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Rosa Arruabarrena Terán Asociación Vasca contra el Maltrato Infantil (Avaim)

La invisibilidad del maltrato a los niños, niñas y adolescentes

Cuando se interviene en un caso de violencia contra la mujer no se visibiliza el maltrato que han sufrido los niños, niñas y adolescentes

Hasta 1998 no se percibía en la opinión pública la convicción de que la violencia doméstica era una cuestión social y una realidad que nos concernía a todos.

El caso de Ana Orantes, una mujer granadina que fue quemada viva por su marido tras relatar su historia en un programa de televisión, convulsionó a la sociedad y desde entonces pasó de ser un asunto privado, que sólo concierne a la pareja, a ser un problema social, que también compete a las autoridades y al resto de los ciudadanos.

Ese mismo año se aprobó el Primer Plan de Acción contra la Violencia Doméstica y, desde entonces, se han invertido recursos económicos en campañas publicitarias, cursos de formación o casas de acogida.

En septiembre de 2004, ocurrió el caso de Jokin, un menor de Hondarribia que se suicidó tras haber sufrido acoso escolar por parte de compañeros de su instituto.

La Dirección de Innovación Educativa del Departamento de Educación, Universidades e Investigación del Gobierno Vasco ha creado materiales de difusión sobre el maltrato entre iguales y ha establecido protocolos de actuación para tratar este tipo de situaciones.

Todos hemos despertado y reaccionado ante estos fenómenos; sin embargo, todavía queda un camino -esperemos que no sea largo- para reconocer y abordar el maltrato a los niños, niñas y adolescentes.

Todavía es un problema en gran medida invisible.

Está demostrado que la exposición continua de los niños, niñas y adolescentes a situaciones de violencia entre los padres también conlleva consecuencias negativas en su desarrollo, pero cuando se interviene en un caso de violencia contra la mujer no se visibiliza el maltrato que han sufrido los niños, niñas y adolescentes de esa familia.

Ante el maltrato a las mujeres, la sociedad ha reaccionado rechazando todos las justificaciones que anteriormente estaban vigentes: «algo habrá hecho ella»; «es un problema entre ellos»... En el maltrato entre iguales también se ha superado la creencia de que «son cosas de críos».

Entonces, ¿qué es lo que todavía nos frena para reconocer como sociedad e individuos que evitar el maltrato a los niños, niñas y adolescentes es una responsabilidad de todos y todas?

Nuestros esfuerzos deben ir encaminados a informar que la notificación a los servicios sociales de las sospechas de que en una determinada familia se está produciendo una situación de desprotección infantil es la única manera de que tanto el niño, la niña o el adolescente, así como su familia, comiencen a recibir esa ayuda.

Deseamos que no necesitemos más casos como el de la niña de Zarautz ocurrido recientemente para que los todos los estamentos sociales, los profesionales y cada uno de nosotros como individuos reconozcamos nuestra responsabilidad en la detección del maltrato infantil y en la notificación a los servicios sociales municipales o a la Policía Municipal.

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