Crónica | Escenificación del juramento de Agirre
Ni el árbol fue el mismo 74 años después en Gernika
La Casa de Juntas de Gernika fue escenario ayer de la escenificación del juramento de José Antonio Agirre y de la constitución de su gobierno de concentración. 74 años después, por iniciativa de la comisión que conmemora el medio siglo de la muerte del primer lehendakari, se recreó un hecho histórico y quedó en evidencia que el espíritu de entonces se lo llevó el tiempo.
Agustín GOIKOETXEA
Discursos de la toma de posesión, la constitución de la mesa presidencial al modo foral, desfile de gudaris y la presentación de armas al primer Ejecutivo autonómico de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa presidido por José Antonio Agirre Lekube formaron parte de la cuidada representación de los momentos vividos aquel 7 de octubre de 1936 al amparo del árbol de Gernika.
Sesenta actores y figurantes conformaron el plantel de los participantes en la recreación histórica, dirigida por Gontzal Mendibil, que fue grabada por las cámaras de ETB para su emisión posterior en blanco y negro, a modo de documental histórico. Los que eran «de verdad» eran los maceros, miñones, miqueletes y forales, así como los componentes de la Banda de Música de la Ertzaintza que también tomaron parte en el montaje.
Los espacios escénicos principales fueron el interior de la Casa de Juntas y el lugar junto al emblemático roble donde ya cinco lehendakaris han jurado su cargo. Si el propósito del acto, según sus promotores, era «honrar» la figura de Agirre, reivindicando «la legitimidad democrática y política de aquel Gobierno Vasco y la labor que realizó aquella generación por la libertad y el autogobierno de este país», se pudo cumplir el objetivo pero también quedó en evidencia, esta vez en color, que del espíritu de 1936 poco queda, ni siquiera el árbol, al que los hongos pudrieron a pesar de los cuidados intensivos que se le prestaron.
En la sala de juntas se pudo escenificar el espíritu de concertación de aquellos unidos por las circunstancias de la guerra, pues mientras los milicianos y gudaris luchaban en los frentes de Elgeta, Markina y Legutiano después de tres meses de cruenta contienda bélica, Agirre y su gobierno se encomendaban a la defensa de las libertades. Si esas imágenes en blanco y negro harán emocionar a más de uno de los futuros espectadores, no sucedería lo mismo si hubiesen visto que, más allá de lo que los objetivos de las cámaras captaban, se encontraban aquellos que dan por irremediable el «apartheid político» a los herederos del espíritu independentista combativo y fueron capaces de ilegalizar una siglas, EAE-ANV, que les gustan en libros, vitrinas y documentales históricos, pero no en la calle reivindicando los derechos de Euskal Herria y su ciudadanía.
«Mírense al espejo«
Aunque era puro teatro, tras la entrada del trovador, que encarnó Niko Etxart, un bufón actuó de maestro de ceremonias para decir a los presentes, a los actores y a los políticos y cargos institucionales de oficio: «Mírense al espejo y reúnan el valor suficiente para dar cumplida respuesta a los problemas de cada tiempo. Recuerden que son responsables de las maneras de dirigir y no olviden que un buen gobernante es aquel que sabe curar sus propias heridas y las ajenas, es responsable de trasmitir entusiasmo, de conducir a su pueblo con diligencia e inteligencia».
Por detrás de discursos por instantes estridentes, dirigentes del PNV -Urkullu, Greaves, Ortuzar, Olano, Bilbao, Anasagasti o Erkoreka- compartieron en amigable camaradería ágape con los del PSE -Ares, Pastor o Mendia- al finalizar la escenificación. Esto no formaba parte del guión, aunque las cámaras de los fotógrafos tuvieron la oportunidad de plasmarlo, al igual que el imponente dispositivo policial desplegado por la Ertzaintza en los aledaños de la Casa de Juntas.
Detrás de la valla del emblemático recinto, una veterana representación de la parroquia jelkide acudió a ver el espectáculo, aunque entre policías y personal de producción casi no se les distinguía si no fuera por dos ikurriñas que ondearon acompasadamente entre las rejas.
Los jeltzales, a través de la Fundación Sabino Arana, están empeñados en la recuperación histórica de algunos de los hechos y de aquellas personas que se convirtieron en protagonistas de épocas pretéritas. Edulcoran situaciones, así como los perfiles de personas que les han sido molestos en décadas pasadas por su trayectoria. Todo vale para construir un escenario que contente a sus fieles, mientras por detrás de la bambalinas mantienen su discurso ambiguo y sus relaciones preferentes con el unionismo. Al igual que hace la derecha española recalcitrante, quizás también sean capaces de escribir otro libreto para uno de sus episodios más negros: el Pacto de Santoña.