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Crónica | Visita del embajador venezolano

Basagoiti pone la sal gorda en el esperpento sobre Venezuela

Los supuestos entrenamientos de miembros de ETA en Venezuela han sido convertidos en el Estado español en un esperpento con aires coloniales. Y en este episodio grotesco, Antonio Basagoiti fue el encargado de demostrar, una vez más, la peor educación.

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Iñaki IRIONDO

Aun en el caso de que fuera cierto que militantes de ETA se han entrenado en Venezuela y que el deportado Arturo Cubillas tuviera alguna relación en ello -lo que ayer mismo volvió a negar-, existen canales oficiales de relación entre el Estado español y las autoridades venezolanas para dar una salida legal a la cuestión. Pero los políticos españoles, algunos medios e incluso altas instancias judiciales son más propensos a la escandalera.

Sin que todavía haya siquiera una demanda formal de extradición, ya hay quien quisiera que Cubillas estuviera en manos de la Guardia Civil. El PP, presto a disparar al mismo tiempo contra Hugo Chávez, el Gobierno de Zapatero y ETA, acusa en el Congreso al ministro español de Asuntos Exteriores de «mirar para otro lado mientras Venezuela se está convirtiendo en un nuevo santuario de terroristas etarras».

Pese a que Arturo Cubillas llegó a Caracas en 1989 en un avión de las Fuerzas Armadas españolas, deportado desde Argel, y fue acogido por las autoridades venezolanas a petición del Gobierno de Felipe González, ahora la Fiscalía rebusca en sus archivos para ver si un atentado de 1985 le puede servir de algo, mientras el fiscal general y el presidente de la Audiencia Nacional proclamaban hace unos días, prepotentes, «o lo juzgan o lo entregan».

Además de otros intereses, se observa en esta sobreactuación un indisimulado tic colonialista. A París nunca le hablaron así.

En medio de todo este guirigay, Julián Isaías Rodríguez Díaz, el embajador que se atrevió a insinuar la décima parte de lo que afirman el relator de la ONU y Amnistía Internacional sobre las declaraciones en comisaría, inició ayer una visita a Bizkaia que estaba prevista desde junio. «El enviado de Chávez, de gira vasca tras siete meses sin detener a Cubillas», titulaba «La Razón» su portada.

El embajador, que antes de fin de mes dejará su puesto para formar parte del Tribunal Constitucional venezolano, comenzó la jornada con una entrevista en Radio Euskadi donde, sin elevar el tono, puso algunos puntos sobre las íes. Después se entrevistó con dirigentes políticos de prácticamente todo el arco parlamentario y continuará en Euskal Herria hasta el viernes con diversos actos públicos y privados.

Autorretratos de Basagoiti

Al presidente del PP en la CAV la visita le pilló en un acto de partido en Córdoba. Los periodistas le pusieron los micrófonos y Antonio Basagoiti optó por el autorretrato: «No he recibido al embajador porque en mi despacho en la sede del PP en Bilbao no tengo detector de metales y no sé con qué vendría este hombre, ya que en Venezuela están apoyando a terroristas y batasunos terroristas».

Es el estilo Basagoiti. Lo mismo acusa a un embajador de pistolero, que llama a Brian Currin «mercenario que tiene el dudoso honor de lucrarse con el dolor de los demás». Ora dice que si los presos murieran en una huelga de hambre «Euskadi tendría un problema menos», ora que «los jugadores [que firman por la selección de Euskal Herria] son unos acojonados y por eso nunca han condenado el terrorismo». Y donde otros tendrían una querella, a él le ríen las gracietas.

En respuesta a las palabras de Basagoiti, el embajador venezolano dijo tener la impresión de que el PP estaba queriendo hacerles pagar que los partidos de la derecha no ganen en Venezuela y «otras deudas que no son nuestras». Después aseguró que su puerta está abierta para cuando el PP quiera reunirse con ellos. Y preguntó si este partido romperá relaciones con Venezuela si Rajoy llega a ganar las elecciones. Ahí queda eso.

 

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