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Ainara Lertxundi Periodista

Móviles hasta en los campamentos

Hace años que los teléfonos móviles se colaron en nuestras vidas, apoderándose de gran parte de hábitos cotidianos sin casi percatarnos de ello. Pocos se plantean hoy por hoy salir de casa o ir de vacaciones sin este peculiar compañero de viaje que es mucho más que eso, porque no deja de vigilarnos. Lejos han quedado los tiempos en los que sólo lo llevaban aquellas personas que por su profesión debían estar localizadas en cada momento. Ahora, hasta los más jóvenes tienen uno, en muchos casos de última generación.

Según un reciente estudio, un tercio de los niños y niñas de 10 años lo tiene. El número de usuarios infantiles aumenta la mitad al cumplir los 11 años, y a los dos tercios a los 12. Muchos padres y madres ven en él una herramienta eficaz para saber dónde están sus hijos, mientras que éstos lo emplean para intercambiar mensajes, fotos, escuchar música o navegar por internet.

Sin cuestionar los beneficios que aporta, son también muchos los efectos nocivos que pueden producir en los menores a corto y largo plazo. Los sicólogos ya han lanzado la voz de alarma y advierten de que estar en posesión de uno a una edad demasiado temprana puede generar dependencia y estrés, por lo que rechazan tajantemente su uso antes de los 12.

Pese a estas advertencias, va ganando terreno en los bolsillos de los niños, que lo llevan hasta a los campamentos de verano. En uno de ellos, por ejemplo, un grupo de monitores contabilizó cien llamadas de teléfono el primer día y cuatrocientas el tercero. Ante semejante aluvión, optaron por suprimir las comunicaciones provocando no pocas protestas. «Muchos están todo el rato pendientes de si les han llamado o pasan el tiempo libre jugando únicamente con el móvil. Cuando se quedan sin él no saben muy bien qué hacer. Les falta algo», observa una monitora. En otro decidieron permitir el uso de móviles, pero sólo por espacio de una hora.

Para los expertos, la clave está en respetar los tiempos. Sólo la búsqueda de ese equilibrio evitará que la vorágine tecnológica arrastre también a los más pequeños.

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