Eszenak
Cormann y Azama nadan de noche
Josu MONTERO Escritor y crítico
El arte del poeta dramático no es el de estetizar las tinieblas individuales, sino desvelarlas a la luz de la política». Son palabras del dramaturgo francés Enzo Cormann, que ha acuñado el término Poelítica para denominar su trabajo. Para él es una barbaridad interesada ese intento de aislar al individuo que practican la psicología y otras disciplinas; a Cormann le interesa cómo las instancias sociales, económicas y políticas condicionan al individuo. Cómo la Historia determina las historias. El camino de su teatro va de lo íntimo a lo político. Por eso, su trabajo no es otro que atravesar la realidad de ficciones individuales para comprenderla. «Mi teatro es totalmente político, está concebido en un espacio político y no concierne nada más que a lo político». Y en ese empeño no está solo; otros dramaturgos galos como Michel Azama o Michel Vinaver están también en esas.
«El teatro es, ante todo, el lugar de la lengua que se vuelve canto», ha afirmado en frase tan rotunda como bella Michel Azama. Además de autores, tanto Cormann como Azama son directores, actores y pedagogos. «La escritura es un espacio-tiempo de reclusión. La escena expone al mundo», afirma Azama. Por eso ambos conciben el texto teatral como un ámbito de conflicto: para ampliar el campo del arte dramático el texto ha de ponérselo difícil a la puesta en escena.
Ambos han sido estupendamente representados por compañías vascas: «Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini» o «La esclusa»de Azama, o «Sigue la tormenta»de Cormann. Eso sí, siempre obras de cámara, o económicas, textos que como dice Cormann «casi se pueden decir mirando a los ojos». De ellos son dos de los grandes monólogos del teatro contemporáneo: «La esclusa» y «Mingus, Cuernavaca». Azama escribió «La esclusa» a raíz de un taller de teatro que impartió en la cárcel de mujeres de Rennes, del contacto con las presas y de la constatación de que «cualquiera que fuese su falta se les hacía pagar agravando la reclusión con sufrimientos suplementarios». De ahí surgió este «oratorio de una mujer sola que canta, grita y llora su dolor»; un monólogo, claro, para hacer sensible la soledad y ese rumiar en silencio de la cárcel. Y que sucede la madrugada previa a la mañana en que, tras quince años de reclusión, va a ser liberada. A ese caótico monólogo le sostiene una estructura perfecta.
«Mingus, Cuernavaca» es el más potente de los Jazz Poems de Cormann, textos concebidos para que las palabras y la música se alimenten mutuamente. Charly Mingus, el legendario contrabajista de jazz se retiró a morir en 1978, a los 56 años, a la Casa Verde, en Cuernavaca, México. Un monólogo alucinado que intenta romperse, buscar presencias para rasgar la soledad y la muerte, y escaparse, aunque sea, por los mil recovecos de la mente humana. De Cormann, la Universidad de Valencia ha publicado una estimulante recopilación de artículos: «¿Para qué sirve el teatro?».
Raúl Cancelo, director de la compañía Hortzmuga, se topó de bruces con esos dos vibrantes monólogos y se le ocurrió ponerlos a dialogar y crear de ahí un drama nuevo. Un hombre que se adentra en el mar y una mujer que sale de él. Un hombre que va a morir y una mujer que va a vivir. Ambos se cruzan en el umbral. Es «La espera. Nadar de noche», que ayer se estrenó en la bilbaína Sala BBK, donde se puede ver hasta el domingo.