Feria del libro en Frankfurt
Euskaldunes y alemanes entre literatura y sidra
Sería una muy arriesgada profecía decir hoy por hoy «adiós a Gutenberg, bienvenido Google Books», pero algo sí está cambiando en el mercado internacional del libro que esta semana se da cita en la feria literaria más importante del mundo, en Frankfurt. La 62 edición de esta cita da mucho espacio a aquellas tecnologías que pueden integrar mil y un libros libros en un simple teléfono móvil.
Ingo NIEBEL | FRANKFURT
Me enseña por favor lo que lleva en su maletín?», era la pregunta retórica pero por lo menos amable del guardia privado de seguridad cuando el autor de este artículo, junto con miles de otras personas, entraba en la actual Feria Internacional del Libro de Frankfurt. La orden hizo recordar a la muestra del año 2001, cuando, poco después de los atentados en EEUU cada visitante tenía que someterse a duros controles al entrar en el recinto ferial. Nueve años después se repetía el procedimiento pero en versión «light». No había escaners para el equipaje como entonces y tampoco se veían metralletas en las manos de los policías. Quizás el guardia se arrepentía de haber hecho esa pregunta a este periodista cuyo maletín contaba con un sinfín de cremalleras y detrás de cada bolsillo se escondía un profundo espacio lleno de cosas que a un periodista le parecen imprescindibles para realizar su trabajo fuera de su habitual puesto de trabajo. La razón por tanta inusual seguridad había que buscarla en el pabellón 8, donde otro guardia jurado repetía el procedimiento, ya que allí se agrupan todas las grandes editoriales anglosajonas. Hace pocos días, el Departamento de Estado de EEUU había recomendado a sus ciudadanos evitar viajes a Europa, y especialmente a Alemania, porque había indicios de que algún grupo «islamista» podría atentar en el viejo continente.
Por lo menos este día 7 de octubre transcurrió sin problemas. La feria cerró sus puertas sin aviso de bomba para volver a abrirlas hasta el día 10. El día 5 fue inaugurada por la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, cuyo país es el actual invitado de honor. Por eso Argentina ocupa la primera planta del pabellón F con su exposición titulada «Cultura en movimiento». De hecho, los argentinos ofrecen en distintos lugares o cursos de tango o conmueven también con libros sobre los «desaparecidos» durante la dictadura militar. En la sala de exposición, los visitantes pueden moverse entre estanterías donde grandes letreros dicen «books of Argentine», como si el compositor del musical «Evita», Andrew Lloyd Webber, hubiera sido argentino y como si las Malvinas fuesen la madre patria de Gran Bretaña. Para no dejar lugar a dudas de que estas islas son argentinas (ocupadas por los británicos, por cierto), y que también parte de la Antártida pertenece a ese estado del Cono Sur, los invitados de honor han colocado grandes placas blancas, cortadas según las fronteras geográficas, en el centro de su exposición. En un lugar menos prominente, más bien en una esquina bastante escondida, se ve una gran foto del revolucionario más famoso de Argentina, el Che Guevara.
Estos detalles de los que se da cuenta una persona que los busca, no son el sentido que le dan las 300.000 personas que acudieron a ella en 2009 porque «acá» impera el negocio. Por eso han venido unos 7.533 expositores para firmar contratos anteriormente acordados y para buscar nuevos contactos y «chances» de cara al futuro, ya que otros países están marcados por la crisis económica. Quizás por eso su número de expositores ha subido sólo un 0,3 por ciento, es decir, casi nada. Aun así, están representados unos 111 estados de los cuales el país anfitrión pone el mayor número de expositores, unos 3.315. El área se extiende por 172.000 metros cuadrados repartidos en ocho pabellones, con varias planta cada uno, con una envergadura más grande que un campo de fútbol.
Hablando de negocios, el mercado alemán del libro mueve al año unos 10 mil millones de euros. El 99 por ciento de estos ingresos proceden de la venta de libros tradicionales. Pero un nuevo mercado de futuro podría ser el de los libros electrónicos. Eso por lo menos desea el director de la Feria de Frankfurt Jürgen Boos, quien piensa que nos encontramos ante «una segunda ola de destrucción de contenidos» porque nos hallamos en la transición de un mundo lineal a otro digital. Con este símil se refiere a que la imprenta, inventada en el siglo XV por el alemán Gutenberg, acabó con la importancia de los monasterios como lugares de producción de libros y, al mismo tiempo, asentó las bases de la época intelectual y cultural conocida como la iluminación.
Según Boos, los protagonistas de esta anhelada nueva época podrían ser los eBook-Readers, los aparatos que leen libros electrónicos (también en voz alta). Sin embargo, en Alemania, principal país de tecnología punta, el mercado del libro electrónico, que podría copar el 10 por ciento del tradicional, no se abre. La razón se debe a que las leyes actuales obligan a las editoriales a vender los libros digitales casi por el mismo precio que los impresos. Además, el sistema de distribución es tan bueno que por lo general en 48 horas las librerías pueden conseguir la obra encargada. En EEUU, por ejemplo, el pedido suele tardar mucho más, por lo tanto, en esta parte del nuevo mundo el mercado electrónico crece más rápido que en Alemania, donde además la oferta digital es escasa.
A ello se le une el problema de que aún no existe ningún formato estandarizado para los eBooks. Por lo tanto, nos enfrentamos a un futuro en el que quizás creemos gigantescas bibliotecas en una sólatarjeta y en cualquier momento podamos convertirnos en unos auténticos imbéciles cuando el formato elegido desaparezca. Este peligro no existe en las obras hechas al estilo Gutenberg.
Sin ser ajenos a estos problemas de futuro, Euskal Editoreen Elkartea y una amplía delegación de autores vascos han aprovechado junto con compañeros alemanes esta muestra para dejar claro que Euskal Herria es otro libro más en esta gigantesca y polifacética estantería mundial.
Ayer, la recién nombrada directora del Instituto Etxepare, Aizpea Goenaga, inauguró el stand vasco que podría convertirse en un referente para la futura promoción de la cultura vasca en el extranjero. Pocas horas antes, se pudo presenciar cómo otro año más la literatura vasca se abría al público internacional, donde Idoia Noble charló con los escritores Irati Jimenez y Patxi Zubizarreta sobre su obra literaria bajo el título «Palabras de noche». En un clima de «antiislamismo» que se expande en Alemania, era reconfortante escuchar hablar a Zubizarreta sobre la riqueza metafórica que une el árabe con el euskera desde la óptica de un autor que se mueve en los dos mundos lingüísticos. Parece que el euskera no sólo une a euskaldunes por encima de las fronteras, sino también a las culturas.
Muestra de ello son también las actividades que el Centro de Estudios Vascos en Frankfurt, bajo la coordinación de Martin Petrus, organizó fuera del recinto ferial. El miércoles, el propio Petrus terminó en la radio local Radio X la lectura de «Pasaia Blues», de Harkaitz Cano, cuya novela fue traducida al alemán por Petra Elser y editada por la Pahl-Rugenstein en 2009. En el programa nocturno de la radio, llamado «Libros en vez de D.J.s», el escritor Edorta Jimenez apoyó en directo con lecturas y anécdotas los reportajes radiofónicos en alemán, euskera, catalán y castellano sobre las novedades editoriales de ambos territorios. Paralelamente, Petrus dio pie a que, durante estos dos días, los estudiantes de euskera de la Universidad de Frankfurt pudieran practicar sus conocimientos de la lengua más antigua de Europa conversando con la bergaratarra Maite Maiztegi.
El gran grado de colaboración entre alemanes y euskaldunes llegó a su clímax cuando ayer acudieron a la sidrería Buchwald para degustar una cena vasco-hessiense. Según anunciaba Petrus, «la cocina ofrecerá un menú de tres platos combinando las cocinas vasca y de la región de Hesse». Por lo general, ocasiones como ésta dan lugar por lo menos a nuevas hipótesis sobre el origen del euskera que el lingüista alemán Theo Vennemann ubicaba en la Europa central hace unos 5.000 años.
La Feria rindió ayer un homenaje al argentino Héctor Germán Oesterheld, padre del famoso personaje de cómic «El Eternauta» y desaparecido durante la dictadura militar al igual que sus cuatro hijas, en un acto en el que participó su viuda, Elsa, quien repasó la trayectoria de su marido como autor. Su antiguo compañero de trabajo Francisco Solano López recordó el espíritu de rebelión que se respiraba en Latinoamérica en la primera mitad de los setenta y que luego sería brutalmente reprimido por la dictadura militar.