El fuego afgano se extiende a la línea de avituallamiento desde Pakistán
EEUU está jugando con fuego al llevar la guerra afgana a suelo paquistaní. El mismo fuego que está calcinando los camiones de abastecimiento para su frente en el país vecino. Duramente criticado por la opinión pública por los bombardeos diarios de aviones no tripulados estadounidenses, la reciente muerte de tres soldados paquistaníes en un ataque con helicópteros ha sido la gota que colma el vaso. Islamabad mantiene cerrado el paso de Khyber.
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El Movimiento de los Talibán de Pakistán (TTP) reivindicó ayer los sabotajes que en los tres últimos días han destruido 60 camiones de avituallamiento destinados a los ocupantes de la OTAN en Afganistán. Los asumió en protesta por los casi diarios bombardeos desde aviones no tripulados (drones) estadounidenses.
A última hora del domingo, un comando fuertemente armado incendió en la periferia de Islamabad una veintena de camiones de compañías privadas paquistaníes que transportan víveres, equipamientos y carburante para las tropas en Afganistán. Tres conductores resultaron muertos en el ataque.
El viernes, otros 37 vehículos en ruta desde la provincia oriental del Sindh fueron igualmente atacados. Ayer mismo, dos hombres en moto incendiaron varios camiones en el enclave de Baluchistán.
«Llevaremos a cabo más ataques en el futuro, no permiti- remos que el territorio de Pakistán sirva de vía de avituallamiento de la OTAN en Afga- nistán», señaló el portavoz talibán Azam Tariq, quien justificó a su vez los incendios «para vengarnos de los ataques de los drones».
La principal vía de avituallamiento para las tropas extranjeras en Afganistán atraviesa el paso de Khyber, en las zonas tribales, donde los ataques son frecuentes. No obstante, los sabotajes alcanzan ya la práctica totalidad del territorio estatal del convulso Pakistán.
Paso cerrado
Los sabotajes coinciden además con la decisión del régimen paquistaní de cerrar el paso de Khyber, en vigor desde el jueves pasado, por los recientes ataques de helicópteros en su suelo. El último de ellos, el mismo jueves, mató a tres soldados paquistaníes.
Más de 200 camiones seguían bloqueados ayer en el puesto fronterizo de Torkham, en el paso de Khyber.
Desde Bruselas, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, mostró su pesar por la muerte de los tres soldados paquistaníes pero lo presentó como «un incidente que no era intencional» y mostró su esperanza de que «la frontera sea reabierta para nuestros aprovisionamientos lo más pronto posible».
El régimen paquistaní se halla entre la espada y la pared, con una opinión pública cada vez más indignada por la impunidad con la que actúan EEUU y sus aliados en suelo paquistaní.
Ayer mismo, cuatro personas murieron en un nuevo ataque desde un avión no tripulado en Mir Ali Bazar, a 20 kilómetros al este de Miranshah, la principal ciudad de Waziristán Norte, en las zonas tribales pobladas por una mayoría pastún.
120 personas han muerto en 21 ataques de este tipo sólo durante el mes de setiembre.
Cinco soldados de la OTAN murieron ayer en ataques y atentados en el sur y el este de Afganistán. Un vicealcalde de Kandahar resultó gravemente herido en un atentado.
Nueve años después de los ataques del 11-s, Osama bin Laden sigue mandando mensajes. Y la última vez habla tanto del cambio climático como de las recientes inundaciones en Pakistán.
En un mensaje de audio colgado el pasado viernes en foros islamistas de Internet, el considerado máximo líder de la red Al-Qaeda señala que «la cifra de víctimas causadas por el cambio climático es muy grande (...), mayor incluso que las víctimas de las guerras».
El saudí insiste además en la necesidad de acciones serias y rápidas» para ayudar a las víctimas de las recientes inundaciones de Pakistán, y critica duramente la respuesta del régimen paquistaní a esta catástrofe natural, la peor que ha conocido el país en su largo medio siglo de historia.
Frente a los que, desde EEUU, aseguran que Bin Laden trata de mejorar su imagen entre la población musulmana, tomando nota de la labor humanitaria que protagonizan organizaciones políticas islamistas como Hamas y Hizbulah, otros analistas recuerdan que el líder de Al-Qaeda «no es un hombre pegado a un AK-47».
«Tenemos tendencia a verlo como un asesino nihilista, pero olvidamos que es un hombre con gran formación, experto en gestión de recursos y con experiencia en su día en Sudán», destaca Michael Scheuer. GARA