmente en Ecuador es el Gobierno abusivo, corrupto, prepotente, de Rafael Correa».
El mandatario ecuatoriano aseguró que los policías sublevados contra su Gobierno planeaban matarle en el hospital donde estuvo secuestrado, algo que la actuación de las fuerzas especiales leales, que tuvieron que enfrentarse a francotiradores, impidieron.«Esperaban provocar un baño de sangre. Que se vejase al presidente, que se le secuestrara, que se le tratara de rescatar y entonces se cubriera de sangre el suelo ecuatoriano para desestabilizar al Gobierno, y de esa forma ganar lo que no pueden ganar por las urnas», sostuvo.
Unas horas antes de la rueda de prensa, Rafael Correa era liberado por las Fuerzas Armadas. Protegido por una larga fila de efectivos pertrechados con escudos y casos y armados, el presidente salió en silla de ruedas, pues fue operado recientemente de una rodilla, hacia una caravana de vehículos que lo trasladó directamente al Palacio de Carondelet, sede del Ejecutivo.
Allí se asomó a la balconada, donde le esperaban algunos ministros, y arengó a miles de seguidores congregados en la Plaza Grande a quienes agradeció que fueran a rescatarle al hospital, donde fueron reprimidos. También agradeció su intervención a las tropas leales y expresó su tristeza por lo ocurrido. «Éste es el día más triste de mi vida y el día más triste de este Gobierno», lamentó, pero aseguró que «esta revolución no la para nadie».
Renuncia del jefe policial
El comandante de la Policía, Freddy Martínez, presentó ayer su renuncia al considerar que «un comandante que ha sido agredido e irrespetado por sus subalternos no puede seguir al frente de la institución» y aclaró que no dimitió el jueves porque pensó que no era «oportuno». Además, Martínez, que según la agencia pública Andes será sustituido por Florencio Ruiz, afirmó que no todos los que se se manifestaron contra Correa y llegaron a agredirle eran policías, sino que hubo «infiltrados con intención de desestabilizar a la Policía».
La luz del día dejó ver ayer los daños en el Hospital Policial, donde se produjo el intenso tiroteo entre las tropas leales al presidente y los policías sublevados, que se saldó con dos muertos. Puertas y sillas rotas, agujeros de bala en ventanas y paredes, manchas de sangre, pedazos de vidrio en el suelo y el fuerte olor a gas lacrimógeno eran los testigos mudos de lo ocurrido.
El Nissan Patrol que trasladó a Correa tras su rescate presentaba cuatro impactos de bala, tres en el capó y uno en el parabrisas, en el lado en el que viajaba el presidente. Un miembro de su escolta aseguró que el blindaje especial del vehículo evitó que el mandatario resultara herido.
En estricto cumplimiento de la ley, el fiscal general de Ecuador, Washington Pesántez, anunció que se iniciarán acciones legales contra quienes iniciaron la sublevación y atentaron contra la integridad del presidente.
La Unasur aprendió de la lección que dejó la asonada en Honduras. Su reacción fue rápida, contundente y unívoca: una condena firme a cualquier intento de golpe de Estado y una advertencia de que ningún Gobierno insconstitucional será reconocido por sus socios.
Hugo Chávez urgió a la Casa Blanca, a la que acusó de financiar a movimientos de extrema derecha, a no meter sus «manos imperiales» en América Latina, mientras Fidel Castro aseguraba que EEUU tendrá que condenar el golpe «ya perdido» en Ecuador.
«Pecho a tierra», ordenaba un civil al escuchar el tiroteo que se produjo durante la operación ejecutada por los militares para rescatar al presidente ecuatoriano, Rafael Correa.
Con miedo, muchos simpatizantes civiles de Correa caminaban junto a los soldados que, con uniforme de camuflaje y armados, se guarecían junto a los muros de los edificios para evitar las balas perdidas. Los soldados se apostaron a unas tres manzanas del hospital, pero eran las unidades de elite del Ejército las que estaban más cerca del complejo policial.
Civiles, que aplaudían la acción de los militares, también actuaban como los uniformados, atrincherados, reptando por la calzada y cuando se escuchaban los tiros con más fuerza, retrocedían sin levantar la cabeza.
A un lado, la Cruz Roja atendía a dos soldados cuando cerca sonó un ruido y se repitió la orden de «pecho a tierra... agachen la cabeza... abajo, abajo», indicó uno de los militares que alertó a su tropa: «son balas de verdad».
Civiles, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, se confundían con los militares agazapados, mientras más arriba asomaba una decena de personas que corría gritando: «Viva Correa, abajo los chapas», como les dicen allí a los policías.
Uno rompió en llanto al escuchar el ensordecedor tiroteo: «Por qué nos hacen esto, estamos desarmados, somos pueblo». Pero las lágrimas de muchos también se debían al abundante gas lacrimógeno que invadía la atmósfera, como una nube que no dejaba respirar.
En un momento dado, los militares efectuaron algunas maniobras y varios jefes hacían señas a los suyos para que despejaran la calle... Una caravana de coches, a toda velocidad, abandonó el lugar. «Ahí va Correa, viva nuestro Presidente» gritaron varios mientras aplaudían a los soldados.
Los civiles intuyeron que Correa iría al Palacio de Carondelet y de las calles transversales empezó a salir la gente para dirigirse allí como fuera. Muchos conductores se ofrecieron a llevarlos.
En la Plaza de la Independencia, miles de simpatizantes escuchaban con alegría al presidente que ya había sido rescatado por los militares. Para poner fin al acto todos, incluido un emocionado Correa, entonaron la mítica canción «El pueblo unido jamás será vencido». F. ARROYO LEÓN
La izquierda abertzale manifestó ayer su «más enérgico rechazo» al intento golpe de Estado en Ecuador, al tiempo que expresó su «más absoluto y completo respaldo al Gobierno legítimo y constitucional del presidente Rafael Correa».