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La defensa británica se tendrá que apretar el cinturón

Aunque en menor medida que otros ámbitos de la Administración, los militares británicos verán reducidos los fondos que disponen. El primer ministro, David Cameron, destaca que el nuevo planteamiento responde a «las nuevas amenazas» a las que debe enfrentarse Gran Bretaña, pero son muchas las voces que alertan de que Londres perderá capacidad operativa y que, incluso, pone en riesgo su papel como agente global.
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Denis HIAULT (AFP) |

El primer ministro británico, David Cameron, desveló ayer ante el Parlamento su nueva doctrina militar, justificada por «la evolución de las amenazas», pero que se caracteriza por severos recortes en plena batalla contra un déficit público récord.

De entrada, el jefe de la coalición de conservadores y liberal-demócratas que llegó al poder en mayo destacó que el presupuesto de Defensa ha sido reducido relativamente. Los cortes de alrededor del 8% son inferiores a los que han golpeado a la mayoría de los ministerios, en el marco de un plan de austeridad que se desvelará hoy y que tiene como objetivo reducir el déficit del 10,1% del PIB al 1,1%.

En la columna del debe, David Cameron anunció especialmente la retirada inmediata del buque insignia de la Navy, el portaaviones «HMS Ark Royal», y la supresión de 42.000 empleos de aquí a 2015 en el sector de la defensa: 25.000 funcionarios, 5.000 personas en la RAF (Royal Air Force) y en la Navy y 7.000 soldados. Asimismo, el 40% de los carros de combate y de las piezas de artillería pesada serán abandonados, así como los aviones de combate Harrier, mientras que los 20.000 soldados desplegados en Alemania serán repatriados en el horizonte de 2020.

En cambio, el primer ministro confirmó la construcción de dos portaaviones encargados por el anterior Gobierno laborista. Su abandono habría costado más caro debido a las indemnizaciones, precisó. También indicó que el costoso programa de modernización de la fuerza de disuasión nuclear será llevado a cabo, pero se retrasará a 2016 para hacer frente a las finanzas públicas y a los liberal-demócratas hostiles a esta medida.

En definitiva, Cameron ha insistido en el hecho de que ninguna economía puede hipotecarse para hacer frente a esfuerzos de guerra como el de Afganistán, donde están desplegados unos 10.000 soldados británicos, en lo que constituye el segundo contingente occidental tras EEUU.

«Gran Bretaña ha combatido tradicionalmente en una categoría superior a la que le corresponde en el mundo y no tendríamos que tener la ambición de revisar este aspecto a la baja en las próximas décadas», declaró Cameron, que no se privó de denunciar «el atolladero» que ha heredado tras trece años de Gobierno laborista.

Las medidas anunciadas ayer se inscriben en el marco de una revisión estratégica y de un libro blanco que se han desarrollado en cinco meses.

Londres menciona cinco amenazas de «nivel 1»: el «terrorismo» de Al-Qaeda y sus filiales, así como el «terrorismo norirlandés»; los ciberataques de estados o individuos hostiles; las catástrofes naturales y las crisis internacionales que puedan provocar una intervención de Gran Bretaña y sus aliados.

De todas las medidas, la retirada del «HMS Ark Royal» y la suspensión de la construcción de otros dos portaaviones han sido las más criticadas. Suponen que Gran Bretaña -que prioriza por tanto el recurso a una fuerza de intervención rápida- se encontrará ante la incapacidad de hacer despegar a sus cazas desde portaaviones durante cerca de diez años.

El portavoz de la oposición laborista, Ed Milliband, denunció lo que calificó como «un informe preparado a toda velocidad».

Lord Boyce, jefe de los ejércitos entre 2001 y 2003, denunció que las opciones «hayan estado dictadas por una cuestión económica» y destacó que «no merecen el calificativo de estratégicas». Expresaba en voz alta las críticas emitidas por numerosos jefes militares desde el anonimato, destacando las consecuencias de decisiones presupuestarias sobre las capacidades operativas del Ejército y la «seguridad nacional».

Cameron telefoneó el lunes por la noche al presidente de EEUU, Barack Obama, para asegurarle que su principal aliado seguiría siendo «una potencia militar de primer nivel», con el cuarto presupuesto militar más alto del mundo.

estado francés

La Presidencia francesa mostró ayer su disposición muy favorable a una asociación estratégica con Gran Bretaña en los ámbitos de la defensa y la seguridad tras conocerse las nuevas directrices de Cameron.

oposición sindical

Unas 2.000 personas participaron en un foro sindical y se manifestaron en Londres para rechazar los recortes presupuestarios anunciados por Cameron en materia social.

La añoranza del Imperio sigue pesando en el debate

La perspectiva de una sangría en el presupuesto de defensa, en el marco de unas medidas generales para reducir un déficit público récord, ha reavivado un debate recurrente desde la caída del Imperio: ¿Gran Bretaña está a punto de perder su papel de actor global?

Tras multiplicarse las alarmas, el ministro de Defensa, Liam Fox, aseguró, en plan bombero pirómano, que «Gran Bretaña dispondrá de los medios que necesita para el futuro» y que «seguirá siendo un gran contribuyente de la OTAN».

Fox recibió el apoyo de la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, inquieta ante la perspectiva de una reducción de las capacidades militares del mejor aliado de Washington.

«Al menos durante un tiempo, vamos a tener difícil hacer todo lo que queremos hacer», alertó el general David Richards, jefe del Estado Mayor de los Ejércitos.

«Probablemente se pueden suprimir la mayoría de los carros pesados y la mitad de los aviones de combate y conservar una capacidad de intervención rápida que sea completamente creíble», comentó por su parte Robin Niblett, director del instituto de investigación londinense Chatham House. El diario «Financial Times» añadía más leña al fuego con un veredicto rotundo: «Está a punto de caer el telón sobre 400 años de aventura global». «Cameron dice la verdad cuando describe a Gran Bretaña como una potencia global, pero media», según Niblett. Quedan lejos los tiempos en que Margaret Thatcher decía que «es grandioso volver a ser grandes» tras desembarcar en Malvina en 1982. GARA

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