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ANÁLISIS | DEBATE EN EL PSOE TRAS LAS PRIMARIAS

La batalla de Madrid deja magullado también al «intocable» Rubalcaba

Zapatero está en el ojo del huracán tras la derrota de su candidata en Madrid, pero no es el único. Quien más se había implicado en contra del vencedor Tomás Gómez era otro dirigente del PSOE: Alfredo Pérez Rubalcaba. El ministro del Interior utilizó además un argumento muy típico de su cargo -la obediencia debida al líder-, que ahora, tras el resultado adverso, deja aún más en entredicho al presidente del Gobierno.

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Ramón SOLA

Todos los periodistas buscaban ayer desesperadamente la reacción de José Luis Rodríguez Zapatero tras el fracaso de su apuesta por Trinidad Jiménez en las primarias de Madrid. Sin embargo, no es el único miembro del aparato del PSOE que tendrá que dar cuentas ante la opinión pública por la victoria del «rebelde» Tomás Gómez. Es sabido que el dedo del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE había señalado a Jiménez, pero no lo es tanto que el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, asumió el íngrato papel consiguiente de atizar a Gómez.

Durante todo el proceso de primarias, si alguien se distinguió por su agresividad contra el candidato ganador, ése fue Rubalcaba. En diferentes entrevistas, el ministro aseguró no entender por qué Gómez no se había retirado de la pugna tras la conversación con Zapatero, le acusó de favorecer al PP y reiteró que era peor candidato que Jiménez. El 6 de setiembre, en un desayuno en TVE, fue más allá y denunció que «Gómez no fue a Moncloa a defender las primarias, sino a sí mismo». Aseguró que el ganador le había propuesto a Zapatero: «Yo de uno, y Trini de dos». Auguró que el desafío al líder tendría «consecuencias», una afirmación que suscitó cierta polémica porque el entorno de Gómez se lo tomó como una amenaza. Y, seguramente convencido de la victoria de Trinidad Jiménez, Rubalcaba también llegó a decir que si Gómez ganaba sería una «rémora» para el PSOE, una frase de la que ahora debe estar bastante arrepentido.

Ayer, al menos, el siempre locuaz titular de Interior no encontró respuesta clara cuando le pidieron una valoración sobre el resultado. «Tiempo tendremos de hablar, pero en un cuartel de la Guardia Civil no procede hacerlo», alegó en una visita a una instalación militar en Navia (Asturias). También esgrimió que «yo no debo ser el primero en hablar de esto».

Rubalcaba no sólo se equivocó en la apuesta, sino en los argumentos. Desde el primer momento incidió en que ni Gómez ni nadie puede decirle «no» al líder del partido, porque eso supone desautorizarlo. Con ello contribuyó a elevar estas primarias a la categoría de plebiscito sobre Zapatero. Y las bases han demostrado que sí pueden decirle que «no» al presidente del Gobierno, e incluso, de paso, a un Rubalcaba alzado hasta ahora a «intocable» por su línea dura en Euskal Herria y por los resultados de las encuestas de valoración de los ministros.

Está claro que algo se mueve dentro del PSOE, que es un movimiento más de bases que entre los aparatos -donde ayer imperó el cierre de filas-, y que llega desde el ala de la izquierda, evidentemente descontenta por la gestión que está haciendo el presidente español de la crisis económica. El desgaste iba reflejándose en las encuestas, siempre volátiles, pero ahora lo hace también en las urnas, lo que tiene mucho más valor real. Se empieza a hablar de «postzapaterismo». Se trata de un concepto que ha sido acuñado fuera del PSOE, por lo que tiene mucho de interesado, pero dentro del partido no hay duda de que su figura cotiza a la baja.

Habrá que ver si al rebufo de esta derrota en Madrid se estructura una oposición interna. Hasta ahora los detractores de Zapatero eran sólo una amalgama de veteranos ex dirigentes como el también madrileño Joaquín Leguina y de típicas víctimas de las refriegas internas del poder, como el ex ministro Jordi Sevilla. Por el momento no ha aflorado una figura alternativa que le pueda disputar la candidatura a las elecciones de 2012. De hecho, el dirigente del PSOE más al alza en este momento quizás sea el propio Tomás Gómez, que ya en su día fue el alcalde con más porcentaje de voto del Estado (en Parla) y que encarna hoy varias connotaciones positivas: liderazgo, capacidad de arriesgar, autonomía, juventud, votos...

La figura de Zapatero queda en el alero también por otra razón técnica. Todos los analistas coinciden -y en 2004 y 2008 se demostró- que para que el PSOE gane las elecciones estatales se necesita una movilización a fondo del voto de izquierda. La victoria de Gómez refleja claramente que el descontento con el actual presidente viene desde esa parte del electorado, que se siente engañada, por lo que para ganar otra vez en 2012 necesitará o bien recuperar políticas de izquierdas (lo que parece ya inviable viendo su trayectoria) o bien fomentar un escenario de crispación que movilice al electorado. O también, claro está, dejar paso a otro tipo de candidato que no esté lastrado por el seguidismo a las políticas de la derecha en el ámbito económico, en Euskal Herria...

Aquí, por cierto, el aparato del PSOE sale indemne. Sin decantarse del todo, pero Patxi López había dicho que Tomás Gómez «representa una idea de frescura». Otros altos dirigentes simpatizaban con él. Y el alcalde de Donostia, Odón Elorza, no tuvo empacho ayer en remarcar que Zapatero ha perdido.

Desde el PP vasco, por cierto, Antonio Basagoiti también trata de sacar tajada con una conclusión algo forzada: «El ejemplo de Tomás Gómez le demuestra a Patxi López que uno se puede plantar ante Rodríguez Zapatero y no pasa absolutamente nada».

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