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Raimundo Fitero

Barro rojo

Deberíamos considerar que las dosis de estupefacción a la que se somete a la ciudadanía aumenta de manera geométrica y puede provocar más de un colapso multi orgánico. Lo del barro rojo húngaro se ha convertido en una ducha de aluminio frío que nos deja las meninges atrapadas en unas emociones abismales. Es un vértigo imparable. ¿Dónde estamos? Llevo horas mirando con fruición y angustia todas las fachadas de las fábricas por las que paso, ¿tanto horror puede producir tener ventanales de aluminio lacado?

Vivimos rodeados de peligros adicionales a la propia levedad de ser. Lo que llamamos desarrollo, confort, bienestar, es una trampa saducea que esconde catástrofes terribles. Ha saltado ahora en Hungría, en forma de marea roja que va contaminando todo aquello que atropella en su baboso caminar. Ya ha convertido varios afluentes del Danubio en lenguas de toxicidad que lamen poblaciones, terrenos, ilusiones, futuro. El daño es terrible, de una dimensión todavía incontrolada ya que los informes son contradictorios, pero va camino de un río fundamental de la propia Europa, que riega cientos de kilómetros, da de beber a unos cuantos millones de ciudadanos y representa una idea de la vida, de la historia. Todo se puede convertir en un mal recuerdo. En una pesadilla roja que va a transformar la riqueza en dolor.

Una vez más una catástrofe provocada por la impericia humana, por la avaricia de unos empresarios, por la negligencia de unas autoridades complacientes. Obviamente es algo evitable, como tantas otras, y ya se sabe que los empresarios titulares de la fábrica que ha provocado este horror se escabullen, buscan excusas. Y, como tantos otros, pagarán una pequeña multa y todo se tapará. Las competencias europeas en la materia son siempre referenciales e insuficientes. Estamos ante una suma y sigue de barbaridades industriales, capitalistas a las que nadie pone remedio. Esta marea roja es una muestra más de la auténtica inseguridad en la que vivimos debido al sistema preponderante. Mata bastante más la codicia industrial y empresarial que los virus. Utilizamos el aluminio diariamente sin conocer los riesgos que corremos.

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